La hipocresía de los países árabes: condenan el genocidio de Gaza mientras son clientes preferenciales de Israel

Documentos filtrados al ICIJ y al Washington Post demuestran la cooperación estrecha entre varios estados árabes e Israel bajo la intermediación de Estados Unidos, tanto con Biden como con Trump

20 de Octubre de 2025
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Trump hipocresía países árabes
Donald Trump saluda a líderes árabes y musulmanes en Estados Unidos | Foto: The White House

En pleno conflicto de Gaza, la retórica oficial de los estados árabes sobre la guerra ha quedado marcada por la condena pública de la campaña israelí.

Sin embargo, documentos estadounidenses filtrados y a los que ha tenido acceso tanto el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) como el Washington Post, revelan que la cooperación militar con Israel ha avanzado a paso firme y a puerta cerrada.

Entre 2022 y 2025, altos mandos militares de Israel y seis países árabes (Catar, Baréin, Egipto, Jordania, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos) se reunieron en múltiples ocasiones, facilitados por Estados Unidos, para crear lo que los documentos denominan “Construcción de Seguridad Regional”. La paradoja es evidente: mientras los líderes árabes denunciaban el conflicto como genocidio y criticaban a Israel en la ONU, en secreto fortalecían lazos militares y compartían inteligencia estratégica.

Los documentos muestran cómo Washington ha servido como mediador y garante, conectando a los estados árabes con Israel a través de entrenamientos conjuntos, intercambio de datos de radar y ejercicios de planificación militar. Se destacan las reuniones en la base aérea de Al Udeid en Catar y Fort Campbell en Tennessee, donde el personal del CENTCOM entrenó a los socios en técnicas para neutralizar túneles subterráneos utilizados por Hamás y en operaciones de información destinadas a contrarrestar la narrativa de Irán como protector de los palestinos. Este esfuerzo ha permitido que Israel y sus aliados árabes desarrollen una red de vigilancia, compartan información y coordinen operaciones de defensa regional.

La filtración también revela la centralidad de la amenaza iraní en este constructo. Documentos del CENTCOM describen a Irán y sus aliados como el “Eje del Mal” y muestran mapas con misiles superpuestos sobre Gaza y Yemen. La percepción de la amenaza iraní ha sido el motor que impulsa la cooperación árabe-israelí: un pragmatismo que prioriza la seguridad regional y la estabilidad estratégica por encima de las disputas políticas y la retórica pública sobre Gaza.

Sin embargo, esta cooperación ha sido delicada y no exenta de tensiones. El ataque israelí en septiembre contra la capital de Catar puso en evidencia la fragilidad de la confianza y los riesgos de la alianza encubierta. Washington, en este contexto, ha desempeñado un papel crucial como mediador y garante, tratando de mantener cohesionados a los estados socios mientras la cooperación militar avanza de forma discreta, lejos del escrutinio público. La crisis subsiguiente subraya los límites de la asociación: el apoyo militar y logístico no elimina la sensibilidad diplomática ni la desconfianza histórica entre Israel y los países árabes.

La operación refleja también un cambio en la lógica de seguridad de los estados árabes del Golfo. Catar y Arabia Saudita, que no mantienen relaciones diplomáticas formales con Israel, han comenzado a compartir información de inteligencia y a participar en ejercicios de defensa aérea coordinados con Washington y Tel Aviv. Al mismo tiempo, las presentaciones del CENTCOM abogan por la creación de un “Centro Cibernético Combinado” y un “Centro de Fusión de Información” para 2026, lo que sugiere que la cooperación no es coyuntural, sino parte de una estrategia a largo plazo para integrar capacidades militares y tecnológicas en la región.

El acuerdo inicial entre Israel y Hamás, que contempla la liberación de rehenes y una retirada parcial de Gaza, pone a prueba la eficacia de esta red. Los países árabes podrían brindar apoyo financiero y diplomático, pero es improbable que desplieguen tropas en la región, dada la complejidad y peligrosidad de la misión. La cooperación militar encubierta, por tanto, se convierte en un instrumento de presión y vigilancia que permite a Washington y a Israel gestionar la estabilidad regional sin exigir compromisos públicos demasiado visibles a los estados árabes.

Este entramado de relaciones plantea un dilema estratégico: la colaboración discreta permite avances operativos y de seguridad, pero al mismo tiempo oculta las tensiones políticas y sociales que atraviesan la región. El enfoque estadounidense “oscurece u oculta la realidad” de las relaciones entre las partes, y los incidentes como el ataque a Catar podrían generar desconfianza durante años. La estrategia de cooperación encubierta refleja, en última instancia, la dualidad de la política árabe contemporánea: condena pública de Israel frente a colaboración militar privada, un pragmatismo impulsado por la seguridad y la dependencia de Estados Unidos, y la creciente influencia de la amenaza iraní como catalizador de alianzas discretas.

En un contexto donde la seguridad y la política se entrelazan de forma cada vez más sofisticada, la región de Oriente Medio vive un experimento estratégico: la construcción de una red militar transregional liderada por Washington y Tel Aviv, que opera entre la diplomacia pública y la cooperación encubierta. Esta estrategia, que ha dado frutos en términos de planificación y coordinación militar, no obstante, pone en evidencia que la estabilidad regional se construye sobre un delicado equilibrio de secretos, amenazas compartidas y pragmatismo político, mientras la opinión pública y la narrativa internacional continúan percibiendo un conflicto de dimensiones humanitarias sin resolver.

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