Mazón dio una lección de ruindad y cobardía al no reconocer la razón fundamental que le ha obligado a abandonar—no mencionó la palabra dimisión—: su ineficacia y negligencia letal en la gestión de la DANA que costó 229 vidas. Y lo más indignante, presentarse como víctima —he sufrido mucho los ataques recibidos— y recurrir a las mismas mentiras que ha venido inventado durante un año para exculpar su fracaso, que al ser desmentidas por los hechos verificados le han forzado a abandonar la poltrona. Doble victimización de los familiares de las víctimas para las que no tuvo palabras de apoyo ni aliento en su discurso, a las que dedicó solo ocho segundos. Solo reconoció que: debí anular mi agenda de ese día.
Renuncia que llega tarde y no cierra la crisis engrandecida por su contumacia en la mentira. Mentiras que siguió esparciendo en su discurso exculpatorio al acusar el Gobierno central de haber abandonado a los valencianos durante la DANA y con los ayudas a los afectados. Falsedades desmentidas por la jueza de Catarroja que instruye el sumario sobre la gestión de la catástrofe, al señalar en su primer auto que la responsabilidad de gestionar la crisis correspondía legal y enteramente a la Generalitat Valenciana. Aun así, la UME comenzó a actuar en Chiva, Requena y Utiel una vez se constituyó el centro de gestión de la crisis, el CECOPI, a las 15:41 horas.
Lo que Mazón desveló en su discurso fueron dos puntos clave que confirman la complicidad de Feijóo en profundizar y alargar la crisis, con una clara intención de repartir las responsabilidades: ¡Yo no me como el marrón solo! Primero, no solicitar desde el principio al Gobierno la declaración de emergencia nacional: no pedí la declaración de emergencia nacional porque el presidente de mi partido me lo aconsejó. Todo por una doble intención aviesa de Feijóo: evitar que el Ejecutivo central pudiera gestionar el dinero de la reconstrucción y poder mentir, como de costumbre, acusando al Gobierno de haber abandonado a los valencianos.
Segundo, su afirmación de que su intención era haberse ido hace muchos meses, dio a entender que fue Feijóo quien no le dejo irse, por un cálculo electoral también doble. Hace un año nadie hubiera querido comerse el marrón de la indignación justa y critica de los afectados, y acometer un proceso de reconstrucción que se iba a alargar más de lo previsto, lo que hubiera forzado una anticipación electoral en el momento más álgido de la protesta ciudadana.
Mazón tenía que soportar el efecto de su negligencia letal, hasta que ya no ha podido aguantar más dejando una crisis más profunda al desnudar la inoperancia de Feijóo por no haber encontrado en un año un candidato para sustituir a Mazón. Candidato que no ha buscado porque quería que Mazón se abrasase hasta las elecciones autonómicas, y presentar otro candidato limpio de polvo y paja. Pero las acusaciones de asesino, cobarde o inútil—por no mentar los insultos— que escuchó en el acto oficial de homenaje a las víctimas de la DANA, quebraron la conciencia fría y pétrea que Mazón ha mantenido todo un año con los familiares de los fallecidos.
De este modo, la incapacidad de uno y la estrategia errada del otro —en su línea acostumbrada— han convertido la gestión lamentable y letal de una prevista inclemencia climática superlativa, en una crisis política que pone en manos de la ultraderecha, de Vox, la decisión de apoyar a un candidato pepero elegido in extremis o provocar la anticipación electoral. Elecciones que pide toda la oposición y la mayoría de los valencianos, que Feijóo no quiere y rehúye porque es dinamita para las expectativas electorales de su partido, en un momento en el que Extremadura acaba de abrir la espita de las elecciones autonómicas en los territorios donde el PP gobierna.
Territorios donde teme que los electores, con el recuerdo de lo sucedido en la C. Valenciana, pasen factura a sus candidatos por los recortes que vienen aplicando en los servicios públicos como la sanidad, con efectos inhumanos para las mujeres en Andalucía, o en Castilla y León por la negligente política de limpieza de montes y bosques de los que 166.000 hectáreas han sido arrasadas por el fuego este verano. El PP sigue ahorcándose así mismo.