La inflación ha vuelto a repuntar en octubre y confirma que el alivio de precios sigue siendo un espejismo para muchos bolsillos. El Índice de Precios de Consumo (IPC) subió una décima y se situó en el 3,1%, según el avance del Instituto Nacional de Estadística (INE). Es el nivel más alto desde junio y, si se confirma, el peor registro del año. El aumento no es drástico, pero sí relevante: sugiere que el proceso de moderación de los precios se ha estancado y que la inflación se resiste a volver a los niveles previos a la pandemia.

El Ministerio de Economía atribuye la subida al encarecimiento de la electricidad y del transporte aéreo y ferroviario. Estos incrementos se han compensado solo en parte con la bajada de las gasolinas, de modo que el saldo final es un nuevo avance de los precios.
La inflación subyacente —que excluye la energía y los alimentos frescos por su volatilidad— también aumentó una décima, hasta el 2,5%. Aunque es una tasa más moderada, refleja que el encarecimiento de los bienes y servicios más estables sigue afectando al día a día de las familias.
Un obstáculo para la recuperación
Con la inflación por encima del 3%, España se aleja del objetivo del 2% que el Banco Central Europeo (BCE) considera adecuado para una economía equilibrada. En septiembre, la media de la zona euro fue del 2,2%, un nivel con el que la institución se muestra cómoda. Por eso, y pese a la inquietud en algunos países, no se esperan cambios en los tipos de interés en la reunión de este jueves en Florencia.
Tras un ciclo intenso de subidas iniciado en 2022 para frenar la escalada de precios, el BCE ha optado por la prudencia: la inflación ha bajado respecto a los picos de dos dígitos de 2022, pero aún no lo suficiente como para declarar victoria. En este contexto, que España destaque por encima de la media europea dificulta la recuperación del poder adquisitivo.

El dato mensual también apunta tensión: en octubre, los precios crecieron un 0,7% respecto a septiembre, señal de que la tendencia al alza no es meramente puntual.
Qué está empujando los precios
El encarecimiento de la electricidad ha vuelto a escena tras meses de cierta tregua. A ello se une el repunte del transporte aéreo y del ferrocarril, presionados por la demanda y por costes energéticos todavía elevados. No todo son malas noticias: las gasolinas han bajado respecto al año pasado, lo que ha amortiguado el golpe. Pero la caída del combustible no compensa el resto de subidas.
La comparación interanual está condicionada por el denominado “efecto base”: si hace un año los precios de la energía o ciertos servicios estaban inusualmente bajos, la comparación actual sale peor. Aun así, más allá del efecto estadístico, la realidad es clara: la inflación sigue por encima de lo deseable y afecta a la luz, a los transportes y a la cesta de la compra.
Impacto en los hogares
Aunque los precios ya no suben con la violencia de 2022 y 2023, el desgaste acumulado persiste. Los salarios reales han recuperado solo una parte del terreno perdido y muchas familias perciben que “todo está más caro”, porque efectivamente lo está. El problema no es solo que suban, sino que descienden con lentitud y de forma desigual.
En los últimos meses, algunos alimentos han dado un respiro, pero el nivel sigue alto frente a 2021. La subyacente, en el 2,5%, lo ilustra: marca una presión de fondo que aún supera el objetivo del BCE. Además, la tasa de octubre es 1,3 puntos superior a la de octubre de 2024, aunque por debajo de los registros de 2021, 2022 y 2023. Si miramos antes de la pandemia, el contraste es mayor: en 2019 la inflación fue del 0,1% y en 2016 del 0,7%.
Lo que viene: tipos de interés y actividad
Si el BCE mantiene los tipos sin cambios, las hipotecas y los préstamos seguirán elevados, lo que enfría el consumo y la inversión. También suben los costes financieros del Estado. En este equilibrio delicado, cada décima de inflación importa: un descenso sostenido de la energía y mejoras de productividad ayudarían a llevar la tasa hacia el 2% sin forzar un frenazo de la actividad.
Habrá que esperar alrededor de dos semanas para conocer el dato definitivo del INE. En septiembre, el avance del 2,9% se revisó al alza hasta el 3,0%. Si se confirma el 3,1%, octubre encadenaría el segundo mes consecutivo de subida, algo que no se veía desde la primavera.
Una calma engañosa
Puede parecer que un 3,1% es una inflación moderada tras los sobresaltos recientes. Pero su persistencia revela el problema de fondo: los precios se resisten a bajar con rapidez, mientras los salarios avanzan más despacio. La economía ha dejado atrás lo peor de la crisis energética y la pandemia, pero aún no ha logrado estabilizar sus costes.
Cada décima cuenta, no solo en las tablas estadísticas, sino en la vida cotidiana: en la factura de la luz, en el billete de tren, en el carro de la compra. Por eso, más que un dato aislado, el 3,1% de octubre es un recordatorio de la tarea pendiente: consolidar la desinflación sin sacrificar el crecimiento ni el empleo.