Crisis de Gobierno: Pilar Alegría dimite

Más allá de la política, es la arquitectura legal la que precipita la decisión. La Ley Electoral de Aragón, en línea con otras normativas autonómicas, impide que los titulares de carteras ministeriales sean elegibles en los comicios regionales

16 de Diciembre de 2025
Actualizado a las 11:30h
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Pilar Alegria Crisis Gobierno
Pilar Alegría abandona el Gobierno para centrarse en la campaña electoral en Aragón | Foto: PSOE

La salida de Pilar Alegría del Gobierno de España no es una dimisión en sentido estricto, sino una transición calculada, dictada tanto por la ley electoral aragonesa como por la lógica interna del PSOE ante un ciclo político cada vez más fragmentado. La hasta ahora portavoz del Ejecutivo y ministra de Educación abandona el Consejo de Ministros para convertirse en la candidata socialista a la Presidencia de Aragón en las elecciones del próximo 8 de febrero, un movimiento previsto, pero no por ello carente de implicaciones políticas más amplias.

En su mensaje de despedida, Alegría subrayó el carácter vocacional del paso atrás. Tras “cuatro años y medio como ministra del Gobierno de España”, reivindicó el “privilegio” de haber contribuido a la mejora de la educación, la Formación Profesional y el deporte, antes de anunciar su regreso a “su casa”, Aragón. El lenguaje no es casual. En un momento de desafección institucional y desgaste del poder central, el PSOE apuesta por el arraigo territorial como activo electoral.

Desde la Moncloa, el mensaje ha sido de continuidad, no de ruptura. El presidente Pedro Sánchez se ha apresurado a descartar cualquier lectura de “crisis de Gobierno”, a pesar de que en sentido estricto es una crisis de Gobierno, insistiendo en que los cambios se limitarán a los estrictamente necesarios para permitir que algunos ministros concurran como candidatos en el próximo ciclo electoral. ESánchez defendió que tiene “un buen Gobierno” y anunció que la Portavocía del Ejecutivo seguirá en manos de una mujer, un guiño tanto a la estabilidad como a la narrativa de paridad que el Ejecutivo considera parte de su identidad política.

El relevo de Alegría se inscribe así en una reconfiguración táctica, no en una rectificación estratégica. En un contexto de presión parlamentaria, con socios exigentes y una oposición movilizada, Sánchez busca proyectar control del tempo político. Admitir que el PSOE no es “infalible” frente al acoso y reafirmarse en agotar el mandato forman parte del mismo marco discursivo: resistencia, no repliegue.

La ley como detonante

Más allá de la política, es la arquitectura legal la que precipita la decisión. La Ley Electoral de Aragón, en línea con otras normativas autonómicas, impide que los titulares de carteras ministeriales sean elegibles en los comicios regionales. La lista de inelegibilidades es extensa e incluye desde altos cargos del Ejecutivo autonómico hasta responsables de entes públicos como la Corporación Aragonesa de Radio y Televisión.

Alegría apuró los plazos que marca la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG), que establece que la presentación de candidaturas debe realizarse entre el decimoquinto y el vigésimo día posterior a la convocatoria electoral. Con la fecha marcada por el presidente aragonés, Jorge Azcón, el margen de maniobra era mínimo. En política, a veces, el calendario manda más que la voluntad.

Laboratorio aragonés

El PSOE aragonés celebrará este sábado sus primarias para confirmar la candidatura. Si no surge una alternativa, Alegría será proclamada candidata de forma automática. La rapidez del proceso refleja tanto la premura de los plazos como la voluntad de cerrar filas en torno a una figura con proyección nacional, capaz de trasladar al ámbito autonómico parte del capital político acumulado en Madrid.

Aragón se convierte así en un laboratorio político para el socialismo español. No solo se dirime el control de una comunidad estratégica, sino también la capacidad del partido para reconvertir figuras gubernamentales en liderazgos territoriales sin que el tránsito se perciba como una degradación del poder, sino como una reasignación de prioridades.

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