19 de Octubre de 2025
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Control Z

Equivocarse en España es como derramar vino en el mantel de la abuela. Se considera una tragedia doméstica de proporciones bíblicas. Aquí no se borra el error, se enmarca. Nadie se atreve a pulsar el Control Z (Ctrl+Z), esa combinación mágica que en el ordenador corrige el desastre y en la vida real parece un gesto de alto riesgo.

Vivimos en un país donde la rectificación da más miedo que el error. Políticos que cambian de discurso pero no lo reconocen, y prefieren estrellarse contra la realidad antes que reconocer que la dirección del GPS estaba mal puesta. Ciudadanos que prefieren seguir defendiendo una barbaridad solo para no bajarse del burro. Periodistas que confunden rigor con orgullo y convierten la fe de erratas en un género literario. Nos cuesta aceptar que el error no mata, pero el ego sí. Como si pedir perdón fuera desnudarse en mitad de la plaza mayor.

Y sin embargo, equivocarse es lo más normal del mundo. Un niño aprende a caminar cayéndose de morros. Un panadero domina la hogaza después de quemar unas cuantas. Un estudiante descubre el teorema de Pitágoras escribiendo cien veces mal la hipotenusa. La vida es ensayo y error. Pero nosotros hemos decidido que el error es pecado capital y la penitencia es eterna.

El resultado es grotesco. Tenemos ministros que se aferran a promesas imposibles como quien insiste en ponerse unos vaqueros de cuando tenía veinte años. Entrenadores que mantienen a un delantero en el campo aunque no marque ni a portería vacía. Somos una sociedad que prefiere romperse la rodilla antes que admitir que se metió en un charco.

Cambiar de opinión no es incoherencia, es supervivencia. Sano. Democrático. Los científicos lo hacen cada día cuando un experimento les desmonta la hipótesis. Los médicos cuando un tratamiento no da resultado. Incluso los cocineros cuando prueban el guiso y deciden que con un poco más de pimienta todo sabe mejor. Rectificar no es rendirse, es actualizar el sistema operativo. Lo que pasa es que no pasa nada.

Rectificar no es mentir. Mentir es defender lo que no es a sabiendas de que no es cierto. Rectificar es lo contrario: es mirar a la verdad de frente y decirle que, esta vez, tenía razón ella. No hay traición en cambiar de opinión, hay evolución. Mentir es maquillarse las ideas para que parezcan coherentes. Rectificar es lavarse la cara y seguir pensando.

Necesitamos más Ctrl+Z y menos orgullo inútil. Más capacidad de reírnos de nuestros fallos y menos obsesión por aparentar que nunca tropezamos. Porque lo ridículo no es equivocarse, lo ridículo es empeñarse en sostener una idea muerta como quien carga un sofá roto solo para demostrar que tiene fuerza.

Equivocarse es de humanos. Reconocerlo es de valientes. Y aplicarse un Ctrl+Z a tiempo es lo que nos salvaría de convertirnos en un país entero caminando con la tecla bloqueada.

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