El Gobierno propone a Teresa Peramato para sustituir a Álvaro García Ortiz

El perfil de la nueva fiscal general permite abrir un ciclo menos expuesto al ruido político y más centrado en recuperar la fortaleza técnica del Ministerio Público

25 de Noviembre de 2025
Actualizado a las 9:47h
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Teresa Peramato

El nombramiento de Teresa Peramato no solo pretende cubrir un vacío. Llega para intentar restablecer el equilibrio interno del Ministerio Fiscal después de meses de tensión institucional. Su designación introduce un elemento poco habitual: la posibilidad real de que la Fiscalía vuelva al terreno que le corresponde, lejos de las interpretaciones interesadas y cerca de su función constitucional.

Un Ministerio Fiscal que necesita recuperar tiempo institucional

La Fiscalía General del Estado arrastra desde hace años un desgaste que no procede únicamente de debates recientes. Buena parte del deterioro se debe a una mezcla de expectativas desmedidas, presión política externa y falta de pedagogía sobre cuál es su papel real.

La llegada de Teresa Peramato permite reordenar esas percepciones. Su trayectoria está vinculada a la actividad estrictamente profesional, con un trabajo continuado en áreas que requieren rigor, prudencia y capacidad de escucha, especialmente en la protección de víctimas. Ese perfil no solo aporta solvencia; también puede ayudar a devolver a la Fiscalía a un espacio de confianza ciudadana, un bien que no se recupera con declaraciones sino con un ejercicio cotidiano de coherencia técnica. En un contexto donde la institución se ha visto arrastrada a debates que exceden su competencia, la elección de Peramato introduce una pieza de estabilidad.

La autonomía como práctica cotidiana, no como declaración

El Ministerio Fiscal tiene una posición institucional singular: no depende jerárquicamente del Gobierno, aunque mantenga una relación funcional con él; no está sometido a instrucciones externas, aunque su titular sea nombrado por el Ejecutivo. Ese equilibrio requiere perfiles que sepan gestionar la autonomía no como gesto defensivo, sino como práctica habitual.

En ese sentido, Teresa Peramato representa una oportunidad real. Su carrera no está asociada a ningún espacio político y su trayectoria en la fiscalía especializada en violencia contra las mujeres ha sido reconocida tanto por su solidez jurídica como por su capacidad para evitar instrumentalizaciones mediáticas. Ha trabajado en ámbitos donde el análisis debe ser frío y la actuación, prudente.

Esa distancia respecto al ruido es un activo valioso. La autonomía de la Fiscalía no se declama: se ejerce a través de decisiones técnicas coherentes, explicadas con claridad y sostenidas en el tiempo. Si ella consigue equilibrar esa dimensión, el mandato tendrá recorrido.

El reto pendiente: reforzar la estructura técnica

Más allá de los nombres, la Fiscalía General necesita reforzar su capacidad operativa. Los desafíos no son menores:
la complejidad del crimen económico, los nuevos escenarios tecnológicos, la carga de trabajo acumulada en algunas áreas, la necesidad de un Ministerio Fiscal más homogéneo territorialmente.

Peramato llega con un conocimiento profundo de cómo funcionan las fiscalías territoriales y de la importancia de dotarlas de recursos estables y criterios uniformes. Su experiencia en un ámbito tan técnico como la violencia sobre las mujeres —que implica coordinación institucional, especialización y seguimiento constante— puede trasladarse al conjunto del Ministerio Fiscal.Hay una expectativa razonable de que su mandato priorice criterios de profesionalidad: más formación, mejor reparto de cargas, mayor cooperación interna y un enfoque basado en evidencia jurídica, no en el clima político del momento.

Un liderazgo que puede facilitar un clima menos bronco

Peramato llega a una Fiscalía muy observada desde fuera y muy tensionada por dentro. Su estilo —discreto, técnico, sin estridencias— encaja con lo que necesitan las instituciones cuando la crispación política amenaza con colonizarlo todo.

No se trata de neutralidad entendida como pasividad, sino de firmeza institucional. Una FGE no puede actuar condicionada por agendas externas, pero tampoco puede encerrarse en sí misma. El desafío de Peramato será encontrar ese espacio donde la Fiscalía recupere iniciativa, reduzca exposición innecesaria y consolide un funcionamiento previsible. La estabilidad institucional es acumulativa: se gana en pequeñas decisiones, en pronunciamientos mesurados, en explicaciones solventes y en una dirección que ofrezca seguridad jurídica.

Una oportunidad que exigirá constancia

El nombramiento de Teresa Peramato no es un gesto simbólico. Es la posibilidad —real, aunque no garantizada— de que la Fiscalía General recupere su posición institucional con menos ruido alrededor. La credibilidad del Ministerio Fiscal depende más de la consistencia que de los discursos, y en eso su perfil es adecuado. Será un recorrido exigente, con una institución que necesita reconstruir confianzas, pero con una titular cuyo perfil profesional facilita ese camino.

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