Los autónomos españoles, a medio camino entre protección social y asfixia fiscal: qué modelos europeos funcionan mejor

España cuenta con el sistema de protección más completo de Europa, pero sus autónomos enfrentan una presión fiscal del 49% (muy por encima de la media continental) y un poder adquisitivo inferior al de países con cargas tributarias similares.

17 de Octubre de 2025
Actualizado a las 15:20h
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Los autónomos españoles, a medio camino entre protección social y asfixia fiscal: qué modelos europeos funcionan mejor

Ser autónomo en España significa acceder a una red de protección social sin parangón en Europa, pero también soportar una de las cargas fiscales más elevadas del continente. Mientras que un trabajador por cuenta propia español paga entre 200 y 590 euros mensuales de cuota (sin contar IRPF e IVA), sus homólogos en Francia, Reino Unido o Dinamarca operan bajo esquemas mucho más flexibles, con periodos de gracia, exenciones totales para ingresos bajos y cuotas calculadas exclusivamente sobre beneficios reales. Esta paradoja ha colocado a España en una encrucijada: ofrece el mejor escudo de protección social de la UE, pero a un precio que limita la competitividad y el crecimiento del colectivo.

El contexto español: protección social de primera, presión fiscal récord
España cuenta actualmente con más de 3,4 millones de autónomos, lo que representa el 18,3% de los trabajadores afiliados a la Seguridad Social. Este colectivo es el tercero de Europa en proporción, solo superado por Italia y Grecia. Sin embargo, el modelo español presenta una característica única: la cuota obligatoria de autónomos cubre todas las contingencias posibles (pensión de jubilación, incapacidad temporal, desempleo (cese de actividad), maternidad, paternidad, accidente de trabajo, invalidez y viudedad), algo que no ocurre en prácticamente ningún otro país europeo.
Según datos oficiales, un autónomo español que cotiza por la base mínima (actualmente entre 200 y 294 euros mensuales, dependiendo de sus ingresos) tiene derecho a las mismas prestaciones que un trabajador asalariado. La baja por maternidad, por ejemplo, ofrece el 100% de la base reguladora durante 16 semanas, con bonificación del 100% de la cuota durante ese periodo. La incapacidad temporal se cubre desde el cuarto día de baja, mientras que en países como Alemania, Italia o Países Bajos no está incluida en la cotización básica y requiere seguros adicionales.
Sin embargo, esta amplia cobertura tiene un coste elevado. Según el informe Paying Taxes 2017 del Banco Mundial y PwC, la carga fiscal total de los autónomos españoles alcanza el 49% de sus ingresos, frente a una media europea del 40,3%. Esta presión se compone de la cuota a la Seguridad Social (que representa un 29,8% de la base de cotización), el IRPF (que puede llegar al 47% en rentas altas) y el IVA (con un tipo general del 21%). A esto se suma el Mecanismo de Equidad Intergeneracional (MEI), que añade un 0,8% adicional a la cotización desde 2023.
La comparativa europea es reveladora. En Luxemburgo, la carga fiscal para autónomos es del 20,8%; en Portugal, del 39,8%; en Alemania, entre el 14% y el 45%; en Irlanda, solo el 4% de los ingresos. Incluso en Italia, donde la presión fiscal general alcanza el 62%, los autónomos no pagan una cuota fija obligatoria, sino únicamente un impuesto sobre la renta del 20% de su facturación anual.

Qué pagan y qué reciben los autónomos en otros países
El panorama europeo muestra esquemas muy diversos, con ventajas y desventajas según el país:
Francia destaca por su primer año gratuito. Los autónomos franceses no pagan cuota durante los primeros 12 meses de actividad y reciben gratuitamente asistencia sanitaria, cobertura de jubilación e incapacidad temporal durante ese periodo. Pasado el primer año, la cotización se calcula sobre el volumen de negocio: un 12% para actividades comerciales y un 22% para servicios profesionales. Además, los autónomos deben abonar el CFE (equivalente al IRPF español), que varía del 14,5% para quienes facturan menos de 7.000 euros anuales hasta el 48% para ingresos superiores a 80.000 euros. Este sistema progresivo permite a los pequeños emprendedores consolidar su actividad antes de asumir costes elevados.
Reino Unido aplica uno de los modelos más flexibles de Europa. Los autónomos británicos con beneficios inferiores a 6.845 libras anuales (unos 8.000 euros) no tienen obligación de cotizar. Por encima de ese umbral, pagan dos tipos de contribuciones: la Clase 2 (3,50 libras semanales, unos 182 euros al año) y la Clase 4, que grava con un 6% los beneficios entre 12.570 y 50.270 libras anuales, y solo un 2% por encima de esa cifra. Sin embargo, las prestaciones son limitadas: cubre pensión estatal básica y baja por maternidad, pero no incluye incapacidad temporal ni desempleo.
Alemania exige una cuota fija de 140 euros al mes para quienes ganan más de 1.700 euros mensuales. A esto se suma la obligación de contratar un seguro médico privado, cuyo coste oscila entre 150 y 200 euros mensuales. La pensión básica está cubierta, pero las prestaciones por incapacidad temporal, accidente de trabajo o maternidad requieren seguros adicionales de pago. El sistema alemán es considerado “medio-alto” en coste, pero ofrece flexibilidad a los autónomos con ingresos bajos.
Dinamarca representa el extremo opuesto. El registro como autónomo es gratuito y no existen cuotas mensuales fijas. Los autónomos daneses pagan impuestos exclusivamente sobre sus beneficios, con tipos que oscilan entre el 25% y el 50%. A cambio, acceden a sanidad universal, pensión estatal y todas las prestaciones sociales estándar. Dinamarca lidera el ranking de los mejores países de Europa para emprendedores según el informe Doing Business 2017 del Banco Mundial.
Estonia ha revolucionado el emprendimiento europeo con su programa de e-Residency, que permite a cualquier persona del mundo crear y gestionar una empresa estonia de forma 100% online en solo 15 minutos. El sistema fiscal estonio no grava los beneficios no distribuidos (0% de impuesto de sociedades sobre beneficios reinvertidos), lo que fomenta el crecimiento empresarial. Los autónomos pagan entre un 20% y un 33% de sus ingresos en cotizaciones sociales, con acceso a pensión y sanidad. La combinación de baja burocracia, digitalización total y fiscalidad favorable ha convertido a Estonia en el país con mayor “facilidad de emprendimiento” de la UE.
Irlanda ocupa el séptimo puesto mundial en facilidad para crear empresas. Los autónomos irlandeses pagan solo un 4% de sus ingresos anuales (con un mínimo de 500 euros al año si superan los 5.000 euros de facturación). Las prestaciones incluyen sanidad, pensión, maternidad y viudedad, pero no desempleo. Además, el impuesto de sociedades es del 12,5%, uno de los más bajos de Europa, y no se exige capital mínimo para constituir una sociedad limitada.
Portugal ofrece otro modelo atractivo. Los autónomos portugueses están exentos de pagar cuotas durante el primer año de actividad. Posteriormente, abonan el 21,4% sobre el 70% de sus ingresos trimestrales (es decir, un 14,98% efectivo sobre ingresos brutos). El sistema cubre pensión, sanidad, incapacidad temporal y maternidad. Sin embargo, los impuestos sobre la renta (IRS) son elevados, llegando al 48% en rentas altas.
Países Bajos aplica un sistema minimalista: los autónomos pagan 82,25 euros (2025) a la Cámara de Comercio la primera vez que se inscriben. Este importe cubre algunas prestaciones, tienen una red de protección social básica obligatoria (pensión, sanidad, supervivencia, maternidad), pero no tienen cobertura automática de desempleo ni incapacidad temporal, por lo que están obligados a contratar un seguro médico privado (unos 159 euros mensuales aproximadamente) y seguros adicionales para otras contingencias. No existe derecho a baja por enfermedad. Desde 2030, se prevé que el seguro de incapacidad laboral sea obligatorio, con un coste estimado de unos 170 euros al mes. 
Italia ha cambiado recientemente su sistema. Hasta 2022, los autónomos italianos no pagaban cuota fija, solo el impuesto sobre la renta. Actualmente, quienes ganan menos de 4.800 euros anuales están exentos; entre 15.000 y 28.000 euros pagan el 27%; entre 28.000 y 55.000 euros, el 38%; y por encima de 75.000 euros, el 43%. Sin embargo, la presión fiscal total en Italia alcanza el 62%, la penúltima de Europa.
Finlandia ofrece una protección social integral, pero con cuotas elevadas: los autónomos pagan el 24,10% de sus ingresos netos al seguro de pensiones, más entre el 1,30% y el 1,53% adicional para el seguro de salud (total del 25,6%). A cambio, acceden a un sistema robusto de prestaciones que incluye sanidad, pensión, IT y desempleo.

Poder adquisitivo y coste de vida: el factor clave
No basta con comparar cuotas y prestaciones; es imprescindible analizar el poder adquisitivo real de los autónomos en cada país. Según datos de Eurostat, España ha caído hasta el puesto 26 de los 27 países de la UE en consumo individual efectivo ajustado a paridad de poder adquisitivo, con solo el 85% de la media europea. Entre 2018 y 2023, España retrocedió un 6,3% en este indicador, mientras que países como Polonia (+23,3%), Lituania (+22,6%) o Estonia (+21,1%) experimentaron subidas notables.
Esto significa que, aunque un autónomo español pague cuotas similares a las de un homólogo alemán o danés, su capacidad real de consumo es significativamente inferior. Luxemburgo lidera el ranking europeo con precios un 51% superiores a la media de la UE, pero con un poder adquisitivo del 151%. Dinamarca, con precios un 42% superiores a la media, mantiene un poder adquisitivo del 112% gracias a salarios elevados y alta productividad. En contraste, España presenta precios cercanos a la media europea, pero ingresos y salarios por debajo, lo que erosiona la capacidad económica de autónomos y pymes.
Los países nórdicos (Dinamarca, Finlandia, Noruega, Suecia) tienen los costes de vida más altos de Europa, pero también los sistemas de protección social más completos y los salarios más elevados. Alemania, Francia y Países Bajos se sitúan en la zona alta-media, con buen equilibrio entre costes, ingresos y protección. España, Portugal e Italia ocupan posiciones medias-bajas en poder adquisitivo, pero con cargas fiscales elevadas.

El mejor modelo: equilibrio entre protección, coste y facilidad
No existe un “sistema perfecto” universal, pero sí modelos que destacan por su equilibrio entre protección social, carga fiscal y facilidad para emprender:
Dinamarca lidera por su combinación de registro gratuito, ausencia de cuotas fijas, impuestos progresivos sobre beneficios reales y protección social integral. Los autónomos daneses disfrutan de sanidad universal, pensión completa y todas las prestaciones estándar sin pagar cuotas mensuales obligatorias. El sistema se financia íntegramente a través de impuestos sobre beneficios, lo que garantiza que solo quien gana contribuye. Además, Dinamarca ocupa el puesto número 3 mundial en facilidad para hacer negocios.
Estonia destaca por su innovación digital y fiscalidad favorable al crecimiento empresarial. Su programa de e-Residency permite a emprendedores de todo el mundo crear empresas en la UE sin burocracia, gestionarlas 100% online y beneficiarse del 0% de impuesto de sociedades sobre beneficios no distribuidos. Más de 130.000 e-residentes han creado ya unas 38.000 empresas estonias. El sistema estonio fomenta la reinversión, el crecimiento empresarial y la escalabilidad internacional, convirtiéndolo en el más “amigable” para startups y autónomos digitales.
Irlanda combina baja fiscalidad (4% de cotización, 12,5% de impuesto de sociedades), ausencia de capital mínimo para crear empresas y acceso al mercado único europeo. Las prestaciones incluyen sanidad, pensión y maternidad, aunque no desempleo. Su entorno regulatorio favorable y su ecosistema de innovación la convierten en uno de los destinos preferidos de emprendedores europeos.
Reino Unido, pese al Brexit, mantiene un modelo flexible con exención total de cuotas para ingresos bajos, cotizaciones progresivas (6% hasta 50.270 libras, 2% por encima) y baja burocracia. Sin embargo, las prestaciones son limitadas comparadas con España o los países nórdicos.
Francia y Portugal destacan por su primer año gratuito, que facilita el arranque de nuevos negocios sin costes fijos iniciales. Ambos países ofrecen protección social robusta (sanidad, pensión, IT, maternidad) a cambio de cotizaciones progresivas basadas en ingresos reales.
En el extremo opuesto, Italia sufre la presión fiscal más alta de Europa (62%), con un sistema complejo y escasa protección comparada con el coste. Países Bajos, aunque tiene un coste inicial bajo (50 euros al año), obliga a los autónomos a contratar múltiples seguros privados, lo que encarece el sistema y limita el acceso a prestaciones.
 

Qué reformas necesita España para equipararse a los mejores modelos
Para alcanzar el equilibrio de países como Dinamarca, Estonia o Irlanda, España debería abordar las siguientes reformas estructurales:
1. Simplificación administrativa y digitalización total. España requiere siete trámites burocráticos y una media de 14 días para darse de alta como autónomo, frente a los dos trámites de Suecia o Eslovenia. Digitalizar el proceso completo —al estilo estonio— reduciría costes, tiempos y barreras de entrada.
2. Introducción de un periodo de gracia fiscal al inicio de la actividad. Francia, Portugal y otros países ofrecen el primer año gratuito o con bonificaciones muy elevadas para facilitar el arranque empresarial. España cuenta con la “tarifa plana” de 80 euros durante 12 meses, pero podría extenderse a 18-24 meses y cubrir también IRPF e IVA en los tramos más bajos.
3. Cotización 100% sobre ingresos reales sin cuotas mínimas. La reforma actual avanza en esta dirección, pero mantiene cuotas mínimas obligatorias incluso para quienes ganan menos de 670 euros al mes (217 euros de cuota en 2026). Modelos como el británico o el danés eximen totalmente de cuotas a quienes no alcanzan umbrales mínimos de ingresos.
4. Reducción de la presión fiscal global al nivel de la media europea. España debe rebajar su carga fiscal del 49% actual al 40% europeo mediante deducciones más amplias, reducciones en tipos del IRPF para autónomos y eliminación de recargos como el MEI. La presión fiscal del 37,3% española (según OCDE) supera la de la mayoría de países desarrollados y desincentiva el emprendimiento.
5. Reforma del cese de actividad para convertirlo en un verdadero “desempleo” del autónomo. Actualmente, el cese de actividad español tiene requisitos muy restrictivos y cobertura limitada. Países como Portugal, Finlandia y Suecia ofrecen prestaciones por desempleo equiparables a las de asalariados. España debe facilitar el acceso, ampliar la duración y aumentar las cuantías.
6. Bonificaciones fiscales estructurales para autónomos con ingresos bajos. Irlanda (4% de cotización), Reino Unido (exención hasta 6.845 libras) y Dinamarca (sin cuota fija) protegen especialmente a los autónomos más vulnerables. España debería establecer bonificaciones permanentes (no temporales) para autónomos con rendimientos netos inferiores al SMI.
7. Creación de un sistema de “ventanilla única digital” al estilo estonio. La e-Residency estonia permite crear empresas, firmar contratos, declarar impuestos y gestionar toda la actividad desde un portal único online. España podría replicar este modelo mediante una plataforma que integre Seguridad Social, Hacienda, registros mercantiles y bancos.
8. Eliminación de trabas burocráticas y reducción de obligaciones formales. Los cambios en el IVA para 2025 buscan simplificar el régimen de autónomos y reducir el papeleo. Esta línea debe profundizarse eliminando declaraciones trimestrales redundantes y automatizando al máximo los procesos tributarios.
9. Fomento de la cultura emprendedora mediante incentivos fiscales a la reinversión. El modelo estonio (0% de impuesto de sociedades sobre beneficios no distribuidos) incentiva el crecimiento empresarial. España podría aplicar tipos reducidos del IRPF o del impuesto de sociedades a los beneficios que los autónomos reinviertan en su negocio.
10. Equiparación total de derechos laborales entre autónomos y asalariados. Aunque España lidera en protección social, persisten asimetrías en prestaciones por desempleo, accidentes de trabajo y formación continua. La UE impulsa la equiparación total de derechos como parte del Pilar Europeo de Derechos Sociales.
España ha construido el sistema de protección social más completo de Europa para autónomos, una fortaleza que debe preservarse. Sin embargo, la sostenibilidad del modelo exige reformas que reduzcan la carga fiscal, simplifiquen los procesos administrativos y fomenten el emprendimiento. Los ejemplos de Dinamarca, Estonia e Irlanda demuestran que es posible combinar protección social robusta con baja burocracia, fiscalidad progresiva y facilidad para emprender. España tiene la oportunidad de liderar un modelo híbrido que mantenga su amplia cobertura social pero la haga compatible con la competitividad y el crecimiento económico de sus más de 3,4 millones de autónomos.

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