Las rutas migratorias cambian de escenario: menos llegadas, pero Baleares se convierte en punto caliente

El retroceso en Canarias contrasta con el aumento sostenido en Baleares y con el repunte de entradas terrestres en Ceuta y Melilla

03 de Diciembre de 2025
Actualizado a las 11:36h
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Las rutas migratorias cambian de escenario: menos llegadas, pero Baleares se convierte en punto caliente
Inmigrantes en Canarias en una imagen de archivo.

El balance de Interior confirma una caída considerable de las llegadas irregulares a España, pero los números no describen un alivio real: la presión se desplaza, no desaparece. Baleares y las ciudades autónomas absorben ahora lo que dejó de caer en Canarias.

Los 34.251 migrantes que han entrado por vías irregulares hasta finales de noviembre son menos que el año pasado, pero el cuadro completo obliga a matices. El crecimiento en Baleares —un 28,3%— revela una tendencia que ya se venía insinuando: cuando la ruta canaria se frena, la salida desde Argelia vuelve a ganar terreno.

Las 366 embarcaciones que han alcanzado las islas este año explican bien lo que ocurre. Son travesías cortas, de grupos reducidos, difíciles de anticipar y que desbordan las capacidades de acogida por acumulación, no por volumen. Baleares ha tenido que adaptarse sin margen, sin infraestructuras estables y con una rotación de emergencias que no permite mirar muy lejos.

Canarias, por su parte, registra 16.807 llegadas, una caída del 59,4%. No es fruto de una sola causa: pesa la presión diplomática en Mauritania, el refuerzo de la vigilancia y el hecho de que algunas organizaciones han desplazado su actividad hacia rutas menos vigiladas. Nada impide que el tablero vuelva a girar, como ha ocurrido en tantas ocasiones.

Ceuta y Melilla vuelven a sentir la presión en la frontera terrestre

El repunte en Ceuta y Melilla, con 3.559 entradas, confirma otro movimiento que Interior prefiere no subrayar demasiado: cuando una puerta se cierra, otra vuelve a abrirse. Las entradas terrestres aumentan un 46,2%, un porcentaje que dice más sobre la fragilidad de los equilibrios fronterizos que sobre la capacidad de control de los estados.

En Melilla, donde la presión había disminuido en los últimos años, los 291 accesos registrados muestran que la calma nunca es definitiva. Y Ceuta vuelve a concentrar la mayor parte de los intentos, con 3.268 personas. Para ambas, las oscilaciones no son un asunto estadístico, sino una carga directa sobre sus servicios sociales.

Interior podrá exhibir la caída del 29,9% como un logro, pero quienes gestionan la acogida saben que el problema no se mide solo en totales. Las rutas tienen vida propia y responden a factores que van desde la meteorología hasta las relaciones con países con los que España negocia día a día, sin garantías de estabilidad.

La experiencia de los últimos años confirma que la migración irregular no se reduce, sino que se redistribuye. Baleares es la prueba más reciente. Canarias descansa, pero seguirá siendo una ruta disponible. Y Ceuta y Melilla recuerdan que la frontera sur opera con sus propios ritmos, ajenos a cualquier anuncio político.

Los datos vuelven a situar el foco en lo de siempre: la necesidad de una estrategia que no persiga únicamente reducir cifras, sino gestionar un fenómeno que seguirá ahí, adaptándose, como lleva haciéndolo desde hace décadas.

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