La conceptualización de las Altas Capacidades Intelectuales (AACC) ha experimentado una transformación radical en las últimas décadas, transitando desde una visión psicométrica rígida y unidimensional —centrada exclusivamente en el Cociente Intelectual (CI)— hacia un modelo multidimensional y biopsicosocial. En la actualidad, el consenso científico emergente sitúa a las AACC dentro del espectro de la neurodivergencia. Este cambio ontológico implica reconocer que la superdotación no constituye simplemente una acumulación cuantitativa de aptitudes cognitivas ("más inteligencia"), sino una configuración cualitativa distinta de la arquitectura cerebral y del funcionamiento del sistema nervioso central. Es una condición psicológica. Esta perspectiva de neurodivergencia es fundamental para comprender la experiencia fenomenológica del individuo superdotado. No se trata únicamente de una capacidad superior para el razonamiento lógico o la adquisición de conocimientos académicos, sino de una forma de estar en el mundo marcada por diferencias estructurales en la conectividad neuronal, una reactividad sensorial alterada y patrones de procesamiento emocional que divergen significativamente de la norma neurotípica.
La validación de las AACC como una forma de neurodivergencia no es una construcción puramente psicológica o sociológica, sino que se asienta sobre evidencias biológicas tangibles. El estudio del sustrato neural de la inteligencia humana ha revelado que los cerebros de las personas con altas capacidades presentan características anatómicas y funcionales distintivas que explican tanto sus ventajas cognitivas como sus vulnerabilidades emocionales y sensoriales.
Una de las características de esta forma distinta de relacionarse con el mundo que se da en las AACC es la Disincronía. Durante la niñez es común ver a niños que pueden leer y comprender textos complejos a los 4 o 5 años, pero cuya motricidad fina apenas les permite sujetar un lápiz correctamente. La velocidad de su pensamiento supera ampliamente la velocidad de su mano, lo que lleva a un rechazo temprano de la escritura y a una frustración intensa al no poder plasmar sus ideas con la rapidez y precisión que su mente exige; en la edad adulta suele manifestarse por una letra infame que ni el propio sujeto entiende. En cuanto a la disincronía y la afectividad, el desarrollo cognitivo permite al niño acceder a conceptos abstractos y angustiantes (muerte, infinito, guerras, injusticia social) mucho antes de que su sistema límbico y experiencial haya desarrollado las herramientas emocionales para gestionar esa información. Esto resulta en miedos que parecen desproporcionados o "irracionales" para su edad cronológica, pero que son totalmente lógicos dado su nivel de comprensión intelectual. En la edad adulta es muy corriente que, personas de 35 años, con enorme potencial y madurez cognitiva, tengan un desarrollo emocional retrasado y se comporten como niños, o adolescentes, lo cual hace que las personas de su entorno los vean como frikis, o simplemente idiotas. La falta de sincronía en la escuela hace que el niño con AACC aprenda a un ritmo y profundidad que el currículo estándar no puede satisfacer. La repetición constante de conceptos ya dominados conduce al aburrimiento, la desmotivación y, paradójicamente, al fracaso escolar o a conductas disruptivas en clase como mecanismo de defensa ante la inactividad mental. Los niños y niñas con AACC a menudo suelen preferir la compañía de niños mayores o adultos, ya que con sus coetáneos cronológicos no encuentra intereses compartidos ni un nivel de juego estimulante. Esto puede derivar en aislamiento social si no se facilita el contacto con otros niños de alta capacidad.
La posible doble excepcionalidad es otra posibilidad que debemos tener en cuenta y a menudo dificulta la identificación de la persona con AACC. Así, se pueden tener AACC y ser Autista, TDHA, o sufrir Dislexia (como me pasó a mi). De esta manera, las altas capacidades elevan el rendimiento, mientras que la dificultad lo deprime, resultando en un desempeño académico que se sitúa exactamente en la media. Estos niños son los más invisibles del sistema, ya que no destacan ni por arriba ni por abajo, pero sufren un desgaste cognitivo y emocional inmenso para mantener esa apariencia de normalidad.
La identificación de las AACC se fundamenta en distintos modelos; en España, el modelo de Castelló y Batlle es una referencia fundamental para la legislación de varias comunidades autónomas. Este modelo rechaza la superdotación como un concepto monolítico y propone una clasificación basada en perfiles de competencia cognitiva. Así, se habla de superdotación, con alta capacidad en todas las aptitudes intelectuales (razonamiento lógico, verbal, matemático, espacial, creativo, memoria) y percentil > 75 en todas las áreas (que, aunque este este sea mi caso, es menos frecuente que los talentos), y talentos, simple, múltiple, complejo y conglomerado. De este modo una persona puede puntuar 120 de media, y tener un talento matemático por encima del percentil 95, o incluso más de un talento.
Ahora bien, ¿se identifican las AACC en España? La situación de las AACC en España se caracteriza por una profunda disparidad regional y una subidentificación crónica, fruto de la falta de criterios unificados y de la aplicación desigual de la normativa. Las estadísticas oficiales del Ministerio de Educación para el curso 2022-2023 arrojan una cifra de aproximadamente 46.000 a 50.000 alumnos identificados con altas capacidades en todo el territorio nacional. Esto representa apenas entre el 0,6% y el 0,8% de la población escolar total.
Esto implica que España está fallando en identificar a la inmensa mayoría de sus estudiantes con alto potencial. Expertos universitarios calculan que cerca del 93% de los alumnos con altas capacidades permanecen invisibles al sistema, sin recibir la atención que la ley teóricamente les garantiza. Existe además un sesgo de género significativo: por cada 7 niños identificados, solo hay 3 niñas, debido a que las niñas tienden a camuflar mejor sus capacidades para lograr aceptación social (efecto camaleón) y presentan menos conductas disruptivas en el aula. Otra cuestión de que debe preocuparnos es que la descentralización educativa en España ha provocado que el código postal determine el destino educativo de un niño con AACC. Las diferencias en los protocolos de identificación entre Comunidades Autónomas son abismales. Esta falta de homogeneidad genera situaciones de inseguridad jurídica donde un alumno diagnosticado con necesidades educativas especiales por AACC en Murcia puede perder dicha condición y los apoyos asociados al trasladarse a Madrid, a pesar de que su cerebro y sus necesidades no hayan cambiado.
Ahora bien, ¿qué podemos esperar de las personas con AACC en el ámbito laboral? La neurodivergencia no desaparece con la mayoría de edad. Los niños con AACC se convierten en adultos con AACC, y los desafíos de la disincronía y la sobreexcitabilidad se trasladan del aula a la oficina y a las relaciones personales. La inserción laboral del adulto superdotado suele ser compleja. Las características neurobiológicas (velocidad de procesamiento, necesidad de complejidad, pensamiento divergente) chocan a menudo con estructuras corporativas jerárquicas y procedimentales. El adulto con AACC suele sufrir el síndrome del boreout (aburrimiento crónico) cuando las tareas son repetitivas y carecen de desafío intelectual. Esto lleva a la apatía, el cinismo y la desconexión emocional con la empresa, siendo un desperdicio masivo de talento organizacional. También suelen presentar conflicto con la autoridad al cuestionar los procedimientos ineficientes y proponer mejoras constantes. En culturas empresariales rígidas, esto se interpreta como insubordinación o arrogancia, en lugar de como un intento de aportar valor. Su lealtad suele ser hacia la lógica y la eficiencia, no hacia la jerarquía per se. Para sobrevivir y prosperar, los adultos AACC necesitan realizar "Job Crafting" (moldear su puesto de trabajo), buscando autonomía, proyectos innovadores y aprendizaje continuo. Si la organización no lo permite, la rotación laboral es alta o se inclinan hacia el emprendimiento.
¿Aportan algo las personas con AACC en los puestos de trabajo? Sí, ya que paradójicamente, las mismas características que causan fricción en puestos subalternos hacen de los individuos AACC líderes excepcionales en contextos adecuados, especialmente en la gestión de crisis. Ahora bien, ¿conocen algún “jefe” que acepte, y sobre todo ante una situación de crisis, ser tutelado o aconsejado por un subalterno?
Las AACC no son una ventaja competitiva, sino una neurodivergencia compleja. Son un tipo de psicología que conduce al riesgo psicológico con mayor vulnerabilidad a la ansiedad, depresión existencial y perfeccionismo paralizante debido a la autocrítica feroz; conduce también al desajuste social, con dificultades de integración si no se encuentran pares intelectuales (disincronía social); a la parálisis por análisis, ya que la capacidad de ver todas las ramificaciones de una decisión puede llevar a la indecisión (pensamiento arborescente); y también conducen a la hipersensibilidad, con la sobrecarga sensorial que puede limitar la participación en ciertos entornos.
Siempre me pregunté por qué yo era como era, y no ha sido, hasta conocer el concepto de neurodivergencia, cuando he terminado evaluándome, a mis 60 años, para saber si tenía AACC o era gilipollas como dice mi mujer. Cuando llegué a mi casa saqué, eufórico, la cabeza por la ventana y grité: “¡¡¡NO SOY GILIPOLLAS, NO SOY GILIPOLLAS!!!”, ante lo cual, el vecino de enfrente se asomó y dijo: “¡CALLA, PUTO GILIPOLLAS DE LOS COJONES!” Un saludo a todo el mundo.