Más de mil millones de personas viéndole llorar, al ganador del campeonato mundial de F1 2025: Lando Norris. Un chaval de veintiséis años que parecía nacido para perder, o más exactamente, para ser siempre segundo.
Es la persona que más ha sufrido en este campeonato. Le han descalificado por motivos técnicos, ha perdido puntos por errores estratégicos del equipo, ha escuchado a los comentaristas decir infinitas veces que no tenía madera de campeón..., pero al final ha sucedido el milagro.
Tenía enfrente nada menos que al Diablo. Entiéndase la palabra Diablo como un piropo, porque a Max Verstappen sólo se le pueden decir piropos. Se los merece todos. Depredador, bestia, sediento de sangre... Ese es él, ese es el gran Max, el nacido para ganar, el Diablo.
Y, sin embargo, qué hermoso, qué lenitivo, ver a Lando Norris llorando de alegría ante los ojos del mundo entero. El orgullo de los que forman su pequeño mundo, porque al cabo para todos lo más importante es el triunfo en nuestro pequeño mundo.
La historia de la Fórmula 1 tiene un nuevo campeón. El trigésimo quinto. Cierto que esta Fórmula 1 apenas tiene ya nada que ver con aquella de sus inicios, la de Fangio, Ascari y el marqués de Portago (al que mejor conozco de todos ellos).
Lando Norris llorando en lo alto del podio. Lando Norris viviendo lo imposible. Consiguiendo lo más grande a lo que puede aspirar un ser humano: vencerse a sí mismo. Nacido para perder, y lograr ser más fuerte que cualquier destino.
Desde Las Almas y la Fórmula 1 compartimos su alegría. Todos podemos ser iguales que él, de un modo u otro, si encontramos el modo de domarnos a nosotros mismos.
Tigre Tigre