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Feminismo más allá de Occidente: visibilizando las luchas invisibles

16 de Septiembre de 2025
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El feminismo, en su esencia más pura, es una aspiración universal hacia la igualdad, la libertad y la dignidad. Sin embargo, como diría Simone de Beauvoir, "no se nace mujer: se llega a serlo", y esa llegada está mediada por contextos culturales, sociales y políticos profundamente diversos. Por ello, aunque el feminismo es un movimiento global, la mirada occidental suele concentrarse en sus propias batallas, olvidando o invisibilizando a mujeres de culturas donde el machismo se manifiesta en formas mucho más severas y estructurales.

En muchas sociedades, desde comunidades indígenas hasta regímenes autoritarios, el cuerpo y la existencia de la mujer están sujetos a normas que restringen su libertad más básica: el derecho a la educación, la autonomía sobre sus propios cuerpos, y la posibilidad de decidir su destino. Estas realidades plantean un desafío filosófico fundamental: ¿cómo conciliar el respeto por las diferencias culturales con la defensa universal de los derechos humanos? Aquí se abre un espacio crucial para la reflexión ética sobre el relativismo cultural y la justicia global.

El feminismo es un fenómeno universal, y debe seguir cuestionando y criticando todas las culturas que no respeten a la mujer.

El feminismo debe reconocer que no es un monolito, sino un movimiento plural que se nutre de las luchas particulares y locales. La filósofa Judith Butler, al hablar de performatividad, nos invita a entender que la identidad de género es una construcción social dinámica, y que estas construcciones varían y se resisten en cada contexto. De esta manera, el feminismo global se enriquece al incorporar las voces de mujeres cuyas resistencias no siempre llegan a los titulares de los medios.

Es imprescindible construir un feminismo que actúe como un puente intercultural, que se solidarice desde la humildad y el respeto, evitando caer en el paternalismo o la imposición de modelos ajenos. Esta solidaridad debe fundarse en un diálogo ético que valore la diversidad sin renunciar a la universalidad de la justicia y la igualdad.

Solo así el feminismo podrá ser realmente emancipador, trascendiendo fronteras y discursos hegemónicos, y empoderando a todas las mujeres, especialmente a aquellas cuyas voces han sido sistemáticamente silenciadas. En definitiva, se trata de transformar el mundo desde la multiplicidad, reconociendo que la lucha por la libertad es una lucha común, plural, aunque los caminos y los obstáculos sean distintos.

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