La fe como coartada: el funeral de Charlie Kirk y la maquinaria del bulo

Respeto al asesinado; tolerancia cero con quienes explotan su muerte para fabricar mártires y azuzar el odio

22 de Septiembre de 2025
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Retrato de Charlie Kirk en su ‘funeral de Estado’
Retrato de Charlie Kirk en su ‘funeral de Estado’

Decenas de miles de personas abarrotaron el State Farm Stadium de Glendale (Arizona) para despedir a Charlie Kirk, líder juvenil del trumpismo, asesinado el 10 de septiembre. Corresponde empezar por lo esencial: nadie merece morir por sus ideas. La violencia política es inadmisible en democracia y la memoria de un joven de 31 años exige respeto. Precisamente por eso, por respeto, hay que denunciar con firmeza la obscena instrumentalización de su muerte para vender fanatismos, conspiraciones y negocio político.

Donald Trump en el funeral de Charlie Kirk
Donald Trump en el funeral de Charlie Kirk

Kirk fue recordado por la cúpula del Gobierno estadounidense como “mártir”. No como ciudadano víctima de un crimen, sino como tótem sagrado de una causa. Desde la tarima se mezclaron sermones, consignas y registro de votantes. La línea entre un homenaje y un mitin se borró con calculada precisión de televisión. Y Donald Trump, con su habitual cinismo, convirtió el dolor ajeno en munición: culpó a “la izquierda”, habló de “monstruos radicalizados” y elevó a Kirk a “mártir de la libertad americana”. Una liturgia política que pretende santificar un proyecto que nada tiene de evangélico y mucho de poder.

Del pésame al dogma

El culto MAGA hizo del estadio una iglesia de campaña. Se invocó a Cristo para justificar un programa que niega el cambio climático, desprecia los derechos LGTBIQ+ y ataca la igualdad de las mujeres. Se presentó como “sentido común” lo que es simple supremacismo cultural. Y se llamó “libertad” a la coacción moral que pretende imponer a millones de personas formas de vida que no han elegido.

A quienes promueven conspiraciones, antivacunas y negacionismo climático conviene hablarles claro, con palabras que cualquiera entienda:

  • Conspiranoicos: no hay “mano oculta” que explique cada tragedia. Hay hechos, investigación y tribunales. Cuando un portavoz de turno vende milagros balísticos o guiones del FBI “escritos por un mal guionista”, no busca verdad: busca clicks, donaciones y obediencia.

  • Antivacunas: las vacunas salvan vidas. Punto. Usar un funeral para azuzar desconfianza científica es indecente. La libertad individual no incluye el derecho a poner en riesgo a los demás.

  • Negacionistas del clima: arde el planeta, sube el mar y se desertifica la mitad del mapa. Negarlo desde el púlpito no enfría una sola ola de calor; solo calienta una caja registradora política y la de quienes lucran con los combustibles fósiles.

Trump, maestro de la posverdad, pretende convertir un asesinato en mandato divino y un duelo en mitin recaudatorio. Habla de “razón y sentido común” mientras persigue a medios críticos, difunde teorías sin pruebas y apadrina a agitadores profesionales. No es piedad: es propaganda.

Funeral de Charlie Kirk
Funeral de Charlie Kirk

Respetar a Kirk no obliga a compartir su ideario. Su trayectoria pública promovió un nacionalismo cristiano que reduce la ciudadanía a obediencia moral y que convierte las universidades en un enemigo caricaturesco. Es legítimo disentir de esas ideas; es obligatorio condenar la violencia que acabó con su vida. Ambas cosas pueden y deben coexistir en una democracia adulta.

Lo ocurrido en Glendale deja una advertencia: cuando la política se reviste de salvación eterna, la discrepancia se convierte en pecado y el adversario en enemigo. De ahí a justificar cualquier exceso hay un paso. Y ese paso lo suelen dar los mismos que niegan la ciencia, desprecian a las minorías y llaman “patriotismo” a blindar privilegios.

Donald Trump en el funeral de Charlie Kirk
Donald Trump en el funeral de Charlie Kirk

Honrar a un muerto significa proteger la verdad que lo rodea. La verdad es que un crimen debe esclarecerse con pruebas, no con rosarios agitados ante cámaras. La verdad es que un país se defiende con instituciones fuertes, periodismo libre y políticas públicas basadas en datos, no con bulos, persecuciones ni cruzadas morales.

Por Charlie Kirk, por sus familiares, por las miles de víctimas reales de la desinformación: basta de mártires de cartón piedra. Que el duelo no sea una coartada para incendiar más el debate público. Que el dolor no vuelva a usarse como pegamento de una religión política que promete cielo y reparte infierno.

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