“Lo íntimo y lo histórico se entrelazan sin que podamos separarlos del todo”

El escritor José Vila del Castillo busca en Polifónica, la primera entrega de una trilogía, sacudir al lector para que no ceje de plantearse interrogantes sobre la culpa, la redención y la huida

23 de Noviembre de 2025
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José Vila del Castillo

Tras el último premio Planeta, cuando mucho se debate sobre la literatura como producto o como arte, el escritor madrileño José Vila del Castillo, radicado en Panamá, tiene claro que su papel en la escritura es crear a fondo, sin contemplaciones. Realizar una obra que haga pensar, mover al lector hacia el mundo de las preguntas. Su nueva novela Polifónica es la primera de una trilogía “sobre la culpa, la huida y las posibilidades de redención, incluso cuando el pasado parece inamovible".

¿De qué trata Polifónica?

Polifónica es una novela sobre la responsabilidad individual en tiempos de violencia colectiva. Retrata cómo las decisiones privadas —los silencios, los miedos, las renuncias— se proyectan sobre una época marcada por el derrumbe moral del siglo XX. La obra no es ideológica ni sentimental: propone una mirada directa a la fragilidad humana y a la capacidad —a veces mínima— que cada persona posee para sostener el peso del tiempo que le toca vivir.  En el fondo, es una reflexión sobre cómo lo íntimo y lo histórico se entrelazan sin que podamos separarlos del todo.

La novela se balancea entre ficción y material documentado. Cuéntanos el proceso de escritura.

El punto de partida fue la documentación: archivos, prensa de época, informes sobre el expolio cultural, testimonios judiciales y fragmentos de memoria familiar. Necesitaba que la base histórica fuese rigurosa.  Sobre esa estructura documental construí la ficción, que me permitió explorar lo que ningún archivo muestra: la conciencia de los personajes, su manera de justificar lo injustificable o de sobrevivir a lo que no tiene sentido. El resultado es una narración donde la verdad histórica y la verdad emocional conviven sin jerarquías.

Polifónica es una novela sobre la responsabilidad individual en tiempos de violencia colectiva. Retrata cómo las decisiones privadas se proyectan sobre una época marcada por el derrumbe moral del siglo XX

¿Es una novela muy ambiciosa para tiempos de argumentos fáciles?

Puede que sí, pero no creo que la literatura deba adaptarse a la aceleración del presente. Vivimos tiempos de inmediatez narrativa, donde la complejidad parece un estorbo. Polifónica va en la dirección contraria: reclama atención, exige honestidad y no ofrece atajos. No escribí la novela para ser cómoda, sino para ser fiel a las preguntas que me obsesionaban como autor: ¿qué responsabilidad tiene cada individuo frente a la historia que vive?, ¿qué hacemos con nuestra propia culpa?, ¿cómo sobrevivimos sin traicionarnos del todo?

¿Qué tienen en común una familia, la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial?

Mucho más de lo que parece. Las violencias íntimas —la familiar, la moral, la emocional— y las violencias históricas comparten una misma raíz: la fractura de la conciencia. La novela muestra cómo una familia puede convertirse en el reflejo concentrado de los grandes conflictos del siglo XX. Cuando un individuo renuncia a su responsabilidad, cuando elige el miedo o la complacencia, reproduce en pequeño las mismas tensiones que devastaron países enteros. En este sentido, lo doméstico no es otra cosa que un escenario reducido de los grandes colapsos colectivos.

Es la primera parte de una trilogía. ¿Puedes revelar los contenidos o los tiempos de los próximos libros?

Sí. Polifónica abre un ciclo narrativo que examina la relación entre cultura, memoria y conciencia moral. La segunda novela, La hoguera de los libros, ya en proceso de edición, profundiza en el expolio cultural europeo y en la destrucción —material y espiritual— que acompaña a toda guerra. La tercera, Las cenizas de los cobardes, actualmente en fase final, cierra la trilogía con una reflexión sobre la culpa, la huida y las posibilidades de redención, incluso cuando el pasado parece inamovible. Las tres novelas se pueden leer por separado, pero juntas forman una misma pregunta: ¿qué hace el ser humano con la verdad de su propia historia?

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¿Te sientes más cómodo en la poesía, el ensayo o la novela? ¿O los tres géneros logran una suma en Polifónica?

Los tres géneros se complementan. La poesía me dio el dominio del lenguaje, el ritmo interno, la capacidad de condensar sentido en pocas palabras. El ensayo me aportó el rigor documental y la disciplina de contrastar cada afirmación. La novela me permite unir todo eso en un espacio donde la conciencia humana se despliega con libertad.  Polifónica existe porque los tres lenguajes —poético, ensayístico y narrativo— dialogan para construir una verdad que no podía expresarse desde un solo género.

¿Haces vida literaria en Panamá?

Panamá me ofrece otra forma de vida literaria: silencio, distancia y perspectiva. No pertenezco a círculos ni busco estar en ellos. Leo, escribo, observo y trabajo desde una especie de retiro activo.  Esa distancia con respecto al ruido cultural me permite concentrarme más en lo esencial y menos en la vanidad que a veces rodea al mundo literario.

¿Te interesa el mundo literario de España?

Sí, pero desde un lugar independiente. Leo a muchos autores españoles actuales y me interesa el debate literario, pero trato de mantener cierta distancia. La proximidad excesiva al “ambiente” puede condicionar la escritura. Prefiero acercarme a la literatura española como lector, no como participante de una tendencia o un grupo. La libertad creativa exige ese margen.

¿Qué primera sensación te interesa dejar en los lectores de Polifónica?

Quisiera que el lector perciba que ha entrado en una novela honesta, que no busca agradar ni adoctrinar. Polifónica invita a pensar: sobre la violencia, sobre la responsabilidad, sobre la dignidad humana y sobre la fragilidad con que atravesamos nuestra propia historia. Si al cerrar el libro el lector siente que algo se ha movido dentro —una duda, una pregunta, una memoria—, entonces la novela habrá cumplido su propósito.

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