La barrancada arrastra a Mazón y a Feijóo

El presidente de la Generalitat se va tal como gobernó, con mentiras, cobardía y echando barro y lodo sobre otros

03 de Noviembre de 2025
Actualizado a las 11:19h
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Carlos Mazón durante una declaración institucional. El arte de saber irse
Carlos Mazón durante una declaración institucional

Carlos Mazón ya es historia. Su comparecencia institucional para comunicar que abandona el cargo de presidente de la Generalitat ha sido el punto y final a un año de vergüenza y de bochorno. Ni en su última aparición pública ha sido capaz de decir la verdad. Se va como gobernó. Mintiendo al pueblo valenciano (lamentable eso de que nadie le avisó de que el barranco del Poyo se estaba desbordando), mintiendo a las víctimas y mintiéndose a sí mismo. Carlos Mazón ha terminado por creerse su propio delirio. Ni siquiera ha tenido el valor de pronunciar la palabra “dimisión”. En ningún momento ha dejado claro que pone su cargo a disposición del partido. Son los demás los que tendrán que deducir o inferir que lo deja por frases indirectas y enrevesados circunloquios, como eso de que se abre un nuevo tiempo para elegir al nuevo president o que ni él ni su familia soportan la presión por más tiempo.

En décadas de democracia, nunca se había visto una dimisión tan extraña y tan cobarde. No ha tenido ni el valor de recordar a las víctimas y su reconocimiento del “error” por no haber suspendido su agenda con todos sus actos públicos y privados aquel día nefasto de la riada se antoja totalmente insuficiente. Si Mazón es un hombre que se equivocó en el momento más trascendental de la historia o solo una mala persona insensible con el sufrimiento ajeno es algo ya intrascendente. Lo único importante es que es un gobernante incompetente, y eso lo sabemos porque no estaba donde tenía que estar, en el puesto de mando del Cecopi, y no en un restaurante de lujo dándose a la buena mesa y a los buenos caldos.

Las mentiras de Mazón no se sostienen, entre otras cosas porque la jueza de Catarroja ya ha hecho un relato de los hechos del 29 de octubre en el que apunta directamente a la responsabilidad de la Generalitat valenciana en las 229 muertes por no haber activado el sistema telemático de alerta masiva a la población ante inundaciones. Mazón se va, o eso parece (como decimos, no ha formalizado su dimisión), pero lo deja todo en el aire: no sabemos si abandona el escaño o lo mantiene para reservarse el aforamiento y preparar su defensa ante la jueza; no sabemos cuándo se produce el traspaso de poder; no sabemos cuándo serán las elecciones; y no sabemos el nombre del candidato sustituto. Fue un president desordenado, desmañado y torpe con la agenda y lo ha sido hasta el final.

Con este movimiento, Mazón solo busca blindarse judicialmente. Solo por eso, para garantizarse una defensa jurídica ante su posible imputación judicial, ha estado aguantando en el cargo durante un año, que se le ha hecho eterno a la sociedad valenciana. Su último acto de cobardía ocurrió la pasada semana durante el funeral de Estado, donde tuvo que hacer frente a los gritos e insultos de “cobarde y rata” de la ciudadanía indignada que dictaba sentencia. De no haber estado presentes los reyes Felipe y Letizia en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, aquello podría haber terminado como el rosario de la aurora, ya que la tensión en la calle es insoportable con constantes manifestaciones de protesta seguidas por decenas de miles de personas que exigen la dimisión del ex molt honorable cada fin de semana. De ahí que su discurso de dimisión sin dimitir haya empezado con un agradecimiento al rey. Solo la presencia de la Familia Real evitó que el funeral de Estado transcurriera con cierta normalidad y no terminara siendo otro airado grito de protesta contra quien ha estado aferrado al poder por intereses personales. Las víctimas le habían dicho que no fuera, que se quedara en su casa porque no era bien recibido. Él fue para convertir el funeral en un acto de propaganda (hasta ahí llega su psicopatía política), eso sí, parapetándose detrás de los monarcas.

En lo que sí acierta el dimisionario es en que se abre un nuevo tiempo en el PP valenciano y en consecuencia en el PP nacional. Ayer domingo, Feijóo mantuvo una larga conversación con su barón levantino, una charla en la que, según todas las fuentes, lo invitó a dimitir. Pero sin duda la estocada final se la han dado Salomé Pradas (su consellera que parece dispuesta a tirar de la manta) y Maribel Vilaplana, la periodista con la que comía en El Ventorro el día de la dana y que hoy declara ante la jueza de Catarroja. La acompañante de Mazón tendrá que aclarar cuánto tiempo estuvieron juntos y si el president se preocupó de atender debidamente a la emergencia nacional. El tique del aparcamiento que aportará Vilaplana, y que marca oficialmente cuánto se alargó aquella comida, será la sentencia condenatoria del president. Nunca el parking de un coche salió tan caro.

Entre tanto, ya suenan nombres de posibles sustitutos. Vicente Mompó, actual presidente de la Diputación de Valencia, y la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, son los mejor situados en las quinielas. Si sale Mompó, será el PP valenciano quien lo imponga sobre el deseo de Feijóo, que apuesta por Catalá. Ahí hay otro indicio claro para saber si el actual dirigente del PP ostenta un liderazgo fuerte y decidido capaz de imponer su criterio sobre las baronías territoriales o es solo una marioneta en manos de otros.

Mompó suena como candidato de consenso por los dirigentes provinciales del PP valenciano en lo que algunos medios han interpretado como un gesto de rebeldía frente a la dirección nacional. Se abre una herida sangrante en el flanco este del Partido Popular, una situación que solo beneficia a una parte: a Vox, que sigue ganando terreno a costa de la fuga de votantes populares. La crisis abierta en la derecha española es monumental. Una barrancada política que lo arrastra todo a su paso. Feijóo pudo haberla contenido hace un año cortándole la cabeza a su delfín alicantino; no lo hizo y de aquellos polvos estos lodos.

Poco esperábamos de Mazón y no ha defraudado. Tenía que irse y se ha ido como ha gobernado: sucio de barro y tratando de ensuciar a los demás. Habrá que estudiar eso que ha dicho de que no pidió el estado de emergencia porque Feijóo se lo desaconsejó. Semejante confesión exige una aclaración inmediata. Porque quizá no sea solo Mazón el que se ha hundido en el lodazal de la dana, sino que en su intento por no ahogarse puede que haya arrastrado consigo al jefe de Génova, que sigue temblando ante un temporal que dura ya un año y que no parece amainar.

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