Lo de estar más o menos semanas en el número 1 es una trampa absoluta que tiende la ATP a los jugadores para ordeñarlos hasta el límite de sus posibilidades. Es una buena trampa, en efecto, y suena muy bien lo de ser el número 1 del mundo tantas o cuántas semanas, pero el precio para conseguirlo es jugar muchos más torneos de los necesarios, de los que aguanta sin quebranto el cuerpo.
Alcaraz, don Carlitos, ha disfrutado de unos días muy felices en su Murcia natal, donde a pesar de estar en otoño hace calor y la cerveza entra muy bien, como cantaban los Bluesfalos, uno de los grandes grupos en la historia de Murciatown.
Charly perdió en París a las primeras de cambio. Y eso fue bueno para él. Porque así estará más descansado en las ATP finals de Turín y, sobre todo, está acumulando energía para Australia.
En el tenis, aunque los ordenadores intenten convencernos de lo contrario, lo único verdaderamente interesante son los Grand Slam. Y ya puestos a ser claros, los Grand Slam masculinos. Porque se juegan a cinco sets punto cinco sets, señoras y señores. Porque solo hay cuatro al año.
Normalmente Carlos Alcaraz recuperará el número 1 a lo largo de este mes de noviembre. Es más, cuando empiecen las ATP Finals el día 10 volverá a estar primero del ranking tramposo: esa chorrada de defender los puntos cuando simplemente se va moviendo el calendario.
Pero al margen de la política de ordeñe de los dueños del negocio del tenis y de nuestra palabrería en este humilde periódico, lo que todos quieren, lo que todos queremos, es volver a ver a los dos supersaiyanos frente a frente, y en los cuatro únicos torneos grandes y auténticos.
Tigre Libre