Alberto se está cargando el PP

La estrategia del bandazo del líder conservador no da frutos en las encuestas de intención de voto y Vox amenaza con darle el sorpasso al Partido Popular

14 de Octubre de 2025
Actualizado el 15 de octubre
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Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso en un acto público
Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso en un acto público

En el PP se ha instaurado la mentira como forma de hacer política. “Mentir no es ilegal”, filtran fuentes populares tras conocerse que MAR, el Rasputín de Ayuso en la sombra, se inventó un bulo: que la Fiscalía había ofrecido un pacto al novio de la presidenta madrileña para rebajar sus penas por delito fiscal. En Génova ya chapotean felices y contentos en el barro de la patraña, como buenos aprendices de trumpistas que son. Y Abascal frotándose las manos.

Feijóo no va por buen camino. Su estrategia del bandazo o pollo sin cabeza no la entiende nadie en el partido, ni los duros ayusistas ni los moderados, si es que queda alguno. La pasada semana fue un calvario para él. El gallego fue de disparate en disparate, desde mostrarse tibio con el genocidio de Gaza hasta caer en la más descarada ambigüedad o indefinición con el tema del aborto (un marrón que le había endosado el alcalde Almeida), pasando por su pasotismo con el feo asunto de los cribados y las mamografías de Andalucía, otro monumental escándalo que amenaza con llevarse por delante a su delfín andaluz, el suavón Juanma Moreno (hoy suavón, mañana quién sabe, quizá no tarde en mostrar su rostro más feroz, como pasa con todos los barones del PP cuando se encuentran en apuros y ven amenazado su poder). Todo hombre de derechas lleva a un lobo (despierto o dormido) dentro de sí.

Ya no cabe ninguna duda. Feijóo es un auténtico desastre con la estrategia, un “fistro duodenal”, como diría el gran Chiquito de la Calzada. Prueba de ello es que está llevando al partido al borde del precipicio. Abascal ya le supera en las encuestas de líderes más valorados y Vox está a un par de telediarios de los de Telepedro de darle el sorpasso al PP. El gallego no da una a derechas, nunca mejor dicho. Cuando la lógica le aconsejaba fulminar a Carlos Mazón por su gestión chapucera y ventorrera de la riada de Valencia, lo ratificó en el cargo. Cuando la lógica pedía que se desmarcara del mensaje racista propalado por la extrema derecha a cuenta de la inmigración, Feijóo se abrazó miserablemente al discurso xenófobo/populista para no perder votos. Y cuando lo que tocaba era marcar perfil propio y distancias con los neofascistas (como hacen los liberales en Europa), él se pegó a ellos abriendo la puerta al monstruo a las instituciones democráticas. Últimamente ha ido de charco en charco, como cuando Donald Trump avaló el genocidio palestino, poniendo encima de la mesa su infame plan de colonización/urbanización de la Franja de Gaza, y él no dijo ni mu. En el tema palestino no ha llegado a los momentos delirantes propios de la niña del exorcista Ayuso, que ha destilado toda su verborrea sionista con graves insultos de bilduetarras, subvencionados y vagos perroflautas contra los héroes de la Flotilla, pero poco le faltó.

La semana pasada fue aciaga para él y terminó con un pase de pecho de Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados, su famoso “ánimo Alberto” para la historia con el que el presidente socialista se ventiló la intervención de Feijóo, anulando el atronador minuto de aplausos que le dedicaron al líder conservador sus compañeros de la bancada popular. Con ese “ánimo Alberto”, Sánchez vino a demostrarle al jefe de la oposición que todavía se siente fuerte y seguro (pese a que la UCO sigue sacándole chistorras, lechugas y soles al dúo Ábalos y Koldo) y que los mismos que aplauden acaloradamente al dirigente popular, en el hemiciclo, conspiran contra él, tal como ya ocurrió con Pablo Casado, al que dieron el descabello en los toriles de Génova el mismo día que lo sacaron a hombros, entre vítores y olés, del ruedo parlamentario.

A estas alturas de la película ya podemos decir que Alberto Núñez Feijóo no es el hombre que necesita su partido. Tampoco España. Las bases no confían en él, ni en su proyecto, ni en su liderazgo, y no ven el día que lo larguen para colocar a Ayuso como candidata a la Moncloa. Mientras tanto, Abascal le va comiendo la tostada. Está visto que el gallego no puede con el ultra. Cada vez que Feijóo le tira una sutil chinita al Caudillo de Bilbao, o le obsequia con un discreto reproche, o le dedica un cachete más o menos elegante, este le responde con un zasca mítico. Una dentellada capaz de arrancarle un brazo. El pasado domingo, Día de la Fiesta Nacional, el gallego tuvo la ocurrencia de decir que a Vox se le “ha ido la pinza” y que ya es como Bildu porque su máximo líder no acude al desfile militar, da plantón al rey Felipe, se va de francachelas con los de la bandera del pollo y hace la pinza mutua y descarada con Sánchez para terminar de enterrar al PP. Para qué fuiste a hablar, Alberto. Abascal le preguntó si es que se había dado “un golpe en la cabeza” o qué (ridiculizándolo a tope) y de paso le recordó que “la única pinza” por la que está preocupado es “la que tienen en la nariz muchos votantes del PP que son estafados por Feijóo con la idea del voto útil”. El hostión dialéctico del dirigente ultraderechista se escuchó hasta en la Trump Tower, sede del nuevo fascismo internacional.

Hace tiempo que el líder del PP fracasa una y otra vez en su relación con Vox. Tan pronto lo tilda de partido radical como pacta con él para mantener sus gobiernos regionales. Y esa estrategia propia del chaquetero (estos son mis principios, si no le gustan tengo otros, que diría Groucho) es percibida por el votante conservador como un signo de debilidad y de poco empaque político. Es metafísicamente imposible que una fuerza política sea antisistema y peligrosa para el Régimen del 78 y al mismo tiempo idónea para garantizar la estabilidad gubernamental. Fruto de esa esquizofrenia, de ese síndrome de Estocolmo (Feijóo está secuestrado por los ultras y aún no lo sabe), son los malos datos de las últimas encuestas sobre intención de voto, que anticipan un posible sorpasso de Vox al PP. Y no solo lo dice la cocina demoscópica de Tezanos (cuyos platos hay que probarlos con toda precaución por indigestos), sino los sondeos de los medios de la caverna. Hoy mismo, Feijóo se ha ido corriendo a presentar su programa xenófobo sobre inmigración, que es calcado al de Vox. “El que tiene contrato se queda, el que no se va”. No tiene remedio este gallego con complejo de inferioridad hacia los ultras. Lo dicho: ánimo, Alberto.

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