Hay deportistas que corren solos y otros que lo hacen con un padre sentado en el asiento de copiloto, mano firme sobre el mapa. Y sobre la cartera. Muy especialmente sobre la cartera.
Max Verstappen y Carlos Alcaraz pertenecen a esa segunda estirpe. Dos talentos descomunales. Dos carreras de éxito. Y dos padres que no se conforman con mirar.
Jos Verstappen no ha sido nunca una figura decorativa. En Red Bull su voz pesó más de lo habitual y su enfrentamiento soterrado con Christian Horner terminó por inclinar la balanza. La salida del jefe del equipo alteró el ecosistema del campeón. Muchos observadores piensan que, de no haberse producido esa ruptura, Max habría tenido un camino más limpio hacia otro título. En la Fórmula 1, donde Verstappen se embolsa salarios de superestrella absoluta, por encima de los sesenta millones anuales entre sueldo y primas, el poder se negocia a golpe de resultados y de presión.
En el tenis el escenario es más íntimo, pero no menos cruel. Carlos Alcaraz padre ha sido siempre el gestor real del proyecto. El desacuerdo económico con Juan Carlos Ferrero, su entrenador desde la adolescencia, ha provocado una separación que nadie esperaba tan pronto. Ferrero no cobraba como una estrella del circuito, pero sí como un técnico de élite, con un fijo elevado y porcentajes sobre premios que, en un jugador que ya gana millones por temporada, se convierten en cifras muy serias. Este último año se le calculan ingresos solo por Carlos Alcaraz entre los cuatro y cinco millones de euros. Aunque a Carlitos, según se cuenta, le habría gustado seguir con Juan Carlos, y también al entrenador con su jugador estrella, al final no se llegó a ningún acuerdo. Y cuando no lo hay, el equipo se rompe.
Dos deportes distintos. Dos contextos opuestos. Un mismo patrón. El padre que protege. El padre que decide. El padre que interviene cuando cree que el sistema no recompensa lo suficiente a su hijo. Y no solo a su hijo, también a sí mismo. Que es quien lleva las cuentas y se guarda importantes cantidades de dinero en su propio bolsillo.
Es un hecho que Max Verstappen este año no ha sido campeón del mundo. Habrá que ver la temporada que viene qué sucede con El Mito del Palmar.
El maravilloso Juan Carlos Ferrero. La afición va a echarlo mucho de menos. Por si las moscas, desde aquí, todos los escritores que formamos el equipo Tigre Manjatan vamos a dejar, queridos niños y niñas, cruzados los sesenta dedos.
Tigre Tigre.