Lucidez significa inteligencia, sensatez, discernimiento, sagacidad, perspicacia o una particular agudeza mental. El término figuraba en el título de una de las grandes novelas de José Saramago, Premio Nobel de Literatura en 1998, galardón merecidísimo a diferencia de otros muchos que prefiero no recordar ahora. Me refiero a " Ensayos sobre la lucidez", texto publicado en 2004 y que era un relato continuación de su más famosa novela, " Ensayos sobre la ceguera". ¿ Les he dicho que me encanta Saramago? En los tiempos de la Pandemia me acordaba mucho de su obra sobre la epidemia de "ceguera blanca" cuando a diario veía como aquella maldita enfermedad sacaba lo peor de nosotros mismos, es decir, el estúpido que todos llevamos dentro. Pero a lo que iba. En " Ensayos sobre la lucidez", en una ciudad sin nombre pero en la que podríamos reconocer cualquiera de nuestras villas, situada en un país que se llama democrático porque la gente vota, resulta que una gran masa de población acude a las urnas para votar en blanco. El pasmo del Gobierno es total, lo cual desencadenará una serie de medidas progresivamente más totalitarias al verse cuestionado de esa manera. Pero no pretendo contarles la novela. Deberían leerla pues plasma de modo muy lúcido la profunda corrupción de nuestras democracias.
Recuerdo la novela de Saramago al contemplar en la televisión ( ya se lo que van a pensar de mí, que soy un lerdo al continuar viendo semejante aparato pero ya ven, soy un antiguo, un degenerado producto del Siglo XX) al contemplar, digo, el circo que los políticos españoles, con su Rey a la cabeza, han montado en recuerdo a las víctimas de la DANA ( "Depresión Aislada en Niveles Altos") una masa de aire frío que choca sobre otra de aire caliente produciendo tremendas precipitaciones. Suele suceder a principios del otoño en las regiones mediterráneas y por eso el odiado Franco realizó una serie de obras que le han evitado a la ciudad de Valencia, nuevas riadas. Imagino que nuestro progresista Gobierno considerará eliminar semejante recuerdo franquista. Antes se llamaba " gota fría". Hay que reírse cuando uno lee que se habla de DANA en lugar de "gota fría" porque el viejo nombre causaba mucha alarma en la población. Pero rememoraba la novela de Saramago cuando pensaba lo que hubiese sucedido si nadie, ningún familiar de las víctimas, hubiese asistido a semejante escaparate de políticos mezquinos en el funeral de Valencia. ¡ Qué maravillosa descalificación! Es menester considerar quienes asistían al cínico acto. Solamente nombraré a dos pero podrían ser muchos más. Mazón en primer lugar, con cara de pasmado para hacer el papel de saco de boxeo, quien, mientras ocurría la tragedia, andaba tratando de ligar con una periodista. Tras ello ha pretendido muy torpemente excusarse sin éxito alguno y le han pillado en varios embustes. Debería haber dimitido hace muchos meses. Para mentir y que no te lo tengan en cuenta hay que tener desparpajo y todo un partido experto en propaganda y en lo que ahora llaman " apropiarse del relato". Me refiero, por supuesto al PSOE a cuya cabeza se encuentra nuestro segundo personaje que, con rostro compungido marca de la casa para ocasiones especiales, entraba parapetándose tras el Rey al funeral de Estado. Ese es Pedro Sánchez, el más habilidoso malabarista de la política, un auténtico especialista en salir indemne de multitud de desaguisados culpando a los demás, aunque se trate de un íntimo amigo. Sánchez, el hombre que, consumado el desastre, decía : "si quieren ayuda que la pidan". No son necesarias muchas más pruebas que la mera frase para adivinar las intenciones ocultas tras la pasividad gubernamental. Bueno, tal vez Pedro Sánchez pueda cruzarse con alguien por la calle que se está muriendo y pasar de largo para luego decir : " bueno, es que no me pidió ayuda".
En fin, estos son los personajes que nos gobiernan y a los que gusta hacer el paripé delante de los comprados medios de comunicación ( les invito, una vez más, a leer la novela de Saramago) en los solemnes acontecimientos. En la DANA, como ha sucedido en otras tragedias, no nos olvidemos de los incendios veraniegos, se demuestra el peligro de fragmentar la ejecución de tareas imprescindibles entre los gobiernos autonómicos, ocupados en general por tipos y tipas y tipes de medio pelo, y el ejecutivo estatal cuyo desempeño deja igualmente mucho que desear. Esta fragmentación del poder sólo sirve, llegado el caso, para culparse mutuamente de la compartida incompetencia o peor aún, como modo de ocultar la traición a la población y sacar réditos políticos. Y no, no me olvido de que existe un tercer poder para complicar todavía más cualquier tarea. Me refiero al europeo del que emanan múltiples reglamentaciones incomprensibles. Es decir, estamos pagando a una auténtica multitud que ocupa gobiernos autonómicos, estatales y europeos y que falla estrepitosamente cuando las cosas vienen mal dadas.
Ignoro cuándo nos tocará votar, una vez más, en los carnavales electorales. Yo, personalmente, volveré a recordar a Saramago y votaré en blanco.
Lucidez significa inteligencia, sensatez, discernimiento, sagacidad, perspicacia o una particular agudeza mental. El término figuraba en el título de una de las grandes novelas de José Saramago, Premio Nobel de Literatura en 1998, galardón merecidísimo a diferencia de otros muchos que prefiero no recordar ahora. Me refiero a " Ensayos sobre la lucidez", texto publicado en 2004 y que era un relato continuación de su más famosa novela, " Ensayos sobre la ceguera". ¿ Les he dicho que me encanta Saramago? En los tiempos de la Pandemia me acordaba mucho de su obra sobre la epidemia de "ceguera blanca" cuando a diario veía como aquella maldita enfermedad sacaba lo peor de nosotros mismos, es decir, el estúpido que todos llevamos dentro. Pero a lo que iba. En " Ensayos sobre la lucidez", en una ciudad sin nombre pero en la que podríamos reconocer cualquiera de nuestras villas, situada en un país que se llama democrático porque la gente vota, resulta que una gran masa de población acude a las urnas para votar en blanco. El pasmo del Gobierno es total, lo cual desencadenará una serie de medidas progresivamente más totalitarias al verse cuestionado de esa manera. Pero no pretendo contarles la novela. Deberían leerla pues plasma de modo muy lúcido la profunda corrupción de nuestras democracias.
Recuerdo la novela de Saramago al contemplar en la televisión ( ya se lo que van a pensar de mí, que soy un lerdo al continuar viendo semejante aparato pero ya ven, soy un antiguo, un degenerado producto del Siglo XX) al contemplar, digo, el circo que los políticos españoles, con su Rey a la cabeza, han montado en recuerdo a las víctimas de la DANA ( "Depresión Aislada en Niveles Altos") una masa de aire frío que choca sobre otra de aire caliente produciendo tremendas precipitaciones. Suele suceder a principios del otoño en las regiones mediterráneas y por eso el odiado Franco realizó una serie de obras que le han evitado a la ciudad de Valencia, nuevas riadas. Imagino que nuestro progresista Gobierno considerará eliminar semejante recuerdo franquista. Antes se llamaba " gota fría". Hay que reírse cuando uno lee que se habla de DANA en lugar de "gota fría" porque el viejo nombre causaba mucha alarma en la población. Pero rememoraba la novela de Saramago cuando pensaba lo que hubiese sucedido si nadie, ningún familiar de las víctimas, hubiese asistido a semejante escaparate de políticos mezquinos en el funeral de Valencia. ¡ Qué maravillosa descalificación! Es menester considerar quienes asistían al cínico acto. Solamente nombraré a dos pero podrían ser muchos más. Mazón en primer lugar, con cara de pasmado para hacer el papel de saco de boxeo, quien, mientras ocurría la tragedia, andaba tratando de ligar con una periodista. Tras ello ha pretendido muy torpemente excusarse sin éxito alguno y le han pillado en varios embustes. Debería haber dimitido hace muchos meses. Para mentir y que no te lo tengan en cuenta hay que tener desparpajo y todo un partido experto en propaganda y en lo que ahora llaman " apropiarse del relato". Me refiero, por supuesto al PSOE a cuya cabeza se encuentra nuestro segundo personaje que, con rostro compungido marca de la casa para ocasiones especiales, entraba parapetándose tras el Rey al funeral de Estado. Ese es Pedro Sánchez, el más habilidoso malabarista de la política, un auténtico especialista en salir indemne de multitud de desaguisados culpando a los demás, aunque se trate de un íntimo amigo. Sánchez, el hombre que, consumado el desastre, decía : "si quieren ayuda que la pidan". No son necesarias muchas más pruebas que la mera frase para adivinar las intenciones ocultas tras la pasividad gubernamental. Bueno, tal vez Pedro Sánchez pueda cruzarse con alguien por la calle que se está muriendo y pasar de largo para luego decir : " bueno, es que no me pidió ayuda".
En fin, estos son los personajes que nos gobiernan y a los que gusta hacer el paripé delante de los comprados medios de comunicación ( les invito, una vez más, a leer la novela de Saramago) en los solemnes acontecimientos. En la DANA, como ha sucedido en otras tragedias, no nos olvidemos de los incendios veraniegos, se demuestra el peligro de fragmentar la ejecución de tareas imprescindibles entre los gobiernos autonómicos, ocupados en general por tipos y tipas y tipes de medio pelo, y el ejecutivo estatal cuyo desempeño deja igualmente mucho que desear. Esta fragmentación del poder sólo sirve, llegado el caso, para culparse mutuamente de la compartida incompetencia o peor aún, como modo de ocultar la traición a la población y sacar réditos políticos. Y no, no me olvido de que existe un tercer poder para complicar todavía más cualquier tarea. Me refiero al europeo del que emanan múltiples reglamentaciones incomprensibles. Es decir, estamos pagando a una auténtica multitud que ocupa gobiernos autonómicos, estatales y europeos y que falla estrepitosamente cuando las cosas vienen mal dadas.
Ignoro cuándo nos tocará votar, una vez más, en los carnavales electorales. Yo, personalmente, volveré a recordar a Saramago y votaré en blanco.