Un diagnóstico incómodo: desigualdad sostenida y salarios que no llegan. La Comunidad de Madrid es uno de los motores económicos del país. Sin embargo, bajo esa etiqueta de prosperidad conviven realidades que rara vez ocupan titulares: empleos precarios, salarios insuficientes para afrontar el coste de la vida, horarios imposibles y una desigualdad que penaliza de forma sistemática a jóvenes y mujeres.
Los datos sobre el mercado laboral en Madrid muestran una tendencia clara: la economía crece, pero los trabajadores no mejoran de forma proporcional. La secretaria general de UGT Madrid, Susana Huertas, lo resume de manera directa: “Aquí no falla la productividad ni la capacidad de crecimiento, lo que falla es cómo se reparte el esfuerzo y quién se queda con los beneficios”.

La inflación acumulada en los últimos años ha erosionado el poder adquisitivo incluso en sectores que tradicionalmente gozaban de mayor estabilidad. Muchos trabajadores han visto cómo su sueldo subía unos euros mientras los precios de la vivienda, la energía, el transporte o la alimentación se disparaban.
Huertas lo explica sin tecnicismos: “Cuando hablamos de subida salarial no hablamos de lujo, hablamos de comer, pagar el alquiler y poder vivir con dignidad”.
Temporalidad, jornadas interminables y cero conciliación
Uno de los elementos que UGT Madrid ha puesto en el centro del debate es la persistencia de modelos laborales abusivos. La temporalidad no ha desaparecido, simplemente ha mutado: los contratos temporales se han sustituido por contratos parciales, falsos autónomos o subcontratación encadenada.
Según el sindicato, esto tiene efectos concretos y visibles: más estrés, menos capacidad de planificación vital y cero tiempo para la vida personal. Huertas lo expresa con crudeza: “Hay gente con dos trabajos que no llega a final de mes y gente que no puede permitirse tener hijos porque literalmente no tiene horas para cuidarlos”.
La falta de conciliación se ha convertido en un obstáculo estructural, especialmente para las mujeres, que siguen asumiendo la mayoría de tareas domésticas y de cuidados. Huertas lo define como un sistema que penaliza a quien quiere trabajar y cuidar al mismo tiempo: “En Madrid no falta talento, lo que falta es tiempo. Y el tiempo lo seguimos pagando las mujeres”.
Además, el teletrabajo, lejos de consolidarse como una herramienta de modernización, se ha reducido en muchos sectores. Lo que podría haber impulsado una mejora de la conciliación y la salud mental, se transformó en un recurso temporal.
Una desigualdad que genera frustración y fuga de talento
Otro problema creciente es la desconexión entre la formación y las oportunidades laborales reales. Madrid atrae a estudiantes, investigadores, artistas y profesionales cualificados, pero no siempre es capaz de retenerlos.
Las condiciones laborales y salariales empujan a miles de jóvenes a marcharse a otros países o comunidades.
Para Huertas, no es casualidad sino consecuencia: “Cuando un joven con carrera, máster y idiomas cobra 1.100 euros, el problema no es su esfuerzo, es el modelo de empleo que ofrecemos”.
Además, el aumento del coste de la vivienda ha convertido a Madrid en una ciudad hostil para quien gana menos de dos salarios medios. El porcentaje del sueldo destinado a alquiler supera con frecuencia el 50%, lo que obliga a muchos a compartir piso hasta los 40 años o a alejarse de la capital, con el consiguiente coste en movilidad y tiempo.
Los sectores más castigados: cuidados, hostelería, comercio y logística
Aunque la narrativa mediática suele centrarse en perfiles profesionales de alta cualificación, los sectores que sostienen la vida cotidiana son los peor tratados: auxiliares de dependientes, educadoras, camareros, cajeras, repartidores…
Son empleos esenciales, pero con salarios bajos, turnos rotativos y poca protección social.
Huertas denuncia una paradoja evidente: “Madrid funciona gracias a personas precarizadas. Sin ellas no habría colegios, hospitales, bares ni supermercados”.
La situación es especialmente delicada en los cuidados, donde la combinación de envejecimiento de la población y falta de recursos públicos ha derivado en explotación y sobrecarga emocional.
La negociación colectiva como palanca, no como obstáculo
Frente a este escenario, UGT Madrid insiste en que la negociación colectiva no es una traba, sino la herramienta más eficaz para equilibrar las relaciones laborales.
En un contexto de beneficios empresariales crecientes, el sindicato reclama responsabilidad y corresponsabilidad: salarios dignos, limitación de jornadas abusivas, planes de igualdad efectivos y modelos productivos que no se basen en sacrificar la salud de la gente.
Huertas lo dice sin rodeos: “Cuando negociamos no pedimos privilegios, pedimos derechos. Y los derechos no son opcionales según el ciclo económico”.
Además, subraya un matiz decisivo: las mejoras laborales tienen un impacto directo en la economía local. Más salario significa más consumo, más autonomía económica y menos desigualdad.
Un futuro incierto: modernización sin inclusión
Madrid presume de innovación, digitalización y emprendimiento, pero la modernización no está llegando a quienes sostienen el sistema.
El riesgo —según el sindicato— es construir una sociedad donde unos pocos disfrutan de oportunidades ilimitadas y muchos quedan atrapados en trabajos desgastantes, mal pagados y sin horizonte.
La secretaria general de UGT Madrid plantea un cambio de mentalidad: “Una ciudad que expulsa a sus trabajadores no es una ciudad moderna, es una máquina que se está quedando sin piezas”.
¿Qué necesita Madrid para garantizar trabajo digno?
Según UGT Madrid, las prioridades son claras y urgentes:
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Subida salarial vinculada al coste real de la vida.
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Reducción de la jornada y derecho efectivo a desconexión.
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Políticas públicas para conciliación y cuidados.
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Vivienda asequible como factor laboral.
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Regulación de algoritmos y plataformas.
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Igualdad efectiva y transversal.
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Inversión en sectores estratégicos y sostenibles.
Cada una de estas medidas tiene un objetivo: que el crecimiento económico no dependa de exprimir a la gente.
Dignidad como eje, no como eslogan
Madrid es una comunidad con potencial extraordinario, pero atrapada entre dos realidades: brillo económico y precariedad laboral.
La pregunta no es si la región puede prosperar, sino si lo hará con todos o solo con algunos.
Huertas lo resume con una frase que va más allá del sindicalismo: “No queremos futuro para pocos, queremos presente para todos. Y eso empieza por trabajo digno, tiempo para vivir y salarios justos”.
Porque una economía que desprecia a quienes la sostienen no es moderna, es frágil. Y, tarde o temprano, se derrumba.