Abascal se atrinchera en su propio discurso y el poder real se le escapa

El líder de la extrema derecha evita implicarse en el debate sobre una moción de censura que reclama en cada mitin. Su estrategia ya no busca influir, sino preservar el relato de la resistencia

27 de Octubre de 2025
Actualizado a las 12:08h
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Abascal se atrinchera en su propio discurso y el poder real se le escapa
Santiago Abascal | Foto: Flickr Vox

La política de Abascal ha entrado en una fase de repliegue: renuncia a los cauces institucionales que podrían darle peso, y se aferra al lenguaje de la amenaza y la pureza ideológica. El gesto de no participar en el debate sobre una posible moción de censura no revela prudencia, sino miedo a perder centralidad. En su huida de la política real, su partido corre el riesgo de convertirse en una escenografía sin poder.

La maniobra del distanciamiento

La afirmación de Abascal de que su grupo no participará del debate de una moción de censura, porque considera que es “una trampa del separatismo”, puede presentarse como pragmatismo. Pero al analizarla, se observa una estrategia de aislamiento controlado: renunciar a la artillería parlamentaria para preservar un discurso de pureza combativa sin cargar con la responsabilidad institucional. Al evitar involucrarse, su formación retiene el papel de testigo indignado, más que de actor político.
La paradoja es evidente: exige elecciones inmediatas y denuncia al Gobierno, pero rehúye el proceso que él mismo ha presentado como indispensable para lograrlo.

Confrontación sin poder efectivo

El mensaje de “haremos todo lo posible” suena contundente hasta que se evalúa el contexto: la falta de escaños suficientes para una moción de censura, la dependencia de alianzas que él no encabeza y una sombra permanente de simbolismo. No se trata solo de gritar contra el Gobierno, sino de concretar rutas de poder alternativo. Y allí el escenario de Abascal aparece vacío.
Resulta más cómodo estar en la oposición desde fuera de los procedimientos que tener que asumirlos. Y ese espacio de comodidad revela la debilidad real de la formación: escasa capacidad de iniciativa, muchas proclamas, pocos instrumentos.

El estilo de la ultraderecha y la erosión democrática

El discurso del líder ultra combina victimismo, polarización y deslegitimación del adversario. Insulta, acusa y demanda, y lo hace todo en primera persona plural: “nosotros”, “los nuestros”, “ellos”. Ese registro, lejos de actuar como fuerza de cambio, funciona como mecanismo defensivo: crear un enemigo externo para ocultar la carencia de proyecto concreto.
Y esa estrategia dista de ser inocua: alimenta la fragmentación, sitúa la política fuera del debate institucional y erosiona la confianza en los mecanismos democráticos. El mensaje no es “vamos a gobernar”, sino “ellos deben caer”.

Responsabilidad y coherencia: ausencias clave

Cuando una fuerza política proclama que “no somos lacayos de X” o que “actuaremos cuando convenga”, se autoexcluye del juego que ella misma ha defendido. La coherencia no se mide solo por las proclamas, sino por la asumción de compromisos: presentar mociones, pactar, gobernar. Abascal decide no entrar en un debate porque lo califica de trampa, pero sigue preparando el terreno para una acción futura sin decir cuándo ni cómo.

 

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