Aunque no sepan ustedes ruso, seguro que han visto un Kokosniki. Es una cinta de pelo con un centro puntiagudo que decora todos los peinados de las muñecas rusas. Y también, aunque algo más historiadas con dibujos y bordados, decoran las cabezas de las bailarinas folklóricas. Pues un Kokosniki nos acaba de devolver a la Santa Rusia y a un libro mítico: "Qué hacer". Pero no el "Qué hacer" de Lenin sino el original, el del filósofo Nikolai Chernishevski, publicado en una de las decenas más relevantes de Rusia: la de los años sesenta del Siglo XIX. Esa década vio la abolición de la servidumbre y el fin de la sensibilidad romántica que relató con su habitual genialidad Ivan Turgenev, en "Padres e hijos". Vio también la aparición de movimientos revolucionarios inspirados por obras literarias. Teodor Herzen, por ejemplo, escribe "La Campana" y funda el movimiento "Tierra y libertad" (escuchen los fans de Ken Loach). Pero el que más nos interesa y está vinculado al Kokosniki del artículo, es el "Qué hacer" de Chernisevski, según Lenin, el libro más importante de la literatura rusa, hasta el punto de que, inspirado por sus páginas, escribiría él mismo otro libro con idéntico título, que es el que generalmente se conoce y cita.
Las páginas de Chernisevski crearon otro movimiento, antecedente del comunismo, el "narodnik". Esa filosofía recomienda que los jóvenes se dirijan al campo ruso y den y reciban de él, rebeldía e inspiración. La joven generación obedece, se viste como para ir a una zarzuela de tema ruso, digamos Katiushka, con caftanes, Kokosniki y otros aditamentos folklóricos y se pierde por las isbas de la gran patria rusa. Los campesinos, tan asombrados como inquietos y temiendo una provocación, los denuncian a las autoridades. Chernisevski termina desterrado en la parte más oriental de Siberia, Yakutia. Hoy, su ciudad natal, Sarátov, le celebra con una estatua en pleno centro urbano, al lado del Conservatorio y a las orillas del Volga, donde los chavales se bañan para disfrutar del verano. El movimiento "narodnik", por cierto, es la inspiración del "enviar al campo a los jóvenes ilustrados" de Mao.
Avanzamos un poco mas. Un diplomático norteamericano junior, George F. Kennan, se queda solo en la todavía no inaugurada Embajada USA en Moscú para preparar su apertura y hace lo que han o hemos hecho todos los diplomáticos jóvenes o maduros, cuando se trata de abrir algo. Poner enchufes y grifos en el edificio. Son los años treinta del S. XX. Y entre enchufe y grifo descubre un paquete con manuscritos de la Legación USA en San Petersburgo de hace mas o menos un siglo. Algo que tampoco es infrecuente, doy fe. A mi me pasó en Milan con unas cartas de Mussolini. Kennan deja todo lo que está haciendo, se pone a leer y descubre que la Rusia del romanticismo, la censura y los zares, es, sustancialmente la Rusia comunista de su tiempo. Y elabora una teoría del eslavismo que vive hasta hoy. Zares o comunistas no alteran la sustancia de la madre Rusia. La Rusia de verdad sigue impertérrita el curso de los siglos, sea cual sea la naturaleza política de su liderazgo.
Y venimos ahora al dia de hoy. Cerca de Ekaterimburgo, en Berezovsky, una niña de segundo grado, Lera Kirichenko, se presenta en la escuela con una cinta de pelo cuyo centro es puntiagudo, digamos una cinta de pelo que se inspira en los Kokosniki. Su profesora le dice que haga el favor de quitárselo. "La escuela no es un carnaval", le amonesta. Lera vuelve a casa llorando pero el Director del Instituto defiende la decisión de la profesora: "esa cinta es puntiaguda y puede ser peligrosa". (¿?) Y ahora entra en juego el Poder. En el foro de Valdai habla Putin. "me aseguran que se está reviviendo una tradición. Chicas jóvenes acuden a eventos llevando Kokosnikis y vestidos rusos. No es un chiste. Quiere decir que a pesar de minar desde dentro nuestra sociedad, nuestros enemigos no están consiguiendo sus objetivos. Está sucediendo lo contrario." Es decir, que según Putin, vestimenta étnica y patria van unidas e incluso mas aun: esas vestimentas, al revivir, son signo de derrota del enemigo interior.
Ya ven. ¿Qué hubiera dicho Chernisevski, que defendía el valor revolucionario del caftán?
Y es que en Rusia, esto de lo étnico da para mucho. En su popular estudio sobre el país del caviar y del vodka, El baile de Natasha, relata Orlando Figes que la Condesa Natasha, protagonista de "Guerra y Paz", al oir en una isba una canción folklórica se pone a bailarla como la mas consumada bailarina del ballet folklórico de Moisseiev. Pero la condesa nunca ha sido enseñada a seguir los ritmos que alegran la vida de sus siervos. Ella lo que ha aprendido son danzas de corte. Polkas, rigodones etc. Pero para bailar en ruso maldita la falta que le hace. Lleva a Rusia en sus genes y baila ex natura rerum, según la naturaleza de las cosas. Supongo que eso es lo que los franceses llaman el alma eslava.
En fin, mientras esperamos con interés ver si las calles de Ekaterimburgo terminan por convertirse en un escenario del Bolshoi o del Marinski en días de ópera rusa, y se llenan de Boris Godunovs o Katiushkas, sigamos el curso de esta peripecia en su siguiente capítulo: la inspección a la escuela de Lera, algo tan ruso como los pelmenis y la propia etnia.
Veremos como acaba el incidente. Mientras tanto, aconsejo al respetable frecuentar otra vez "El inspector" de Nikolai Gogol, una sátira maestra sobre las inspecciones en la patria eterna, la Santa Rusia. Verán como Kennan tenía razón.