La cámara no siempre enfoca igual

El techo de cristal del cine español ni se agrieta ni se disimula, las mujeres siguen dirigiendo con menos dinero, ocupando menos poder y desapareciendo antes de la pantalla

08 de Octubre de 2025
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La cámara no siempre enfoca igual

La fotografía fija del cine español en 2025 sigue siendo un retrato desigual. El informe presentado por CIMA evidencia que el aumento en presencia femenina dentro del sector no se traduce en influencia ni en equidad real. Las cifras maquillan poco: menos presupuesto, menos visibilidad, más estereotipos. La brecha no es estética, es estructural.

Presencia sin poder

El 38 % de participación femenina en el sector audiovisual podría interpretarse como avance si no se observara su distribución interna. La proporción de mujeres cae en picado en cuanto se cruza el umbral del poder creativo. Dirección, producción y guion están lejos de la paridad, con un retroceso significativo respecto al año anterior. La imagen es nítida: las mujeres están, pero no deciden.

La caída del 32 al 29 % en los puestos clave refleja una realidad incómoda. El cine español les reserva espacio, pero no autonomía. La mayoría de las decisiones siguen tomadas por hombres, incluso cuando la historia en pantalla la protagonizan mujeres. La narrativa, muchas veces, se escribe desde fuera.

Pero además, las que logran rodar, lo hacen en desventaja: las películas dirigidas por mujeres manejan un 24 % menos de presupuesto. Traducido al lenguaje del sector, eso implica menos tiempo, menos medios, menos margen para fallar. El resultado es un cine que debe ser brillante para ser visible. La mediocridad sigue siendo un privilegio masculino.

Juventud o nada

La discriminación no solo se mide en los créditos. También se manifiesta en los rostros que aparecen frente a la cámara. El informe revela que la presencia femenina en papeles protagonistas se reduce drásticamente a partir de los 45 años, mientras los hombres mantienen su visibilidad incluso en edades más avanzadas.

La tendencia a rejuvenecer a los personajes alimenta un modelo aspiracional que no tiene correlato con la realidad. La juventud es representada como virtud femenina, mientras que en los hombres, la edad suma autoridad. El patrón no es nuevo, pero se perpetúa con eficacia. En la ficción, ellas envejecen fuera de plano.

Este sesgo no se limita a la edad. La diversidad corporal, funcional o racial sigue siendo residual. La presencia de personas racializadas o con discapacidad apenas se insinúa en pantalla. Y cuando aparece, lo hace como excepción o subtexto. El cine sigue contando la misma historia con las mismas caras.

Productoras públicas, cuentas pendientes

Una de las brechas más evidentes está en el reparto del apoyo institucional. RTVE, Atresmedia y Telecinco Cinema presentan un porcentaje de respaldo a películas dirigidas por mujeres que apenas supera el 36 %. Las plataformas privadas tampoco empujan demasiado, con la excepción de Filmin y Movistar Plus+, que, sin grandes proclamas, muestran una apuesta más clara por la paridad en sus decisiones de producción.

Que el sector público mantenga porcentajes tan bajos revela más que un sesgo: delata una falta de voluntad política sostenida. No basta con anunciar cuotas o protocolos. Las decisiones que importan no se tuitean, se ejecutan con contratos y asignaciones presupuestarias.

La industria no puede excusarse en la falta de talento, lo hay. Lo que falta no son referentes, sino espacio, tiempo y financiación para que sus trayectorias no dependan del milagro.

Igualdad no es presencia

El problema no es la falta de mujeres, sino su ubicación. Vestuario, maquillaje, peluquería… los departamentos feminizados mantienen sus porcentajes en torno al 80 %. En cambio, sonido, efectos especiales, guion o dirección siguen siendo dominios mayoritariamente masculinos. La segmentación no ha desaparecido, solo se ha ordenado mejor.

La igualdad no se mide solo por el número, sino por la posición. Estar no equivale a influir. Que aumente la presencia de mujeres en el sector es un dato relevante, pero insuficiente. Si ese crecimiento se detiene justo en los niveles de poder, la conclusión es clara: hay un sistema que tolera la incorporación, pero frena la autoridad.

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