Pedro Sánchez afronta el inicio del curso político con una convicción clara: la relación con Junts no está clausurada, solo suspendida. Su diagnóstico parte de una premisa poco vistosa pero central en esta legislatura: los acuerdos se sostienen menos por afinidad que por ejecución. En ese terreno, el presidente cree que aún hay margen para recomponer mayorías.
La ruptura formal anunciada por Junts ha tenido más de gesto que de desenlace. En el Gobierno se asume que el canal político está dañado, incluso interrumpido, pero no extinguido. La ausencia de interlocución tras el encarcelamiento de Santos Cerdán ha sido un factor clave, no tanto por el peso personal del dirigente socialista como por el vacío operativo que dejó en una negociación extremadamente personalizada. La política de bloques no explica esta relación; la gestión de tiempos, sí.
Sánchez no oculta la gravedad del momento, pero tampoco dramatiza. Su apuesta pasa por cerrar compromisos pendientes antes de abrir nuevas carpetas. La publicación de las balanzas fiscales, una vieja demanda del nacionalismo catalán, es el primer hito en esa hoja de ruta. No es una concesión ideológica, sino un ejercicio de transparencia fiscal largamente aplazado por todos los gobiernos, también los anteriores. Que ahora se active responde a una lectura pragmática del momento parlamentario.
Amnistía y calendario judicial
El otro gran eje es la aplicación efectiva de la ley de amnistía. Aquí el Gobierno juega en varios tableros a la vez: el judicial, el europeo y el político. El reciente informe del abogado general del TJUE ha sido interpretado en Moncloa como un respaldo técnico relevante, no definitivo, pero sí suficiente para reordenar expectativas. La eventual vuelta de Carles Puigdemont no se plantea como un gesto simbólico, sino como un factor de desbloqueo institucional.
En el Ejecutivo son conscientes de que la amnistía no se resuelve con declaraciones, sino con resoluciones judiciales firmes. De ahí la insistencia en el tiempo largo y en evitar la sobreactuación. La experiencia acumulada desde 2018 ha enseñado que cada paso en Cataluña tiene efectos en cascada sobre el conjunto del sistema político.
Mayoría y estabilidad sin remodelación
Sánchez descarta una remodelación profunda del Gobierno. No por inmovilismo, sino por cálculo. En un contexto de fragmentación parlamentaria, la estabilidad del Ejecutivo se ha convertido en un activo. Cambiar ministros no garantiza impulso; cumplir acuerdos, sí. La idea de “dar un empujón” al Gobierno pasa más por reactivar la agenda legislativa que por alterar nombres.
Recuperar el apoyo de Junts permitiría volver a una mayoría funcional que haría viable agotar la legislatura. No es un objetivo menor. En un escenario europeo marcado por adelantos electorales y gobiernos en minoría crónica, completar mandatos se ha vuelto excepcional. Sánchez lee esa anomalía como oportunidad.
El frente interno y la militancia
En el plano interno, el presidente minimiza las críticas orgánicas y las sitúa en un perímetro conocido: cargos intermedios que nunca se alinearon con su liderazgo. Más relevante es el reconocimiento explícito de errores en la gestión de los casos de acoso. No hay negación ni cierre en falso. Admitir la demora en el contacto con las víctimas no es un detalle menor en un partido que ha hecho de la respuesta institucional a estas conductas una seña de identidad.
La explicación ofrecida, falta de recursos y presión judicial, no pretende exculpar, sino contextualizar. La exigencia de la Audiencia Nacional de revisar siete años de pagos en efectivo ha tensionado la estructura del partido hasta extremos poco visibles desde fuera. Aun así, Sánchez se compromete a no repetir ese fallo, consciente de que la credibilidad se juega en la reacción, no en el discurso.
Cuando Sánchez habla de completar la década en La Moncloa, no lo hace en clave personalista. Su planteamiento es más técnico: la continuidad como condición para consolidar políticas públicas que requieren tiempo, desde la transición energética hasta la reforma territorial de facto que se ha ido construyendo mediante acuerdos bilaterales.
La relación con Junts encaja en ese esquema. No es una alianza sentimental ni un pacto de confianza mutua. Es una relación contractual, basada en compromisos verificables. Sánchez cree que ahí reside todavía su margen. No en la épica, sino en la aritmética y en la gestión del calendario.