España se encuentra entre las diez primeras posiciones de países con más divorcios en Europa y en el mundo. Se registran 1,8 por mil habitantes en 2024. Las comunidades donde más rupturas se contabilizan son Canarias, Baleares, Cataluña, y las comunidades de Madrid y Valencia. Donde menos encontramos, las dos Castilla y La Rioja.
El incremento de divorcios, 82.991 en 2024 –8,2% más que durante 2023, según el Instituto Nacional de Estadística (INE)– es relativo. El Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) los eleva hasta los 95.650 en 2024. Ambos números se refieren a los de matrimonios.
Las parejas no casadas, más los divorcios pactados en notarías (desde 2015 es posible tras acuerdo, a los tres meses de la boda, sin hijos menores o con discapacidad dependiente) duplicarían el número hasta los 200.000 por año, según admiten los expertos.
Según el CGPJ, en 2024 los divorcios pactados fueron el 79,8%, mientras que el 20,2% fueron contenciosos. Los pleitos bascularon en su mayoría sobre la custodia y régimen de visitas de los menores, liquidación, tasación y reparto de bienes comunes, de deudas más el destino de la vivienda que albergó a la pareja.
La custodia compartida se aplica en España desde la Ley 15/2005. Se inserta en el Código Civil tras consolidarse jurisprudencialmente por reiterarse en sentencias del Tribunal Supremo cuya médula sea el beneficio del menor como bien más considerable.
Es reclamada por muchos padres como parte de una venganza fría para no pagar pensión alimenticia, alternar el uso del antiguo hogar conyugal en su favor y hacer daño a las madres
Hecha la ley, hecha la… Partiendo de la base de que el divorcio entraña un fracaso de la pareja y del proyecto de vida en común, cuando hay hijos menores la custodia compartida de los hijos –cuando los hay– se deniega ante conflictos entre los progenitores que perjudican su bienestar. El Supremo prioriza el interés superior del menor.
En sus sentencias, el alto tribunal busca el respeto mutuo de los padres para asegurar su desarrollo armónico. La violencia de género, negligencia parental, ausencia de comunicación o manipulación son las causas más comunes que desechan judicialmente la custodia compartida.
Según el CGPJ, las sentencias en primera instancia otorgan un 49,7% de custodias compartidas. El dato es inimaginable cuando la Ley 30/1981 restableció el divorcio en España desde que, en 1932, lo implantara la II República (1931-1939).
La Ley ‘Ordóñez’ de 1981 (honra al ministro de Justicia Francisco Fernández Ordóñez que impulsó tal norma) concedía la custodia exclusiva a las madres de los menores, exigía separación previa y permitía el embargo confiscatorio de hasta el 60% en nóminas de padres para pagar pensiones alimenticias de sus hijos y compensatorias a sus ex esposas. En 2025 las ‘compensatorias’ se conceden residualmente, a lo sumo con temporalidad de uno o dos años tras acreditarse evidente desequilibrio.
El noble espíritu del legislador por el igualitarismo choca con la crudeza. Luis Cernuda repetía que una cosa es el deseo y muy otra la realidad. Las custodias compartidas se convirtieron en la batalla más cruel tras la ruptura de la pareja.
La piden muchos padres como parte de una venganza fría. La palabrería de sus demandas canaliza, además de no pagar pensión alimenticia alguna, alternar el uso del antiguo hogar conyugal en su favor y hacer daño a madres que incrementan su vulnerabilidad sobre el riesgo de perder derechos.
Hay abogados y jueces que, incomprensiblemente, procesan custodias compartidas en bebés o niños que precisan cercanía de la madre en sus primeros años de vida. Las demandas paternales obvian su imposibilidad para atender una custodia de menor o menores por horarios, turnos y guardias de trabajo, viajes… También ocultan demasiadas demandas de padres que, caso de obtenerlas, las custodias se las ceden a nuevas parejas, padres u otros familiares. Este fraude sobre el sufrido papel judicial es sutil, callado. Sólo una minoría de madres lucha por sus hijos cuando tiene la posibilidad de contratar a peritos, psicólogos, detectives privados que documenten la incompatibilidad de la demanda paternal con la realidad.
Queda claro que se limita la economía de muchas madres que sufren con ocasión del alejamiento del progenitor. Las que pueden pagar expertos para demostrar que el padre de las criaturas no puede atender, repetimos, son minoría. Muchas más son vulnerables sobrevenidas porque el fraude parecer merodear en estos pleitos sobre compartir el cuidado y crianza de menores una vez rota la pareja.
Paradojas por mil
Los veinte años que llevan ejecutándose judicialmente las custodias compartidas de menores de parejas rotas más los acuerdos privados existentes dan más conflictos de los esperado. La nobleza del legislador, la Justicia y la buena fe de cualquiera estalla porque hay madres que se creen propietarias exclusivas de sus hijos y padres que evitan pagar pensiones alimenticias más veces que menos de hambre.
Las circunstancias de las parejas no sólo cambian cuando se rompen. Surgen otras parejas tras la ruptura, hay nuevos embarazos y el rol paternal y maternal cambió en el siglo XXI sobre los modelos patriarcales que predominaron durante la pasada centuria.
Las parejas del mismo sexo no están exentas de conflictos, ni de acuerdos, para custodiar sus hijos. Los líos, si admite este coloquialismo, llegan hasta la custodia de mascotas. Bastantes sentencias intentan la justicia más equitativa posible.
La conocida lentitud de los juzgados hace inviable muchas custodias de menores porque sencillamente las circunstancias cambian mientras se procesan las diferencias entre progenitores. Estas dilaciones si bien en la jurisdicción penal representan un atenuante de penas para decidir el presente y futuro de menores son gravosas. Y nadie tiene la culpa si el retraso es grosero, como ocurre a algunos juzgados con sobrecarga de sumarios y escasa plantilla de colaboradores.
Estas contradicciones aseguran que compartir cuidados en la crianza de menores es un avance de todos pero que sufren sobre todo las madres cuando dejan de serlo durante parte de la vida de sus hijos justo cuando más le necesitan.
Nos preguntamos si quienes ganan con la custodia compartida son legión o son más mayoría las madres que pierden. La pregunta es retórica, pero tiene respuesta en mujeres que sacan adelante con dignidad lo que tuvieron en sus entrañas.