En pleno conflicto de Gaza, la retórica oficial de los estados árabes sobre la guerra ha quedado marcada por la condena pública de la campaña israelí.
Sin embargo, documentos estadounidenses filtrados y a los que ha tenido acceso tanto el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) como el Washington Post, revelan que la cooperación militar con Israel ha avanzado a paso firme y a puerta cerrada.
Entre 2022 y 2025, altos mandos militares de Israel y seis países árabes (Catar, Baréin, Egipto, Jordania, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos) se reunieron en múltiples ocasiones, facilitados por Estados Unidos, para crear lo que los documentos denominan “Construcción de Seguridad Regional”. La paradoja es evidente: mientras los líderes árabes denunciaban el conflicto como genocidio y criticaban a Israel en la ONU, en secreto fortalecían lazos militares y compartían inteligencia estratégica.
Los documentos muestran cómo Washington ha servido como mediador y garante, conectando a los estados árabes con Israel a través de entrenamientos conjuntos, intercambio de datos de radar y ejercicios de planificación militar. Se destacan las reuniones en la base aérea de Al Udeid en Catar y Fort Campbell en Tennessee, donde el personal del CENTCOM entrenó a los socios en técnicas para neutralizar túneles subterráneos utilizados por Hamás y en operaciones de información destinadas a contrarrestar la narrativa de Irán como protector de los palestinos. Este esfuerzo ha permitido que Israel y sus aliados árabes desarrollen una red de vigilancia, compartan información y coordinen operaciones de defensa regional.
La filtración también revela la centralidad de la amenaza iraní en este constructo. Documentos del CENTCOM describen a Irán y sus aliados como el “Eje del Mal” y muestran mapas con misiles superpuestos sobre Gaza y Yemen. La percepción de la amenaza iraní ha sido el motor que impulsa la cooperación árabe-israelí: un pragmatismo que prioriza la seguridad regional y la estabilidad estratégica por encima de las disputas políticas y la retórica pública sobre Gaza.
Sin embargo, esta cooperación ha sido delicada y no exenta de tensiones. El ataque israelí en septiembre contra la capital de Catar puso en evidencia la fragilidad de la confianza y los riesgos de la alianza encubierta. Washington, en este contexto, ha desempeñado un papel crucial como mediador y garante, tratando de mantener cohesionados a los estados socios mientras la cooperación militar avanza de forma discreta, lejos del escrutinio público. La crisis subsiguiente subraya los límites de la asociación: el apoyo militar y logístico no elimina la sensibilidad diplomática ni la desconfianza histórica entre Israel y los países árabes.
La operación refleja también un cambio en la lógica de seguridad de los estados árabes del Golfo. Catar y Arabia Saudita, que no mantienen relaciones diplomáticas formales con Israel, han comenzado a compartir información de inteligencia y a participar en ejercicios de defensa aérea coordinados con Washington y Tel Aviv. Al mismo tiempo, las presentaciones del CENTCOM abogan por la creación de un “Centro Cibernético Combinado” y un “Centro de Fusión de Información” para 2026, lo que sugiere que la cooperación no es coyuntural, sino parte de una estrategia a largo plazo para integrar capacidades militares y tecnológicas en la región.
El acuerdo inicial entre Israel y Hamás, que contempla la liberación de rehenes y una retirada parcial de Gaza, pone a prueba la eficacia de esta red. Los países árabes podrían brindar apoyo financiero y diplomático, pero es improbable que desplieguen tropas en la región, dada la complejidad y peligrosidad de la misión. La cooperación militar encubierta, por tanto, se convierte en un instrumento de presión y vigilancia que permite a Washington y a Israel gestionar la estabilidad regional sin exigir compromisos públicos demasiado visibles a los estados árabes.
Este entramado de relaciones plantea un dilema estratégico: la colaboración discreta permite avances operativos y de seguridad, pero al mismo tiempo oculta las tensiones políticas y sociales que atraviesan la región. El enfoque estadounidense “oscurece u oculta la realidad” de las relaciones entre las partes, y los incidentes como el ataque a Catar podrían generar desconfianza durante años. La estrategia de cooperación encubierta refleja, en última instancia, la dualidad de la política árabe contemporánea: condena pública de Israel frente a colaboración militar privada, un pragmatismo impulsado por la seguridad y la dependencia de Estados Unidos, y la creciente influencia de la amenaza iraní como catalizador de alianzas discretas.
En un contexto donde la seguridad y la política se entrelazan de forma cada vez más sofisticada, la región de Oriente Medio vive un experimento estratégico: la construcción de una red militar transregional liderada por Washington y Tel Aviv, que opera entre la diplomacia pública y la cooperación encubierta. Esta estrategia, que ha dado frutos en términos de planificación y coordinación militar, no obstante, pone en evidencia que la estabilidad regional se construye sobre un delicado equilibrio de secretos, amenazas compartidas y pragmatismo político, mientras la opinión pública y la narrativa internacional continúan percibiendo un conflicto de dimensiones humanitarias sin resolver.