Consumo multa a Airbnb por saltarse las reglas con 64 millones

Consumo castiga la publicidad ilegal de pisos turísticos y sitúa la vivienda en el centro de la batalla contra los abusos del mercado

15 de Diciembre de 2025
Actualizado el 16 de diciembre
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Rueda de prensa del ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, Pablo Bustinduy
Rueda de prensa del ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, Pablo Bustinduy

La multa de 64 millones de euros impuesta a Airbnb por el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 no es solo una cifra llamativa. Es una decisión política, jurídica y social que busca enviar un mensaje muy claro: el negocio del alquiler turístico no puede crecer al margen de la ley ni a costa del derecho a la vivienda. El propio ministro, Pablo Bustinduy, lo ha subrayado con rotundidad al destacar que se trata de la segunda mayor sanción de la historia en materia de consumo en España, solo por detrás de la impuesta a Ryanair.

Pero ¿qué ha hecho exactamente Airbnb para recibir una multa de este calibre? ¿Por qué se considera una infracción grave? ¿Y qué consecuencias puede tener esta decisión para el mercado del alquiler y para quienes buscan vivienda? Explicarlo con claridad es fundamental, porque detrás de términos jurídicos complejos hay un problema que afecta de lleno a miles de familias.

Qué ha sancionado exactamente el Ministerio

El expediente de Consumo se centra en una práctica muy concreta: la publicación masiva de anuncios de viviendas turísticas sin licencia o con datos engañosos. En total, se han detectado más de 65.000 anuncios que incumplían la normativa. No se trata de casos aislados, sino de una forma de operar que, según el Ministerio, ha generado beneficios económicos a la plataforma mientras vulneraba los derechos de las personas consumidoras.

En España, anunciar un piso turístico no es un acto libre ni automático. La mayoría de las comunidades autónomas exigen que estos alojamientos cuenten con una licencia o número de registro oficial, y que ese número aparezca de forma visible en la publicidad. Esto permite a los usuarios saber si están alquilando un alojamiento legal y facilita a las administraciones el control de la actividad.

Airbnb, según Consumo, permitió durante un periodo prolongado anuncios sin licencia, con números falsos o incorrectos y sin informar adecuadamente de si el anfitrión era un particular o una empresa. Esto último no es un detalle menor: saber si quien alquila es una empresa o una persona física cambia los derechos del consumidor, por ejemplo, en caso de reclamación.

Por qué la multa es tan elevada

La cuantía de la sanción —64.055.311 euros— no se ha fijado al azar. El Ministerio explica que equivale a seis veces el beneficio ilícito obtenido por la plataforma durante el tiempo en que mantuvo publicados esos anuncios irregulares, a pesar de haber sido advertida. Es decir, no se castiga solo la infracción, sino el lucro derivado de ella.

Además, la resolución ya es firme en vía administrativa, tras rechazarse el recurso presentado por la empresa. Esto significa que la sanción no es provisional ni simbólica: Airbnb debe asumirla y cumplir también las sanciones accesorias, entre ellas retirar los contenidos ilegales y hacer pública la multa.

El expediente incluye otras infracciones adicionales, como la falta de colaboración con la administración durante la investigación y el incumplimiento de órdenes previas para evitar que continuaran los daños a los consumidores. Aunque estas infracciones conllevan sanciones económicas menores, refuerzan la idea de una conducta reiterada y poco transparente.

Qué tiene que ver todo esto con la crisis de la vivienda

La decisión de Consumo no puede entenderse aislada del contexto actual. España atraviesa una grave crisis de acceso a la vivienda, especialmente en grandes ciudades y zonas turísticas. La proliferación de pisos turísticos ha reducido la oferta de alquiler residencial, ha presionado al alza los precios y ha transformado barrios enteros.

Cuando miles de viviendas se destinan al alquiler de corta duración sin cumplir la normativa, el impacto no es solo legal, es social. Se expulsan vecinos, se encarecen los alquileres y se deteriora la convivencia. Por eso, Bustinduy ha insistido en que estas sanciones forman parte de una estrategia más amplia para frenar modelos de negocio que priorizan el beneficio rápido frente al derecho a un hogar.

En este sentido, el Ministerio mantiene abiertos otros expedientes contra agencias inmobiliarias por posibles prácticas abusivas con inquilinos. La idea de fondo es clara: la vivienda no puede tratarse únicamente como un producto financiero, porque afecta a la vida cotidiana y a la dignidad de las personas.

Qué dice realmente la normativa sobre pisos turísticos

Uno de los aspectos más confusos para la ciudadanía es saber qué exige la ley. Aunque la regulación varía según el territorio, hay algunos principios comunes. Para empezar, es obligatorio contar con una licencia o número de registro autonómico para alquilar legalmente una vivienda turística. Sin ese número, el anuncio no debería publicarse.

Además, muchas comunidades y ayuntamientos imponen límites: número máximo de días al año, requisitos de habitabilidad, zonas donde no se conceden nuevas licencias o incluso prohibiciones totales en áreas saturadas. Desde 2025, las comunidades de vecinos también pueden vetar esta actividad en sus edificios mediante una mayoría cualificada.

A todo ello se suma la obligación de registrar a los huéspedes y comunicar sus datos a las fuerzas de seguridad, una exigencia que busca garantizar la seguridad y el control administrativo.

Un mensaje a las grandes plataformas

Más allá de Airbnb, la sanción lanza un aviso a todo el sector digital: las plataformas no pueden escudarse en su tamaño o en su carácter tecnológico para eludir responsabilidades. Publicar anuncios ilegales no es un simple fallo técnico, es una práctica que tiene consecuencias reales sobre el mercado y sobre las personas.

“Ninguna empresa está por encima de la ley”, ha repetido Bustinduy. Esa frase resume el sentido de una multa que pretende marcar un punto de inflexión. No se trata solo de castigar el pasado, sino de condicionar el futuro del alquiler turístico en España.

En un momento en que miles de contratos de alquiler están a punto de vencer y muchas familias temen subidas inasumibles, el debate sobre vivienda ha dejado de ser técnico para convertirse en una cuestión central de justicia social. La multa a Airbnb no resolverá por sí sola la crisis, pero sí establece una línea roja: el negocio no puede crecer ignorando las normas ni el impacto que genera.

La sanción de Consumo no es solo un golpe económico a una multinacional. Es una declaración de principios sobre qué modelo de ciudad y de país se quiere construir: uno en el que la ley se cumpla y el derecho a la vivienda no quede subordinado a la lógica del mercado.

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