Moldavia consolida su rumbo europeo pese a las presiones de Moscú

El partido de Maia Sandu retiene la mayoría parlamentaria pese a las presiones prorrusas, las tensiones regionales y el desafío postelectoral del bloque opositor

29 de Septiembre de 2025
Actualizado a las 14:50h
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Moldavia consolida su rumbo europeo pese a las presiones de Moscú

El resultado electoral en Moldavia consolida el rumbo comunitario de Chisináu en un contexto cada vez más condicionado por la interferencia externa. La victoria del PAS refuerza su capacidad legislativa, aunque los intentos de desestabilización política y las sombras informativas no se disipan tras el recuento.

Una mayoría bajo presión

Moldavia se enfrenta a su propio dilema continental. No en los márgenes teóricos del debate, sino en las urnas. La mayoría lograda por el partido Acción y Solidaridad (PAS), liderado por la presidenta Maia Sandu, le otorga margen parlamentario suficiente para avanzar en la senda de integración en la Unión Europea. La continuidad en el poder no es solo una victoria electoral: es un gesto hacia fuera, hacia Bruselas, en un momento de alta sensibilidad regional.

La votación se celebró en medio de una campaña marcada por acusaciones de injerencia, estrategias de manipulación y restricciones administrativas. El Gobierno optó por una línea de defensa clara frente a las maniobras de Moscú, reforzando el relato de soberanía institucional. La oposición prorrusa, por su parte, agitó el discurso del fraude electoral, la represión partidista y el desequilibrio mediático.

Las cifras fueron inequívocas: el PAS mantuvo una mayoría absoluta por encima del umbral de los 51 escaños, mientras el bloque prorruso consolidó su papel como primera fuerza opositora. En medio, otros partidos menores aprovecharon la fatiga social y el desencanto económico para arañar votos en los márgenes del debate geopolítico.

Dodon clama victoria, pero las calles no responden

Nada más cerrarse los colegios, Igor Dodon —expresidente y líder del Bloque Patriótico— se autoproclamó vencedor. Convocó concentraciones frente al Parlamento y advirtió de que no aceptaría el resultado si se producían “irregularidades durante la noche”. No esperó a los datos oficiales ni a la validación de las autoridades electorales. El gesto no fue casual: buscaba encender un relato de ilegitimidad.

La protesta no se materializó con la contundencia que se insinuaba. El llamamiento no encontró eco suficiente y la movilización quedó en un acto testimonial. Aun así, el discurso de fraude se mantiene como telón de fondo, alimentado desde las regiones prorrusas y desde sectores que cuestionan abiertamente la independencia institucional del Estado moldavo.

Interferencia, ciberataques y un recuento vigilado

La jornada se desarrolló bajo vigilancia digital reforzada. El servicio de ciberseguridad detectó varios intentos de ataque dirigidos contra los sistemas del proceso electoral, neutralizados sin afectar al recuento. Desde el Gobierno se denunció una “campaña sostenida de desinformación” promovida desde el exterior.

El voto exterior también tuvo un peso determinante. Más de un cuarto de millón de moldavos en la diáspora ejercieron su derecho. Ese voto —tradicionalmente alineado con el bloque proeuropeo— contribuyó a consolidar la ventaja del PAS.

La polarización no se limita a los resultados. Las regiones de Gagauzia y Transnistria, con vínculos históricos y políticos con Moscú, volvieron a mostrar una mayoría opositora, alimentando la idea de un país a varias velocidades: institucionalmente volcado en Europa, pero territorialmente fragmentado.

Moldavia no sale indemne de esta cita con las urnas, pero sí con una hoja de ruta respaldada. El triunfo del PAS no disipa los riesgos ni las tensiones. Sirve, sin embargo, para confirmar que, incluso con ruido de fondo, la ciudadanía ha optado mayoritariamente por seguir alejándose de la órbita del Kremlin.

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