La pista ruge en Interlagos. Hoy ha sido la clasificación sprint. Lando Norris primero. Oscar Piastri detrás. Max Verstappen sexto. No puede permitirse quedar en la carrera del sábado sexto. Y en la de Domingo aún menos.
Quedar en lo más alto del podio en Interlagos es el sueño de Max pero también de Lando y de Oscar.
El mundial está en juego y abierto.
Norris lidera pero una distancia de un punto con
Piastri es algo demasiado pequeño.
Verstappen tiene que atacar.
El coche no acompaña como debería. Rayos y truenos, que diría el capitán Haddock.
Red Bull tiene trabajo. Verstappen lo sabe. Pero hizo el milagro el año pasado. Desde el puesto diecisiete a primero.
Y ahora... lo que no se ve.
Cuando el garaje cierra.
Cuando las luces se apagan.
Max sale.
Busca una antigua llave.
Una pegatina de un ingeniero que ya no está. Adrián.
Gira.
Susurra combinaciones.
Presiones.Temperaturas.Curvas.
Una mezcla de aceite y tierra.
Una cinta de herramientas.
Una invocación silenciosa.
Cree en la magia del asfalto.
Yo soy el mejor, yo puedo.
Al amanecer el motor sonará distinto.
Los ingenieros se mirarán incrédulos.
¿Para que decir nada?
El crono hablará por todos ellos.
Las décimas van cayendo.
Pero esto es ficción, sí.
La realidad exige más:
Un Verstappen impecable.
Un fallo de Norris.
Un resbalón de Piastri.
Lluvia o safety car que lo cambie todo.
Mañana la carrera.
Interlagos al rojo.
Todo está en juego.
Tigre Tigre