Tezanos defiende la autonomía del CIS mientras el Senado convierte la demoscopia en un campo de batalla política

El presidente del organismo rechaza que Moncloa dicte instrucciones y atribuye las críticas a una operación de desgaste contra un modelo de análisis que ha alterado el debate público

09 de Diciembre de 2025
Actualizado a las 11:47h
Guardar
Tezanos defiende la autonomía del CIS mientras el Senado convierte la demoscopia en un campo de batalla política

La comparecencia de José Félix Tezanos en el Senado no resolvió únicamente dudas técnicas. Dejó al descubierto, sobre todo, el lugar que ocupa la demoscopia en el clima político actual: para unos, una herramienta imprescindible; para otros, un arma con la que disputar el relato. En ese tablero movedizo, el CIS vuelve a convertirse en un símbolo y no tanto en un organismo dedicado a medir estados de opinión.

La intervención de Tezanos ante la comisión dejó claro que quiere cortar de raíz la sospecha recurrente sobre el supuesto alineamiento del CIS con el Gobierno. Insistió, sin matices, en que no recibe indicaciones de Moncloa y que los barómetros se elaboran sin presiones. Lo dijo con el aplomo de quien sabe que la discusión ya no gira en torno a fórmulas estadísticas, sino alrededor de un cuestionamiento político que se reproduce cada mes, al ritmo de cada publicación.

El presidente del CIS quiso desmontar lo que considera una crítica fabricada. Recordó que los ataques no suelen apoyarse en análisis metodológicos y que, de hecho, el organismo logró aproximarse notablemente al resultado de las últimas generales. “No estamos sesgando nada”, afirmó, con un tono que mezclaba serenidad y cierto cansancio. A su juicio, la desconfianza hacia el CIS nace menos del método que del clima político, donde cualquier dato incómodo se convierte en señal de conspiración.

Ese es el terreno en el que se mueve hoy la institución: un espacio público donde el análisis convive con la sospecha y donde la demoscopia se evalúa según encaje —o no— en las expectativas partidistas. La evolución no es casual. Forma parte de un ecosistema donde cada institución percibida como independiente acaba entrando en un bucle de desgaste tan pronto como sus conclusiones resultan molestas para un actor político.

Entre la disputa política emergió un aspecto más técnico que rara vez consigue espacio en el debate público. Tezanos explicó la lógica del llamado “método Alaminos-Tezanos”, un intento de adaptar las estimaciones electorales a un escenario en el que la volatilidad se ha vuelto regla, no excepción. La fidelidad partidista, antes predominante, se ha reducido de tal manera que los modelos clásicos pierden capacidad predictiva. La decisión tardía del voto, cada vez más marcada por el clima de campaña y por factores coyunturales, obliga a incorporar nuevas variables.

La explicación abrió un flanco inesperado: la incertidumbre inherente a cualquier proyección en un escenario tan cambiante. Ese elemento, que estadísticamente es lógico, se convierte en un arma arrojadiza en manos de quienes prefieren ver intencionalidad donde hay complejidad. La política suele exigir certezas incluso cuando el comportamiento electoral ya no las ofrece.

Otro punto relevante fue la discusión sobre el presupuesto del CIS. Tezanos detalló que la subida no responde a un capricho, sino a la necesidad de regularizar a encuestadores que llevaban años trabajando sin contrato estable. “La esclavitud es muy barata”, deslizó, consciente de que la frase quedaría grabada en la crónica parlamentaria. Más allá del impacto retórico, la explicación buscaba subrayar la precariedad con la que operaba el organismo.

La sesión del Senado no despejó incógnitas que, en realidad, nunca habían sido estrictamente técnicas. Lo que dejó claro es hasta qué punto el CIS se ha convertido en un símbolo dentro de la disputa por el control del relato político. Para algunos, su papel es el de una pieza esencial en el ecosistema de instituciones que vertebran la democracia; para otros, es un objetivo sobre el que proyectar un discurso de desgaste permanente.

De ahí que la pregunta clave no sea si el CIS acierta o falla en una estimación concreta, sino qué modelo de convivencia institucional se construye cuando cualquier organismo técnico queda sometido a sospecha preventiva. La erosión de la confianza pública no suele comenzar por errores metodológicos, sino por campañas prolongadas que instalan la idea de que toda institución es sospechosa por defecto.

Tezanos defendió la autonomía del organismo con solvencia técnica y un punto de incomodidad que no trató de ocultar. Su comparecencia no frenará la polémica, pero sí ayuda a entender el terreno donde se libra esta batalla: la demoscopia ha pasado de ser una herramienta analítica a convertirse en un espacio más de confrontación, otro de los escenarios donde se decide qué relato se impone.

Al final, la sociedad necesita datos fiables, incluso cuando incomodan. Ese es el terreno donde el CIS seguirá siendo examinado, discutido y usado como munición política. No porque haya cambiado su naturaleza, sino porque el clima político convierte cualquier dato en un motivo de disputa.

Lo + leído