El resultado de las recientes elecciones locales en USA ha sido el primer varapalo para Donald Trump, por el triunfo de los candidatos demócratas a Gobernador en Nueva Jersey y Virginia, y la aplastante victoria para la alcaldía de Nueva York del candidato del ala izquierdista del Partido Demócrata, Zohran Mamdani. Resultados que le chafaron la celebración del primer año de su segundo mandato, porque dan oxígeno e impulso a los demócratas y marcan la tendencia de hartazgo de las políticas de recortes sociales y autoritarismo, base de la gestión y el discurso populista del que Trump es el referente y quien marca el paso a los aprendices de brujo que han florecido como setas en otoño en las sociedades occidentales.
Ya veremos si esta derrota del Trumpismo es un punto de inflexión en el crecimiento del populismo, pero sí confirma que nada es irreversible y menos en política, porque las sociedades no son estáticas, sino que están en continuo movimiento y cambian de orientación cuando alcanzan el umbral de saturación. Nada del hacer humano es inmutable, porque las personas necesitan que sus vidas mejoren y buscan siempre soluciones y alternativas cuando la gestión de lo público no funciona o les recorta derechos adquiridos. O cuando sus gestores son insensibles a sus demandas, en especial en las tragedias que cuestan vidas humanas, como hizo la Generalitat Valenciana de Mazón en la gestión de la DANA.
Políticos que siempre restan importancia a la reacción de la ciudadanía al impacto negativo en sus vidas de determinadas decisiones políticas, que tienen un efecto sicológico, individual y colectivo, generador de un movimiento social que crece y protesta en la calle ante las injusticias y desigualdades que observa y sufre. Protestas que han aumentado en los últimos años, para reclamar nuevos derechos o denunciar la vulneración de los adquiridos o porque se sienten abandonados por los gestores públicos. Demostración de que la ciudadanía no está paralizada ni renuncia a la protesta, sino que reacciona para dar la vuelta a lo que la oprime, forzando la reversibilidad de lo que parecía irreversible e inmutable.
Por eso, nunca se debe dar por asentado ningún planteamiento de orden social o político ni utilizar la brocha gorda para describir lo que acontece ni recurrir a la política declarativa falsaria en la que estamos inmersos, cuyo objetivo es el deterioro de la democracia por quienes pretenden devolvernos a un pasado de homogeneidad social y moral de ordeno y mando. Estrategia que se expande con sordina en los mensajes hiperbólicos que describen una realidad caótica, falsa e inventada, que es necesario reconducir. Vieja estrategia que me recuerda a la que emplearon las fuerzas de la reacción amenazando con un golpe de estado, cuando se negociaba la configuración del Estado de las Autonomías: que estaba rompiendo España. Golpe que se intentó en 1981, y fracaso por la ineptitud y contumacia de los implicados en no reconocer el nuevo tiempo histórico.
En política, solo los sucesos circunstanciales pueden ser novedosos, porque el trasfondo de lo consuetudinario es básicamente el mismo. Por eso hay que hilar fino al valorar, por ejemplo, la decisión de Junts de romper toda negociación con el Gobierno, reiterada por tres veces por su portavoz Miriam Nogueras, maestra en gestualidad fría y despectiva. Reiteración que esconde la soledad política que sienten, y tapan acusando al Gobierno de incumplir sus promesas, aunque saben que no está en su mano conceder sus exigencias mollares que dependen de forjar consensos con otras fuerzas y países: ejemplo, que el catalán sea reconocido como lengua oficial en la UE.
Demandas que ocultan la ansiada reunión con Pedro Sánchez, que Puigdemont necesita para recuperar su papel de actor reconocido en el tablero político nacional. Reunión que Pedro Sánchez se ha mostrado dispuesto a mantener, pero que no podrá celebrarse hasta que el Tribunal Constitucional sentencie los recursos presentados contra la Ley de Amnistía. Resolución que podría permitir su vuelta a España. En espera de esa resolución, acelerar lo que se puede cumplir y mantener la mano abierta a la negociación es el camino para desactivar la ruptura. Solo la muerte es irreversible.