Bebés condenados a morir en Gaza: hospitales sin máquinas, fronteras cerradas y una guerra que mata sin disparar

Nueva fase del conflicto de Gaza: la guerra por agotamiento. No hace falta bombardear hospitales si pueden quedarse vacíos. No hace falta matar directamente si se puede dejar morir esperando

24 de Diciembre de 2025
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Bebés mueren Gaza
Balqees Abu Ajwa, madre de Sama Abu Ajwa, de ocho meses, está de pie junto a la cama de su hija, que está hospitalizada y sufre insuficiencia renal aguda | Foto: ONU  

En una sala devastada del hospital Al Shifa, lo que queda de la sanidad de Gaza se mide en silencios, pitidos intermitentes y miradas que anticipan lo peor. Sama, una bebé de ocho meses con insuficiencia renal aguda, lucha por sobrevivir conectada a dispositivos que no bastan. Los equipos que podrían salvarla no existen o no pueden entrar. Su madre, Balqees Abu Ajwa, lo resume con una frase que hiela la sangre: “Los pasos fronterizos están cerrados y los suministros médicos son escasos. Mi hija empeora cada día”.

Este no es un caso aislado. Es el síntoma más crudo de un sistema sanitario colapsado, donde la espera se ha convertido en una sentencia de muerte y donde la guerra ya no se mide solo en explosiones, sino en niños que fallecen porque el tratamiento nunca llega.

Muere el futuro

Desde una perspectiva de análisis económico y político, lo que ocurre en Gaza va más allá de la tragedia humanitaria: es una demolición sistemática del capital humano. Cada bebé sin diálisis, cada niño sin evacuación médica, representa una pérdida irreversible de productividad futura, un daño estructural que condena a generaciones enteras incluso si mañana cesaran las hostilidades.

El hospital Al Shifa, antaño el corazón médico de la Franja, hoy es un edificio herido, sin rayos X portátiles, sin equipos críticos, sin personal suficiente. El doctor Rifaat Jundiya lo dice sin rodeos: Mover a un paciente con respirador es extremadamente complicado. En términos económicos, Gaza ha perdido cualquier colchón de seguridad: no hay reservas, no hay redundancias, no hay margen para el error.

Más de mil muertos por esperar

Según el Ministerio de Salud de Gaza, al menos 1.092 pacientes murieron esperando una evacuación médica entre julio de 2024 y noviembre de 2025. La OMS advierte de que el número real podría ser mucho mayor. Más de 16.000 personas siguen en lista de espera, atrapadas en una burocracia bloqueada por decisiones políticas.

Aquí, el tiempo mata. Cada día sin evacuaciones amplias eleva la mortalidad evitable y multiplica el coste futuro de atención. En economía sanitaria, invertir en la infancia ofrece el mayor retorno posible. En Gaza, esa inversión se está quemando viva.

Invierno, ruinas y riesgo total

El colapso sanitario avanza junto a una crisis de refugio extrema. Familias enteras se protegen del frío en edificios semiderruidos. Las tormentas recientes provocaron derrumbes mortales, enviando más heridos a hospitales incapaces de atenderlos. Es una tormenta perfecta: infraestructura destruida, clima adverso y restricciones a la ayuda humanitaria.

Aunque la ONU ha distribuido tiendas, mantas y ropa de invierno a 250.000 niños, otros 630.000 adolescentes siguen sin protección suficiente. Y pese al alto el fuego, solo la mitad de las misiones humanitarias logra ejecutarse, según la OCHA. La ayuda llega, pero a cuentagotas, cuando la emergencia exige torrentes.

Bloqueos, costes ocultos y una factura global

Desde la lógica de la política pública, restringir la entrada de ayuda no es solo una decisión moralmente cuestionable: es económicamente suicida. Enfermedades sin tratar, traumas infantiles y colapso sanitario alimentan inestabilidad regional y costes futuros que nadie quiere asumir.

La ONU insiste en levantar todas las restricciones. No es retórica: reconstruir siempre cuesta más que mantener. Cada día que Sama sigue conectada a máquinas insuficientes, la factura humana, social y económica crece de forma exponencial.

Gaza no sangra, se muere

La imagen de una madre vigilando a su bebé sin tratamiento resume la nueva fase del conflicto: la guerra por agotamiento. No hace falta bombardear hospitales si pueden quedarse vacíos. No hace falta matar directamente si se puede dejar morir esperando.

Mientras la diplomacia debate y los titulares se desplazan, Gaza entra en una zona aún más oscura: aquella donde la vida depende de permisos, convoyes y decisiones tomadas lejos de las incubadoras. Y cuando un sistema sanitario colapsa, la guerra deja de ser un episodio para convertirse en una condición permanente.

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