Y empezamos con Lando Norris con los ojos cerrados en lo alto del podio, ajeno a todas las batallas que ha habido en la carrera, porque él ha estado el primero en todo momento. Y ya lo estuvo en la clasificación del día anterior. Tiene cerrados los ojos y el mundo entero le aplaude en el circuito más fascinante y bonito del calendario de la Fórmula 1: el Hermanos Rodríguez. En lo más alto del podio, con los ojos cerrados, después no solo de ganar la carrera, sino también de conseguir quitarle a su compañero de equipo, el debilitado Óscar Piastri, el liderazgo en el campeonato mundial.
Órale, Landito, güey, que le llevas un punto a Óscar. Órale, que has vuelto a sacarle ventaja a Max Verstappen. Órale, y ora con los ojos cerrados, porque han subido tu coche maravilloso, tu montura milagro, a lo alto del podio contigo.
Hay algunos pilotos a los que el público ama más y a otros menos. Pero cualquier persona se sueña a sí misma como le da la gana, como el más grande triunfador. Y hoy el sueño de Lando Norris, de Landito, órale, güey, es la simple y auténtica realidad.
El resto del mundo podrá comentar lo que quiera. Que no tienes madera de campeón.
Já.
Ya daban por hecho que Verstappen iba a ganar carrera tras carrera y os iba a sacar a Óscar y a ti un montón de puntos y hacerse con su quinto mundial. Pero quizá no. Y aunque al final gane Max, hoy has ganado tú, Lando Norris, Landito, órale, güey, en el Hermanos Rodríguez. No hay otro sitio en el mundo igual. Hoy eres un dios de piel pálida en el país de los aztecas.
Cierra los ojos. Sientes que, si quisieras, te bastaría mover los brazos para poder volar.
Tigre Libre