No está.
Carlos Alcaraz no juega el Masters 1000 de Shanghái.
Lo decide su equipo. Lo decide él.
Motivos oficiales: descanso, fatiga acumulada, prevención.
Motivos reales: cabeza saturada, microlesiones, calendario asesino.
La gira asiática siempre se le atraganta.
Demasiados vuelos, demasiadas luces, demasiado tiempo seguido jugando.
Es un parón táctico.
Una jugada inteligente para llegar fresco al final del año. Porque el objetivo ahora es el Open de Australia.
El número uno se defiende con victorias, sí,
pero también con inteligencia.
Los fans en Shanghái se quedan sin el supersaiyano de la sonrisa deslumbrante y los derechazos dignos de Kakarotto.
El torneo pierde brillo.
El circuito pierde ruido.
Los rivales lo saben.
Djokovic, Sinner, Medvedev.
Olfatean sangre.
Cada punto cuenta, cada ausencia pesa.
Pero Don Carlitos juega a largo plazo.
Ganar no siempre es jugar.
A veces el mejor golpe es no darlo. Y esta es una de esas veces.
Regresar fuerte, con hambre.
Porque el tenis, como el arte, es largo,
y los cuerpos, frágiles.
Shanghái se queda sin su estrella más deseada.
Pero su ausencia es un éxito de la inteligencia y la estrategia. Otro partido que ha ganado el gran Donca Alca.
Tigre Tigre