En política, las casualidades son espejismos: tras cada encuentro se ocultan cálculos milimétricos. Los viajes, las visitas y hasta las coincidencias geográficas obedecen a guiones cuidadosamente trazados, con intereses que a menudo permanecen invisibles.
En el caso que nos ocupa, no parece fortuito que un diálogo de alto nivel coincida con la tregua comercial de 90 días entre Washington y Pekín. Tampoco lo es que la llegada de Donald Trump a Europa añada dramatismo al tablero. Algunos lo verán como un exceso de coincidencias; otros, como la prueba de que en la arena internacional nada se deja al azar,
PROTAGONISTAS
La escena actual en Madrid reúne figuras que, con cada movimiento, alteran agendas y reconfiguran equilibrios.
Scott Bessent, Secretario del Tesoro de EE. UU., visitará España y Reino Unido entre el 12 y el 18 de este mes.
En Madrid se abordarán tensiones bilaterales: el compromiso del 5 % del PIB con la OTAN y la postura española ante Gaza.
Según El País, Moncloa aprovechará la visita para recomponer puentes con Washington tras las duras críticas de Trump a las medidas españolas hacia Israel.
Madrid no es terreno neutral: es un espacio donde Washington podría tantear la opinión de Sánchez, hasta qué punto nuestro continente tendría capacidad para “europeizar” las tensiones con China, ante un aliado atrapado entre dependencia comercial y lealtad atlántica.
Mientras tanto, EE. UU. y China mantienen su tregua de 90 días: aranceles, comercio, seguridad nacional, regulaciones tecnológicas (TikTok) y blanqueo de capitales, Temas, en el centro de las agendas.
UN TERCERO INESPERADO: ESPAÑA COMO CONCILIADORA.
España, de manera inesperada, emerge como anfitrión y posible mediadora.
Las cicatrices de viejos desencuentros —como aquel gesto de Zapatero en 2003, cuando no se levantó ante la bandera estadounidense— aún pesan en la memoria diplomática. A ello se suman tensiones recientes, como la decisión española de limitar la venta de armas a Israel, interpretada en Washington como un gesto que “envalentona” a los enemigos de su aliado.
Acoger un diálogo entre Washington y Pekín no es solo un acto protocolario: para Madrid representa una oportunidad de reparar lazos con la Administración Trump y, al mismo tiempo, ganar visibilidad global.
CONFUSIÓN EN LAS CANCILLERÍAS U.E.: LA ELECCIÓN DE ESPAÑA
En Bruselas, la sorpresa es evidente. ¿Por qué España y no otra capital?
Madrid se erige de pronto como un espacio de cruce, casi un “Olimpo” improvisado, donde se negocian intereses que pesan más que ejércitos.
Las cancillerías europeas observan con la inquietud de quien escucha movimientos detrás de un telón.
CONCLUSIÓN: LOS GUIONES OCULTOS
Las visitas oficiales se planifican con meses de antelación, pero los detalles críticos se cierran muchas veces en el último minuto, cuando el tren de aterrizaje ya roza la pista.
La visita de Trump en Reino Unido, aunque de largo tiempo planificada, busca cerrar asuntos pendientes, entre ellos algunos aspectos de los contratos F‑35, donde EE. UU. presiona por condiciones de pago más ventajosas, ya que Londres, “hermano de sangre”, aparece como socio estratégico indispensable aún con “Brexit”
España, mientras tanto, se sitúa en el centro de la jugada: anfitrión circunstancial, pero también escenario donde se mide la capacidad de Washington para arrastrar a Europa a su órbita frente a China.
Importante; Vuelve a no ser casualidad. Cada visita, cada gesto, cada conversación tiene un propósito. Madrid no es escenario: es tablero. Y en geopolítica, los tableros rara vez son neutrales.