No se lo puede creer y además no lo entiende. Dice Murakami, el muy interesante escritor japonés (garantizo Kafka en la orilla) de cuando se está corriendo una maratón, el cuerpo funciona solo, desconectado del cerebro.
Algo así ha logrado Max Verstappen, alias El Bicho, alias La Bestia, en la edición del año 2025 del Gran Premio de Brasil.
No podía comprender cómo lo había hecho, y por eso cuando los periodistas le preguntaban respondía con nerviosismo y cierto desconcierto, buscando un refugio, la solución al enigma de su carrera más allá de lo magistral y de momentos inverosímiles, en la lógica.
Ha sido un gran trabajo del equipo...
Nosotros no nos rendimos nunca... (nosotros, hablando en primera persona del plural, primera mayestática se llama en literatura).
Verstappen, estoy seguro, apenas ha pensado durante la carrera. Simplemente dejaba actuar a su cuerpo, dirigido por su alma (aquí creemos en el alma y por eso la sección se titula Las Almas y La F1).
Y en la misma dirección ha dicho que notaba el empuje de la afición. Eso es algo que no se puede medir en décimas de segundo, ni en dinero, un intangible, como se dice en el mundo empresarial, que grandes banqueros, como Mariló Dancausa (Bankinter), saben reconocer y valorar.
El mundo entero estaba flipando con Max Verstappen el domingo 9 de noviembre de 2025 después de terminar el Gran Premio de Brasil, pero -en verdad en verdad- quien más flipaba con Max Verstappen era el propio Max Verstappen.
Qué brutalidad te acabas de marcar, chaval.
Tigre Tigre