Cada modelo comunicativo determina una manera de trasmitir información, de relacionarnos. de trabajar y adquirir conocimiento que suponen un salto adelante que cambia el orden social en el que se implanta. La imprenta acabó con la era del manuscrito. Cuatro siglos después la capacidad de las ondas eléctricas para transmitir a distancia información textual, auditiva y visual trajeron el cine, la radio y la televisión que cambiaron la manera de percibir la realidad configurando un nuevo orden social: la era analógica. En la segunda mitad del siglo XX el desarrollo tecno científico alumbro el chip que permitió el despegue de una tecnología que hizo el mundo más pequeño —la aldea global dijo McLuhan—, dando lugar a un nuevo modelo comunicativo, la era digital, que convierte la información en datos que viajan a velocidad luz y se manejan sin dificultad en todos los ámbitos de la actividad humana, y rompe los conceptos de tiempo y espacio.
Que ya no hay barreras lo comprobamos cada vez que utilizamos un teléfono móvil, que otorga al usuario el poder de elaborar y difundir mensajes a cualquier parte del globo, a través de nuevos medios digitales y redes sociales que ejercen de altavoces de pensamiento las 24 horas del día. Capacidad que unida a la velocidad con la que se difunden han traído más trasparencia y disrupción social. Información que según el uso que hagamos de ella tendrá un efecto, positivo o negativo, de orden personal y social. La tecnología no tiene vida propia, solo impone mayor velocidad a la hora de tabular la realidad, para saber dónde y cómo se puede actuar sobre los problemas que afectan a la sociedad.
En este sentido, el modelo comunicativo digital trasforma el hacer humano y la manera de entendernos, que afecta a la interpretación de conceptos que estructuran la mente. Conceptos sobre los que se asienta el orden social capitalista, como el de libertad que ha derivado en individualismo radical. Velocidad luz que incita al movimiento constante e incorpora cambios sociales que rompen con creencias, tradiciones y comportamientos basados la interpretación individualista de la libertad.
Esta es la base de la polarización que enfrenta a quienes no aceptan ver recortado su individualismo, su libertad mal entendida; y quienes defienden que hay que recortar derechos individuales para hacer una sociedad más justa y menos desigual que no esquilme los recursos del planeta. Cuando Aznar dijo quién me va a decir a mi cuántas copas de vino me tengo que tomar expresaba la renuencia de un sector social a aceptar la rebaja del índice de alcoholemia a la hora de conducir, para ahorrar accidentes y muertes. Cuando los vecinos de Tordesillas se opusieron a suprimir la fiesta salvaje del Toro de la Vega, expresaban su rechazo a acabar con una tradición y creencia ancestral de que los animales están al servicio de la vesania humana.
Cuando la derecha no reconoce la existencia de la violencia género contra las mujeres, está mostrando su rechazo furibundo a que el nuevo orden social acabe con la libertad de usar a las mujeres en función de sus apetencias más bajas basada en la creencia, forjada por siglos de catolicismo, de que la mujer no tiene los mismos derechos que el hombre. Cuando convierten en negocio privado el derecho ciudadano a una sanidad, educación y servicios sociales públicos y de calidad, manifiestan su rechazo a que la sociedad abandone el concepto de beneficio y acumulación de riqueza como guía de conducta, porque reduce la desigualdad entre ricos y pobres.
La era digital acelera el cambio social que el sector retardatario y clasista de siempre no acepta porque acaba con sus privilegios; de ahí que reverdezcan la batalla ideológica que asocia capitalismo con libertad y el progreso con autoritarismo; por eso IDA que no se cansa de manosear la palabra libertad como arma arrojadiza contra las fuerzas de progreso, que nos están llevando a una dictadura bolivariana. Las ideologías no solo no han muerto, sino que están presentes como nunca en el acontecer social y político porque la velocidad del sistema exige tomar posición y definirse de continuo. Cambios acelerados que a un sector social le cuesta asimilar y les lleva a refugiarse en un pasado idealizado de ordeno y mando ante un futuro incierto donde no encuentran su lugar. Caldo de cultivo para la derecha que se puede revertir con más pedagogía y modulando la velocidad del cambio que atempera y difumina la polarización.