Mercosur, otra vez en pausa

El aplazamiento de la firma evidencia las fracturas internas de la UE y la dificultad para conciliar apertura comercial, protección agrícola y credibilidad geopolítica

19 de Diciembre de 2025
Actualizado a las 17:21h
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Mercosur, otra vez en pausa

La decisión de Ursula von der Leyen de posponer a enero la firma del acuerdo entre la Unión Europea y Mercosur no responde a un problema técnico de última hora, sino a un bloqueo político persistente. La resistencia de varios Estados miembros —con Francia e Italia marcando el ritmo— ha vuelto a retrasar un pacto largamente negociado y estratégicamente relevante, en un momento en el que la UE proclama la urgencia de reforzar su autonomía económica y su presencia global.

El acuerdo llevaba un año listo para su rúbrica. La Comisión había trabajado para llegar a una firma rápida que permitiera la entrada en vigor provisional mientras avanzaba la ratificación. Sin embargo, la aritmética política volvió a imponerse. Para firmar era necesario un mandato del Consejo por mayoría cualificada, y esa mayoría quedó en suspenso cuando Roma se sumó a las reservas de París y de otros socios con fuerte peso agrícola.

No es un veto formal, pero sí un bloqueo de facto. Emmanuel Macron había advertido de que el texto “en su estado actual” seguía siendo inaceptable para Francia. Giorgia Meloni terminó de inclinar la balanza al considerar “prematuro” firmar sin garantías adicionales para los agricultores. El resultado: una ceremonia cancelada en Foz de Iguazú y un calendario desplazado a enero, sin fecha concreta.

La Comisión ha defendido que el acuerdo incorpora salvaguardas suficientes. Esta misma semana, Consejo y Parlamento pactaron mecanismos de vigilancia de mercados y la posibilidad de suspender importaciones de productos sensibles en caso de distorsiones graves. Pero esas herramientas aún no están formalmente adoptadas ni operativas. El argumento agrícola ha servido de palanca para ganar tiempo y renegociar el relato político interno.

La paradoja es evidente. Los mismos gobiernos que reclaman competitividad, diversificación de cadenas de suministro y acceso a materias primas estratégicas frenan un acuerdo que ofrece precisamente eso: un mercado ampliado, reglas comunes y una relación privilegiada con América del Sur en un contexto de rivalidad comercial global.

Geopolítica proclamada, política doméstica aplicada

El aplazamiento deja al descubierto una tensión recurrente en la UE: la distancia entre la ambición geopolítica y la gestión doméstica de los costes. Mercosur no es solo un tratado comercial; es una apuesta estratégica para reducir dependencias, reforzar estándares y anclar a socios clave en un marco regulatorio compartido. Cada retraso erosiona esa credibilidad.

Brasil, con Lula da Silva al frente, ha invertido capital político en recomponer la relación con Europa y cerrar un acuerdo que llevaba dos décadas encallado. La llamada entre Lula y Meloni para constatar que no había condiciones para la firma ilustra el problema: la UE aparece como un actor que negocia, pero duda en ejecutar.

Francia e Italia reclaman ver primero las salvaguardas en vigor: controles aduaneros reforzados, cláusulas de suspensión y vigilancia efectiva de precios. Es una demanda legítima en términos de protección sectorial, pero el calendario juega en contra. Esas medidas no estarán listas antes de enero, y su implementación real llevará más tiempo. Mientras tanto, el acuerdo queda en tierra de nadie.

Otros Estados —Polonia, Hungría, Austria o Bélgica— han expresado reservas, aunque no suficientes para una minoría de bloqueo por sí solos. El peso político de París y Roma ha sido decisivo. La unanimidad no es necesaria, pero la fractura sí ha bastado para frenar el paso.

El retraso no es neutro. Aumenta la incertidumbre para las empresas, debilita la posición negociadora europea y envía una señal contradictoria a terceros países. La UE pide reglas, previsibilidad y cumplimiento, pero aplaza compromisos cuando el coste interno es elevado.

Von der Leyen ha insistido en que la voluntad es firmar “cuanto antes” a comienzos de enero. El mensaje busca preservar la iniciativa y evitar que el acuerdo se deslice hacia un nuevo limbo. Sin embargo, la experiencia reciente invita a la cautela: cada concesión adicional reabre el debate y multiplica las exigencias.

Un acuerdo atrapado

Mercosur se ha convertido en el espejo de las contradicciones europeas. La Comisión empuja; los Estados frenan. La geoeconomía se discute en cenas de líderes, pero la decisión se toma mirando a los sectores más ruidosos. El resultado es un pacto listo que no termina de nacer.

Enero será la próxima estación. No está claro si será definitiva. Lo que sí está claro es que, mientras tanto, la UE sigue hablando de liderazgo global con un acuerdo estratégico guardado en el cajón.

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