Para los que, como Diario Sabemos, llevamos años investigando y vigilando la figura de un hombre que debería estar siempre en el anonimato, la detención de Vicente Fernández, un hombre muy cercano a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, no nos ha sorprendido. Es más, viendo los actores que iban pasando por los juzgados (imputados o ya procesados), las probabilidades de que su nombre apareciera en alguna de las causas iban en aumento.
Los grandes escándalos de corrupción en España suelen emerger no como explosiones repentinas, sino como fallas tectónicas que se abren lentamente bajo el terreno político. El caso Aznalcóllar, que durante años pareció un episodio técnico sobre un concurso minero, ha terminado convirtiéndose, a pesar de que el pasado 5 de diciembre la Audiencia Provincial de Sevilla absolviera a los 16 acusados, en una grieta que atraviesa instituciones, trayectorias políticas y redes de influencia en Andalucía. En su centro aparecía una figura que siempre se movió con discreción: Vicente Fernández Guerrero, expresidente de la SEPI y ex viceconsejero de la Junta de Andalucía.
Su detención en el marco de la pieza secreta sobre presuntas adjudicaciones ilegales relacionadas con Servinabar, empresa vinculada a Santos Cerdán, sorprendió no tanto por el hecho en sí sino por lo que simbolizaba: la caída de un tecnócrata considerado durante décadas un engranaje clave en la arquitectura del poder socialista andaluz.
El ascenso de un funcionario indispensable
Fernández nunca fue un político de tribuna. Su poder procedía de otro lugar: el control de procesos, la gestión interna, la capacidad para mover piezas desde la maquinaria administrativa. Su paso por la Viceconsejería de Innovación, Ciencia y Empresa durante los gobiernos del PSOE lo situó en uno de los nudos más sensibles del Ejecutivo autonómico: el que coordinaba los incentivos públicos, los proyectos estratégicos y la interlocución con el sector privado.
Años después, cuando fue nombrado por María Jesús Montero presidente de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) —un organismo que gestiona un conglomerado empresarial público que va desde la industria de defensa hasta la radiodifusión—, su perfil encajaba en el patrón de los cargos destinados a navegar entre política y gestión. Pero la sombra de Aznalcóllar terminó alcanzándolo.
Aznalcóllar: el concurso que nunca dejó de emitir ruido
El concurso internacional para reabrir la mina de Aznalcóllar fue presentado por la Junta como una muestra de solvencia institucional y de apuesta por un renacimiento industrial responsable. Sin embargo, desde el principio estuvieron presentes las sospechas: informes contradictorios, decisiones técnicas difíciles de justificar y un resultado que favoreció a Grupo México-Minera Los Frailes, pese a que la otra finalista, Emerita Resources, denunció irregularidades.
La investigación judicial, que ha avanzado con una lentitud desesperante, sostiene la hipótesis de que el concurso pudo estar predeterminado, y que algunos altos cargos habrían actuado para favorecer a una de las empresas. Entre esas piezas aparece el nombre de Vicente Fernández, cuya participación en la mesa del concurso y cuya relación profesional con los responsables políticos de la época lo situaron en el foco de los investigadores.
Relaciones con el socialismo andaluz histórico
Pero para comprender la arquitectura del poder en Andalucía hay que observar a importantes figuras históricas del socialismo andaluz que, de momento, no mencionaremos, que fueron (y desde el sector privado siguen siendo) operadores políticos con conexiones profundas en la administración, el partido y el tejido económico.
El vínculo entre estos históricos y Vicente Fernández fue, según diversas fuentes políticas y judiciales, una relación de confianza construida durante años de gestión compartida. En la práctica, Fernández formaba parte del círculo técnico que ejecutaba las prioridades políticas del núcleo duro del socialismo andaluz, un entramado donde los límites entre decisión política y gestión administrativa a menudo quedaban difuminados.
La detención de Fernández reactiva inevitablemente la mirada hacia estas viejas redes que se han extendido a nivel nacional e internacional, sobre todo en Latinoamérica, en países que son muy mencionados en las diferentes causas de corrupción que asolan al PSOE de Sánchez.
La sombra del lobby
En este rompecabezas aparece una pieza más: la consultora Acento Public Affairs, fundada por el exministro socialista José Blanco. Aunque la empresa ha intentado distanciarse de cualquier interpretación política, su actividad se enmarca en la normalización del lobby en España, su sola existencia señala una tendencia: la traslación del poder político acumulado durante décadas hacia el sector privado. Es más, importantes nombres muy cercanos a Pedro Sánchez, como Antonio Hernando, participaron en reuniones enmarcadas dentro de los movimientos de Leire Díez, detenida en el marco de la misma pieza secreta por la que se detuvo a Fernández.
La conexión entre Fernández y el universo político-económico que representan los líderes socialistas andaluces históricos y, por extensión, con Acento, alimentó especulaciones sobre dinámicas de influencia. Se trata de observar y analizar el contexto: la detención de un ex alto cargo, imputado (ahora absuelto) en la investigación de un concurso minero multimillonario, y la proximidad de ese entramado con figuras que hoy actúan como consultores estratégicos en Madrid, Latinoamérica, Caribe y Bruselas.
La caída de Vicente Fernández reabre un debate más profundo: el de la tecnocracia politizada, ese espacio donde funcionarios y políticos comparten lealtades, diagnósticos y proyectos, y donde las grandes decisiones económicas pueden quedar atrapadas en estructuras informales de poder.
En Andalucía, el socialismo gobernó durante casi cuatro décadas. Como ocurrió en otras regiones o países donde un partido domina tanto tiempo, surgió una burocracia alineada con un ecosistema político concreto. Vicente Fernández fue parte de ese paisaje: un profesional competente, convertido en pieza de una maquinaria que se justificaba a sí misma.