El Mentor

Marina García Frutos
02 de Octubre de 2025
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El Mentor

Bajo las luces de las farolas, un sombrero andaba sin cesar por las calles de Madrid. Acompañaba en soledad y silencio a un hombre que, sin rumbo fijo, hacía la misma rutina todas las noches. Pero ésta vez, el paseo estaba siendo distinto.

Desde lo más alto de sus pensamientos detectaba una profunda tristeza en el corazón del hombre. Vestido entero del color de la oscuridad, le escuchaba murmurar en voz baja, de repente maldecir a los cuatro vientos y después las lágrimas se le desbordaban cuando parecía que todo ese huracán había vuelto a la calma.

El sombrero no sabía cómo actuar, pues nunca antes había tenido que hacerlo. Solo acompañaba. Pero no podía quedarse de cueros cruzados y ver cómo su fiel compañero y amigo deambulaba sin cesar, ésta vez, en lo más profundo de su pecho.

Sin que el hombre se diera cuenta, el sombrero le fue guiando por las calles hasta llevarle a un parque lejos del poco bullicio que se respiraba en la ciudad y de todas las luces que la embellecían, pero que tapaban lo que le quería mostrar.

El cielo.

Cuando ambos miraron hacia arriba fueron conscientes de que hacía mucho tiempo que las estrellas no brillaban tanto ni tan fuerte como aquella noche. La Luna parecía haber decidido esconderse porque también quería vestir de negro. Las sombras acogieron a ambos en medio de la mas inmensa inmensidad y del silencio sepulcral.

En ese momento, un lucero descendió de la constelación más brillante del firmamento, atravesó el pecho del hombre, y una dulce voz resonó en su interior:

Estoy orgullosa del hombre en el que te has convertido, de tu fuerza interna, de cómo has construido tu propio mundo basado en tus normas, valores y principios, de cómo has ido abriendo caminos hasta crear el que más te hace feliz, y de cómo eres generosidad, luz y guía para aquellos que están perdidos. He criado y he visto crecer a un auténtico Mentor. Desde luego, si he hecho algo bien en esta vida ha sido tener la suerte de que seas mi hijo. Te estaré esperando, pero no vengas todavía, que aun te queda mucho por hacer, mucho por escribir, mucho por vivir.

Y tras aquel abrazo al alma que le arropó y le llenó del amor más grande que existe, el maternal, el hombre se quitó el sombrero,  y mientras miraba al cielo, lo apoyó en su corazón.

 

(Para Javier Puebla, mi Mentor,

el que me guía en la oscuridad

y me ayuda a buscar mi camino)

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