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Abuso de llamadas publicitarias

04 de Octubre de 2025
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Abuso de llamadas publicitarias. Teléfono

Un buen día el superministro encargado de la cosa tecnológica y hasta de poner remedio a las trapacerías de la superpresidenta de Madrid, decide aparecerse ante los medios y contarnos, a quien quiera escucharle, que el gobierno de la nación ha puesto en marcha un plan contra las estafas telefónicas. Al parecer, según nos cuenta, ha permitido bloquear ya 48 millones de llamadas fraudulentas realizadas a nuestros teléfonos.

Es superministro de los funcionarios, de los trabajadores públicos y, por ende, más a más, de las grandes transformaciones tecnológicas. Aprovecha su comparecencia para informarnos de que se prohíben las llamadas comerciales realizadas desde móviles, porque una parte muy importante de las estafas se realizan por esta vía.

La consecuencia inmediata es que todas las llamadas comerciales deberán realizarse desde números que cuenten con prefijos que indiquen la procedencia geográfica de la misma, o desde los famosos 800, o 900 que, además de recibir llamadas pueden realizarlas.

Ya me quedo más tranquilo. Imagino que como cualquiera que escucha la noticia. A partir de ahora se acabaron las llamadas intempestivas al trabajo, en la comida, en la siesta, a media tarde. O eso creía yo. Lo cierto es que, desde que el ministro apareció en la tele para contarnos estas cosas, he comenzado a recibir llamadas desde toda España y hasta de otros lugares de Europa, desde teléfonos con prefijo geográfico.

Unas veces el interlocutor permanece callado y cuelga. Otras veces una amable señorita, o señorito, pretende informarme de las grandes  ventajas de cambiar de compañía telefónica, eléctrica, gasística, o sobre los cientos de campañas que mantienen abiertas los cientos de ongs que transitan por nuestro mundo y que se ocupan de las más diversas causas, todas ellas dignas, todas ellas sociales, todas ellas meritorias y todas ellas merecedoras de atención.

No os engaño si os digo que recibo entre 4 y 6 llamadas diarias de este tipo. En el trabajo, a la hora de comer, a la hora de la siesta, a media tarde. Tampoco os engaño si os digo que no contesto ninguna y que si alguna dejo que entre, corto de inmediato, en el momento en que una melosa voz comienza a entonar su canto de sirena.

Siempre tengo miedo de que me esté llamando un médico, o algún organismo oficial, pero prefiero correr el riesgo. Creía que era un raro y que sólo me pasaba a mí. Creía que un algoritmo se había ensañado conmigo, o contra mí. Creía que algún teleoperador había programado estas llamadas como venganza por no haber atendido su llamada.

Pero parece que no. Según escucho a vecinos, a familiares, a los tertulianos en la radio, resulta que estas llamadas desde teléfonos con prefijo geográfico han comenzado a multiplicarse desde que el superministro salió a la palestra.

No será culpa suya. Estuvo valiente, torero y con ganas de agradar. Hasta anunció sanciones. Pero a los publicistas les trae al fresco el ministro, el gobierno, la oposición, o el sursuncorda. Una multa, en el hipotético y hasta casi imposible caso de producirse, siempre será mejor opción que dejar de beneficiarse del inmenso negocio de la publicidad telefónica en el que siempre hay alguien que pica.

Me pregunto, ¿en qué momento autoricé que me llamaran con fines publicitarios? Imagino que en alguno de esos miles de clics que damos para entrar en alguna página. ¿En qué momento autoricé llamadas fraudulentas? Nunca, pero siguen llamando. A veces remito esos teléfonos a la policía, a algún servicio de ciberseguridad, pero no debe ser cosa suya, porque nadie me contesta nunca.

Veo al superministro, siguiendo el camino de su tocayo, también ministro, pero no madrileño, sino vallisoletano, denunciando las largas colas de autobuses en Madrid, las listas de espera, las calles sucias, el colapso del metro y los atascos interminables. Todo ello es verdad. Además, añado de mi cisecha, las obras a todas horas y los ruidos nocturnos.

Pero sonaría más creíble, coherente, digno de crédito y verosímil, si estas menudencias de las llamadas, estuvieran solucionadas. Por aquello de la paja en el ojo ajeno y de la viga en el tuyo. Por aquello de que la izquierda, la de verdad, no es pose, sino actos, conservar lo bueno, transformar lo malo, buscar soluciones a los problemas de las personas.

Tal vez es mucho pedir, pero por pedir que no quede.

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