Si leer a Fernando Pessoa supone entrar en otra dimensión del placer literario, saborear lo que Manuel Moya, una de las voces más reconocidas en el estudio de la figura del poeta portugués, escribe sobre este es también una experiencia suprema, por su extraordinario conocimiento del autor del Libro del desasosiego, por la fluidez exquisita en sus reflexiones, por la agudeza de sus tesis… En definitiva, Fernando Pessoa. La reconstrucción (Fórcola), su nuevo trabajo tras la alabada biografía Pessoa, el hombre de los sueños, logra el empeño inicial propuesto: desmontar todas esas supuestas verdades absolutas que se habían adherido a la archiconocida figura pública de Pessoa sin base real alguna más que el deseo de ahormar el mito por el mito.
El pasado 30 de noviembre se han cumplido 90 años de la muerte de Fernando Pessoa y aún hoy tenemos el convencimiento de que el desconocimiento sobre el poeta es mucho mayor que sus aspectos personales y artísticos más estudiados y reconocibles. ¿Es así?
En efecto, a Pessoa se lo ha ido recargando con retratos que no tienen mucho que ver con el personaje real. Ir quitando estas máscaras sobre máscaras es la labor del biógrafo. Ocurre, sin embargo, que las máscaras son más vendibles que la realidad.
“Se ha hecho demasiado hincapié en el esoterismo, en su sexualidad, en su pluralidad, en su soledad, en su anonimato, en su misterio. En sus heterónimos. Todo eso en Pessoa no es más que la parte visible del iceberg”
Usted es autor de una de las biografías de referencia del autor del Libro del desasosiego, ahora Richard Zenith acaba de publicar en España otra monumental. Y pese a todo, queda la sospecha de que hay mucho más aún oculto entre esos miles y miles de documentos de su famoso baúl. ¿Desentrañar a Pessoa es una tarea infinita?
Últimamente no sólo ha salido la de Zenith o la mía, también la de Joao Pedro Jorge, en Portugal. Las tres suman casi tres mil páginas y a pesar de eso son muy distintas, a pesar de eso el personaje admite nuevas visiones, nuevos hallazgos, nuevas lecturas. Ciertamente la complejidad del personaje, su difícil ubicación lo hace extremadamente complejo. Todavía quedan nuevas vetas por explotar, claro que sí. Y eso que Paz dijo en su día que Pessoa no tuvo biografía. Si la llega a tener...
“La reconstrucción”. El título de su nuevo abordaje a la figura del autor portugués es una clara declaración de intenciones. ¿Se ha construido una imagen de él ajena a la realidad, tanto como lo fueron sus famosos heterónimos? ¿O una cosa lleva a la otra y todo se confunde y confluye entre sí?
Quienes han tratado de explicar al escritor Pessoa lo han solido hacer tras la lectura de Libro del desasosiego, que básicamente podría retratar los últimos años de su vida, cuando Pessoa había tomado el tranvía hacia la muerte. A veces se ha hecho demasiado hincapié en el esoterismo, en su sexualidad, en su pluralidad, en su soledad, en su anonimato, en su misterio. En sus heterónimos. Todo eso en Pessoa no es más que la parte visible del iceberg, aunque no toda sea cierta, pero debajo hay mucho, mucho más.
Un simple vistazo a los apéndices de este libro, donde detalla las incontables direcciones postales donde vivió el poeta o las oficinas en las que trabajó como intérprete comercial y otras facetas grises ajenas a la creación literaria, evidencia la ajetreada vida de quien se presupone que fue un ser gris, apocado y de vida casi monacal. Nada más alejado de la realidad, ¿no es así?
Así es. Fue un hombre en continuo cambio. Vivió un período convulso, desde el colonialismo, que vivió en primera persona, hasta los drásticos cambios de Portugal, que perdió la monarquía e hizo que parte del país pobre y rural se desplazara a Lisboa, transformándola. Vivió la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, el ascenso de los fascismos en sus propias calles, los prologómenos de la Segunda Guerra Mundial, con todo lo que esto conlleva. Vivió las vanguardias, el tiempo de las invenciones tecnológicas, y no supo o no pudo pasar indiferente ante nada de esto. Vio morir a su padre, a tres de sus hermanos, vivió el suicidio o la muerte a destiempo de muchos amigos. Él quiso llevar una vida sosegada, pero el desasosiego exterior unido a sus propios desasosiegos acabaron por completar su retrato.
“No, no hay manera: Pessoa ha de seguir siendo un poeta inédito, sin suerte. Y lo terrible es que no publicó porque nunca tuvo dinero para hacerlo. Sus cinco libros fueron autoeditados. De haber sido dentista hubiera publicado cien libros”
¿Cuál es el falso mito asentado per se sobre Pessoa que más cuesta reconstruir, desmontar, derruir?
Curiosamente el más fácil. Ese que lo confina a ser un pobre escritor desconocido. Pessoa publicó cinco libritos de poesía, uno en portugués y cuatro en inglés. Publicó por encima de 200 poemas en revistas. Sesenta artículos, seis entrevistas. Fue traducido al español y al inglés. Se hicieron ensayos sobre su poesía. Fue considerado por algunos jóvenes críticos como el mayor poeta portugués de su tiempo. A su muerte se publicaron hasta 15 necrológicas en un país tan pequeño como Portugal. Pero no, no hay manera: Pessoa ha de seguir siendo un poeta inédito, sin suerte. Y lo terrible es que no publicó porque nunca tuvo dinero para hacerlo. Sus cinco libros fueron autoeditados. De haber sido dentista hubiera publicado cien libros.
Usted incide mucho en esta “reconstrucción” en desmontar su faceta de autor inédito o secreto. ¿Por qué seguimos creyendo que la mayor parte de su obra la sepultó en su famoso baúl y no publicó en vida más que poemas y textos testimoniales?
Sí, claro. Todo en la vida es relativo. De un tipo que dejó 27.500 escritos, el haber publicado apenas 500 podría dar a entender su calidad de casi inédito, pero como te he dicho, los números son los que son. Mensagem ha sido un libro que ya desde su aparición leían los chicos portugueses. Un poco como nuestro Platero.
Dice usted en la introducción de su nuevo libro: “Me aturde y paraliza aún más la convicción de que una vez establecido y enraizado un mito, es casi imposible darle la vuelta, en parte porque el universo mítico suele ser mucho más atractivo que el real y en parte porque el mito muestra aspectos si no más certeros, sí más sabrosos y en el fondo más sugerentes que lo real”. ¿Realmente es más atractiva la imagen estereotipada y asentada sobre Pessoa que la real que expertos como usted sigue aún desentrañando casi un siglo después de la muerte del genio?
Seguramente sí, y por eso ha prevalecido. Tener a un poeta fracasado, pobre, enajenado, extranjero en su propia ciudad, alcohólico, casi desprovisto de vida, es una bicoca. De todo esto sólo es verdad lo de alcohólico y lo de pobre. El mito nos lo acerca a la bohemia, a la visión del artista abatido y maldito como Poe o Baudelaire, titanes que luchaban contra todo y contra todos. Pessoa fue un ciudadano corriente en lo social que trabajaba, bebía y fumaba más de la cuenta, que conocía y se trataba con todo el mundo, que tenía ideas políticas conservadoras, que era amigo de sus amigos, que era escuchado e idolatrado en las tertulias, que conoció los amores ideales, que debía dinero, que sableaba a los amigos... Lo curioso es que sigue siendo un personaje de novela luego de desechar los mitos que lo rodean.
Detalla que “el prestigio poético de Pessoa en vida fue estable e incluso creciente con el tiempo”, con más de setenta colaboraciones poéticas. Con la perspectiva que da el tiempo y el avance de los estudios sobre sus más de 25.000 documentos escritos y almacenados en su baúl, ¿se puede asegurar ya que su obra poética publicada en vida brilla más que la rescatada post mortem?
Bueno, ponderemos todo. Su obra poética publicaba en vida descollaba sobre las demás, eso es cierto, y eso lo supieron ver sus contemporáneos, pero lo que estaba por publicar era tanto y de tanta intensidad que empezó a atraer a muchos lectores cuando él ya había fallecido. Libro del desasosiego apareció en el ‘82 y yo creo que la edición de esa obra marca un antes y un después. Claro es que sus heterónimos llamaban la atención de los lectores de poesía, pero los lectores de poesía nunca son demasiados.
Pese a tanto estudiado sobre él, pese a tanto escrito sobre Pessoa, ¿seguirá siendo siempre un gran desconocido, o todo lo contrario, lo conocemos al dedillo?
Es sin duda uno de los grandes escritores del siglo XX, a la altura de Kafka, Proust, Joyce, Lorca y García Márquez. Las tres mencionadas biografías que han salido sobre él creo que colocan a Pessoa definitivamente en su lugar. La historia literaria dirá, como siempre, su última palabra, pero por el momento es un autor estudiado, citado, parafraseado, traducido, imitado...
Como uno de los mayores expertos que hay sobre la vida y obra de Pessoa, ¿con qué imagen le gusta a usted quedarse de él, por encima de otras muchas?
Me han hecho esta pregunta algunas veces. Y aunque siempre escojo la misma imagen, creo que su vida está llena de hitos y de momentos muy significativos. Yo lo veo bajando las escalerillas del Herzog, el barco que lo va a dejar en su definitiva Lisboa con apenas diecisiete años. Baja con su maleta llena de libros y de versos, con setenta y cinco personajes pululando ya en su cabeza, con la lengua y el ejemplo de Shakespeare, con sus sueños, con su infancia rota, con su incapacidad para acabar algo, con su visión política del mundo, con toda la vida por delante y toda una trágica vida por detrás. Pessoa entonces ya es enteramente quien va a ser. Es una maqueta, aún no ha escrito nada reseñable, pero en lo esencial, en ese retrato sin sombrero, ni gafas ni pajarilla, está ya Pessoa. A partir de ese instante todo cuanto tiene que hacer es persistir en ser él. Lo demás, que es mucho, se lo dará el camino. Un camino lleno de baches y obstáculos.
