Norma acaba de publicar en España el cuarto volumen de Kaya de Wes Craig, una historia de fantasía y aventuras para todas las edades; lo cual ya de por sí no tiene poco mérito, porque si nos detenemos a examinar esa descripción nos daremos cuenta de que actualmente no hay muchos cómics que se ajusten a ella en el mercado. En efecto, en la escena mainstream americana, copada por los incombustibles superhéroes, la ciencia ficción, las odiseas postapocalípticas, las dramedias de instituto, las invasiones de zombis a lo Robert Kirkman o las historias policíacas a lo Ed Brubaker, el género de fantasía no es tan habitual como podríamos pensar en un primer momento. Me refiero a la fantasía clásica pura y dura, la que remonta su genealogía a Tolkien, Moorcock y Robert E. Howard, la que requiere por parte del autor una ímproba tarea de worldbuilding, cartografiando continentes, diseñando razas y tejiendo a golpe de imaginación su propio repertorio de mitos y leyendas. Es en el catálogo de la editorial Image, responsable de publicar Kaya en los USA, donde encontramos las mejores sagas de fantasía en curso: Monstress de Marjorie Liu y Sana Takeda y Saga de Brian K. Vaughan y Fiona Staples (esta última, eso sí, más próxima a Star Wars que a Conan), así como la ya clásica Bone de Jeff Smith, referencia insoslayable para todos los comic books de fantasía épica habidos y por haber. Sin embargo, los títulos de este género tienden a escasear en el mercado norteamericano, en proporción inversa a lo mucho que se prodigan en Europa o en Japón, de modo que la epopeya de Wes Craig es más que bienvenida.
Más raro aún es acometer el reto de crear un cómic “para todas las edades” en estos días en los que el mercado acusa una marcada segmentación etaria. Atrás quedaron los tiempos de Astérix, Tintín o El Capitán Trueno, que podían ser igualmente disfrutados por pequeños y mayores; hoy se presupone en los cómics para adultos una generosa dosis de violencia, sexo o densidad de contenidos, suficiente para vetarlos al consumo infantil, mientras que los cómics para niños, estudiadamente simplificados tanto en el fondo como en la forma, por lo general no atraerán la atención de un lector adulto. Policán de Dav Pilkey o Superpatata de Artur Laperla son magníficos cómics infantiles, pero no me imagino a ningún adulto funcional haciendo la colección para su propio uso y disfrute (a excepción de nosotros los críticos de cómic, claro… pero nosotros no somos adultos funcionales). Kaya aspira a satisfacer a ambos públicos, algo que contadas series de fantasía han conseguido: entre ellas, la ya mentada Bone. Para ello, Wes Craig no solo evita la violencia explícita (de eso ya tuvo suficiente con Clase letal, junto a Rick Remender), sino que utiliza una serie de recursos para hacer su saga atractiva a niños y mayores por igual.
Así, las páginas de Kaya nos invitan a tomar una actitud pasiva y disfrutar contemplando cómo se despliega ante nuestros ojos la admirable labor de worldbuilding realizada por Craig. Sin necesidad de párrafos contextualizadores, explicaciones sesudas o espesas mitologías, desfilan ante nosotros mares de ponzoña, tribus de hombres lagarto, desiertos hostiles y criaturas con poderes mágicos. Poco a poco vamos aprendiendo cosas sobre el mundo donde se desarrolla la historia, pero siempre guiados por la acción y no por la enciclopédica autocomplacencia en la que muchos autores caen al describir cada detalle de “su” mundo. Kaya es puro nervio, puro dinamismo, y eso lo hace accesible hasta para el público más impaciente.
El cómic trata sobre la odisea de dos hermanos, fugitivos en un mundo hostil: Jin, un niño cuyo destino está marcado por una profecía mesiánica, y Kaya, su hermana mayor, a quien le ha sido confiada la misión de protegerlo. Al coincidir con ellos en edad, a los lectores infantiles y adolescentes les resultará fácil empatizar con los protagonistas y sus tribulaciones, una de las cuales son las constantes peleas entre hermanos. Como lector adulto, echo de menos escenas que nos permitan ahondar en las personalidades de la pareja protagonista: saltando de peripecia en peripecia, Jin y Kaya se mantienen permanentemente en peligro de muerte, de modo que como lectores solo conocemos su comportamiento y sus reacciones ante situaciones extremas. Es cierto que, si el autor se hubiera tomado el tiempo para representarlos en contextos más cotidianos, la trama habría perdido dinamismo, pero nos habría resultado más fácil encariñarnos con unos personajes que, a golpe de aventura, percibimos como unidimensionalmente intensos. Nuevamente se impone la comparación con Bone de Jeff Smith: hacen falta cientos de páginas de comedia de costumbres para que personajes como Fone Bone, Thorn o la abuela Rose se nos hagan tan entrañables que realmente nos importen y nos tengan en vilo durante sus aventuras en la recta final de la serie.
Sin embargo, los personajes de Kaya no son planos ni previsibles. Aunque la historia se articula en torno a un imperio sediento de conquistas y unos protagonistas heroicos que lo desafían, el desarrollo de la trama no tiene nada de maniqueo. Cada grupo o cada personaje actúa de acuerdo con sus propios intereses, y a veces pueden tomar decisiones moralmente discutibles buscando el mal menor. Esto se traduce en dilemas y giros argumentales que logran sorprender al lector, elevando esta obra muy por encima de los estándares de complejidad del cómic infantil y juvenil al uso.
El dibujo de Craig es sobresaliente, con mención de honor al trabajo de Jason Wordie con el color. Las razas que habitan el mundo de Kaya son en su mayor parte animales antropomorfos, y eso es una apuesta arriesgada desde el punto de vista del diseño de personajes: a veces se echa de menos algo más de expresividad en los rostros de lagartos, robots u hombres pez. En lo que el autor no se corta en absoluto es en experimentar con las composiciones de página. Algunos de los mejores momentos desde el punto de vista gráfico coinciden con las páginas en las que la consciencia de Jin se sumerge en el reino oscuro, una dimensión onírica donde el dibujante se siente libre para dar rienda suelta a su creatividad y demuestra por qué es uno de los pesos pesados de la plantilla de Image.
Por tanto, Kaya será para todas las edades, pero no por ello deja de ser exigente con el lector, tanto a nivel formal como en el contenido, para encajar las encrucijadas morales que, entre persecución y persecución, se presentan en el argumento. Al tiempo que contiene todo lo necesario para enganchar a un adulto, para un niño a partir de diez años Kaya supone un reto y una auténtica escuela de asombro que le puede servir de antesala a las obras maestras del cómic. ¿Sabéis cuál es la pega? El precio. A veintipico euros cada volumen, hacerse con los cuatro publicados hasta el momento supone una inversión importante. Y se leen en un suspiro. Así que los chavales seguirán destinando su asignación a comprar manga a granel, que cunde mucho más. Y es una pena, porque no saben lo que se pierden.
