La "coherencia" de Abascal, hoy de acuerdo con Feijóo tras ponerle verde ayer

El líder del PP ha llamado por teléfono a Santiago Abascal tras la dimisión de Carlos Mazón y han coincidido en que la Comunidad Valenciana precisa estabilidad, lo que descarta, a día de hoy, la convocatoria de elecciones

04 de Noviembre de 2025
Actualizado a las 15:00h
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Santiago Abascal en un acto en Fuenlabrada | Foto: Vox

La política española es un lugar donde los relevos casi nunca son solo institucionales: son negociaciones sobre el poder, la confianza y la supervivencia. La dimisión de Carlos Mazón como presidente de la Generalitat Valenciana ha abierto un nuevo capítulo en la frágil alianza entre el Partido Popular y Vox, una coalición que, pese a sus diferencias, ambos partidos consideran demasiado valiosa como para ponerla en riesgo.

Este martes, Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal hablaron directamente por teléfono. Según el PP, fue una conversación “cordial y en buen tono”. En la práctica, fue un intento por contener cualquier turbulencia antes de que esta se convierta en un problema político. Ambos líderes coincidieron en un mensaje que busca proyectar unidad: la “necesidad de dar estabilidad” a la Comunidad Valenciana, un territorio que sigue en fase de reconstrucción tras la DANA que devastó parte del litoral el año pasado.

El gesto de Feijóo es más que protocolario. En Génova son conscientes de que cualquier ruido en Valencia tendrá consecuencias nacionales. Mazón seguirá en funciones “hasta la publicación en el BOE del nuevo presidente”. Su salida deja un vacío que el PP quiere llenar con rapidez, pero sin improvisación. La estabilidad, en este contexto, se convierte en argumento político y símbolo de fiabilidad.

Vox, por su parte, tiene en sus manos la llave de la sucesión. El pacto firmado entre ambos partidos en 2023 permitió la gobernabilidad del territorio y la aprobación de los presupuestos, pero no disipó las tensiones ideológicas ni las luchas por la visibilidad dentro del Ejecutivo autonómico. Ahora, la formación de Abascal se enfrenta a una decisión estratégica: si apoya sin condiciones al nuevo candidato del PP, refuerza la imagen de estabilidad; si se demora o exige contrapartidas, puede mostrarse como fuerza decisiva ante su electorado, pero a costa de aumentar la incertidumbre institucional.

“Lo que le conviene a la Comunidad Valenciana es estabilidad”, ha insistido el secretario general del PP, Miguel Tellado, en declaraciones a Telecinco. “Hay un gobierno que está gobernando, hay un gobierno estable, y tiene presupuestos”. En otras palabras: no hay motivos —ni margen político— para convocar elecciones.

Pérez-Llorca se pone en cabeza

Dentro del Partido Popular, la apuesta más clara parece ser la de Juanfran Pérez Llorca, actual secretario general del PPCV. Diputado autonómico, con buena sintonía con Vox y experiencia en la gestión interna del partido, Pérez Llorca representa la continuidad sin sobresaltos que Génova busca proyectar. Fuentes de la dirección nacional apuntan que “no se han puesto nombres sobre la mesa”, pero admiten que Llorca “reúne las condiciones políticas y parlamentarias” necesarias para asumir el cargo.

María José Catalá, alcaldesa de Valencia y una de las figuras de mayor proyección dentro del PP, sigue figurando en las quinielas mediáticas. Sin embargo, en la cúpula del partido lo descartan de momento. Catalá es demasiado valiosa donde está, y moverla ahora podría multiplicar los problemas.

Sintonía sin confianza

Feijóo ha ordenado un “seguimiento” directo de las conversaciones entre el PPCV y Vox. No se trata solo de una cuestión autonómica: Valencia es una pieza clave en el relato de gestión que el PP quiere ofrecer como alternativa al Gobierno de Pedro Sánchez. Cualquier fisura, cualquier sensación de desgobierno, podría ser aprovechada por el PSOE y sus socios para cuestionar la capacidad de Feijóo de mantener cohesión territorial dentro de su propio bloque.

En ese sentido, la interlocución entre Abascal y Feijóo refleja una realidad: la relación entre ambos líderes, marcada por la competencia y la dependencia, entra ahora en una fase de pragmatismo. Tras los roces del pasado, especialmente en torno a pactos locales y a la política migratoria, ambos parecen entender que la estabilidad autonómica también es un test de madurez política para la derecha española. Esa sintonía mostró cómo la coherencia de Abascal, como la de toda la extrema derecha, es tan variable como un anemómetro. Ayer, tras la dimisión de Mazón, puso a Feijóo a caer de un burro y le acusó de dar aire a Sánchez. Hoy muestra sintonía. Cada vez se parece más a Donald Trump

Valencia se convierte así en el laboratorio de una alianza que aún busca su equilibrio. Ni Feijóo ni Abascal pueden permitirse un fracaso allí: para el primero, supondría un golpe a su imagen de liderazgo moderado; para el segundo, un riesgo de quedar retratado como factor de inestabilidad.

Por ahora, ambos partidos apuestan por la contención y el cálculo. Pero en el fondo, el relevo de Mazón no es solo una cuestión de nombres. Es una prueba sobre si el bloque de derechas en España puede gobernar sin fracturarse, y si la palabra “estabilidad” puede seguir siendo una promesa creíble.

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