Conducir es mucho más que llevar un vehículo de un punto a otro. Es compartir un espacio con miles de personas que, al igual que nosotros, confían en que las normas se cumplan y que cada gesto sea previsible. Sin embargo, las prisas, la costumbre o la simple distracción hacen que adquiramos hábitos que no solo molestan, sino que también pueden poner en peligro la vida de otros y la nuestra.
A veces se trata de pequeñas manías que creemos inofensivas: no usar bien las luces, pegarse demasiado al coche de delante o circular por el carril equivocado. Pero todas esas actitudes, tan frecuentes en las carreteras, pueden acabar en un accidente o en una multa que, en algunos casos, supera los 200 euros.
Luces mal usadas, peligro asegurado
Uno de los errores más comunes es el uso incorrecto de las luces antiniebla y las largas. Las primeras, especialmente las traseras, solo deben encenderse cuando la visibilidad sea tan reducida que apenas se vea a veinte metros de distancia. Utilizarlas sin necesidad puede deslumbrar y confundir a otros conductores, que pueden creer que se trata de una frenada.
Lo mismo ocurre con las luces largas o de carretera. Su objetivo es iluminar zonas oscuras cuando no hay tráfico cercano, pero mantenerlas encendidas al cruzarnos con otro vehículo o al circular detrás de él puede provocar deslumbramientos peligrosos. La norma es clara: deben apagarse cuando otro coche se acerque a menos de 150 metros o si la vía está suficientemente iluminada. El mal uso de cualquiera de estas luces se considera infracción grave y puede acarrear sanciones económicas.
La distancia de seguridad, el olvido más caro
Otro hábito extendido es conducir demasiado cerca del vehículo delantero. Mantener una distancia adecuada es esencial para reaccionar a tiempo ante cualquier imprevisto. Una regla sencilla para calcularla consiste en dividir la velocidad entre diez y multiplicar el resultado por sí mismo. Por ejemplo, a 100 km/h, lo recomendable serían unos 100 metros de separación. Si la carretera está mojada, conviene duplicar esa distancia.
No respetar el espacio mínimo no solo aumenta el riesgo de colisión, sino que también genera nerviosismo tanto en quien va delante como en quien va detrás. De hecho, se estima que una parte importante de los accidentes en carretera se deben a esta falta de margen. Además, la ley castiga esta conducta con multas de hasta 200 euros y la pérdida de puntos en el carné.
Carriles mal ocupados y rotondas caóticas
En autopistas y autovías, la norma básica es circular por el carril derecho y usar los centrales o el izquierdo solo para adelantar o preparar una salida. Sin embargo, es habitual ver a conductores que permanecen en los carriles intermedios sin motivo, obstaculizando la fluidez del tráfico y obligando a otros vehículos a realizar maniobras arriesgadas.
Algo parecido ocurre con las rotondas. Muchos vehículos entran o salen por el carril interior, cuando la normativa indica que solo debe hacerse por el exterior salvo que una señal disponga lo contrario o el carril derecho esté congestionado. Ignorar esta regla puede provocar colisiones laterales y multas considerables. Además, si se produce un accidente, la responsabilidad suele recaer sobre quien maniobró incorrectamente.
Ruido y distracciones: enemigos invisibles
La música alta es otro de esos hábitos que parecen inofensivos pero resultan molestos y peligrosos. No solo perturba a los demás, también reduce nuestra atención y puede impedir que escuchemos señales acústicas de emergencia o advertencias de otros conductores. Las sanciones por exceso de ruido pueden alcanzar cifras sorprendentes, dependiendo del nivel de decibelios.
Además, el tipo de música que escuchamos influye en nuestra forma de conducir: los ritmos rápidos pueden aumentar la agresividad al volante, mientras que las melodías demasiado lentas pueden favorecer la somnolencia. En cualquier caso, mantener un volumen moderado es siempre una decisión sensata.
Convivir al volante
Conducir exige responsabilidad, paciencia y empatía. Cada maniobra, cada gesto, tiene consecuencias para quienes nos rodean. Mantener las distancias, señalizar correctamente, utilizar las luces de forma adecuada y respetar los límites de ruido no son simples recomendaciones: son pautas básicas de convivencia y seguridad.
El tráfico se vuelve caótico cuando cada persona actúa como si la carretera le perteneciera. Las normas están para recordarnos que compartimos ese espacio, y que un exceso de confianza o un despiste puede tener un coste alto.
En definitiva, evitar ser un conductor molesto no es solo cuestión de educación vial, sino de respeto y de conciencia colectiva. Unas luces bien usadas, una distancia prudente o una música moderada no cuestan nada y, sin embargo, pueden evitar accidentes y salvar vidas. Porque la seguridad, en la carretera, empieza en cada pequeño gesto que decidimos hacer bien.