“Escribir es una forma de ordenar lo vivido”

La escritora y terapeuta catalana Cris Santa-Olalla presenta su primera novela, El despertar de Sofía, narrada en clave de diario y con un claro afán sanador entre los lectores

José Luis Vega
17 de Noviembre de 2025
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Cris Santa Olalla

Escritora y terapeuta, la catalana Cris Santa-Olalla ofrece a los lectores su primera novela “El despertar de Sofía”. Una historia contada en clave de diario, porque Sofia es ella misma y también es un poco lo que llevan muchas personas en sus experiencias. La autora asegura que escribe para el ser, para esa parte femenina y masculina que nos integra a todos. Este libro cuenta el proceso de sanación de un personaje, la palabra y la vida en constante cambio.

¿Qué significa esta primera novela en tu vida?

Esta primera novela nació de forma totalmente espontánea. Durante años fui escribiendo fragmentos, reflexiones y vivencias que me ayudaban a poner palabras a todo lo que iba sintiendo y comprendiendo de mi propio proceso interior. Un día, al releer todo ese material, sentí que allí había una historia que pedía ser contada. No fue algo planeado, sino más bien una necesidad natural de dar sentido y coherencia a todo ese camino recorrido. Para mí, este libro representa mucho más que una obra literaria: es la síntesis de un proceso profundo de transformación. Es el resultado de atreverme a mirar hacia dentro, de atravesar mis sombras y de soltar dependencias emocionales que durante mucho tiempo marcaron mi manera de vivir. Al escribirlo, pude recolocar cada pieza, comprender mi historia desde otra perspectiva y aprender a disfrutar de la vida con más libertad, presencia y autenticidad. En cierto modo, escribirlo fue cerrar una etapa y abrir otra, más consciente y más alineada con lo que realmente soy.

¿Es verdad que siempre se escribe de una misma?

Creo que, de algún modo, siempre escribimos de nosotras mismas. Aunque el tema parezca ajeno o puramente informativo, nuestra mirada, nuestras experiencias y nuestra manera de comprender el mundo se reflejan inevitablemente en lo que contamos. Cada persona tiene su propio mapa mental y emocional, y ese mapa actúa como un filtro desde el que interpretamos la realidad y elegimos las palabras. Incluso en los libros más técnicos o culturales, hay una huella personal en la información que seleccionamos, en la forma en que estructuramos las ideas y en el enfoque que damos. Escribir, en el fondo, es una forma de ordenar lo vivido y de darle sentido; por eso, aunque hablemos de otros, siempre hay una parte de nosotras que se cuela entre las líneas.

¿Sofía tiene que ver con tus experiencias?

Absolutamente. Sofía soy yo, en todas mis etapas y transformaciones. Representa mi proceso evolutivo desde el nacimiento hasta el momento en que terminé el libro. En ella está condensado todo mi recorrido interior: mis búsquedas, mis dudas, mis aprendizajes y las diferentes versiones de mí misma que he ido dejando atrás. Es un reflejo simbólico de cómo la vida me ha llevado, una y otra vez, a mirar dentro y a reinventarme desde lo más esencial. A través de Sofía pude narrar mi propia evolución de una manera más libre, sin el peso de contarla en primera persona. Ella me permitió observarme con distancia y compasión, y poner palabras a vivencias que necesitaban ser comprendidas. En cierto modo, Sofía no es solo un personaje: es una conciencia en expansión, una parte de mí que eligió expresarse a través de la escritura para integrar todo lo vivido.

“Al releer todo ese material, sentí que allí había una historia que pedía ser contada. No fue algo planeado, sino más bien una necesidad natural de dar sentido y coherencia a todo ese camino recorrido”

¿Tu novela tiene algo de diario?

Sí, mi novela tiene mucho de diario, aunque no en la forma tradicional. No es un registro cronológico de lo que he vivido, sino más bien una especie de diario emocional y evolutivo. A través de la historia, voy plasmando los estados internos, las transiciones y las tomas de conciencia que han acompañado mi propio camino de transformación. Cada capítulo recoge una parte de ese proceso, como si fueran páginas escritas desde diferentes momentos de mi vida interior. Lo que podría parecer una historia externa en realidad es un reflejo simbólico de todo lo que he ido integrando y comprendiendo. Escribirla fue como ordenar un diario invisible, donde no importan tanto los hechos concretos, sino lo que esos hechos me enseñaron. En ese sentido, sí: la novela tiene alma de diario, porque está escrita desde la sinceridad, la observación y el deseo de entenderme a mí misma a través de la palabra.

¿Lo que no destruye transforma?

Sí, absolutamente. Lo que no nos destruye nos obliga a mirarnos desde otro lugar, y en ese proceso se produce la transformación. A veces creemos que crecer es acumular luz o sabiduría, pero en realidad la evolución suele venir de los momentos de quiebre, de esas situaciones que nos hacen tocar fondo y replantearnos todo. Son experiencias que desmantelan lo que creíamos ser, y aunque duelan, abren un espacio inmenso para reconstruirnos desde una verdad más profunda. Creo que nada de lo que atravesamos es en vano. Incluso aquello que parece destruirnos por dentro termina revelando una parte de nosotros que estaba dormida. La transformación llega cuando aceptamos el dolor como parte del camino y lo convertimos en conciencia. Desde ahí, lo que antes parecía una herida se convierte en fuerza, en sabiduría y en una nueva forma de mirar la vida.

Cris Santa Olalla 2
Cris Santa Olalla 

Si tuvieras que definir tu novela en un género, ¿cuál sería? 

Diría que mi novela se mueve entre la narrativa introspectiva y la novela de crecimiento personal. No encaja del todo en un solo género, porque combina elementos literarios con una dimensión más reflexiva y simbólica. Tiene la estructura de una historia, pero también la profundidad de un proceso de transformación interior. Más que contar una trama externa, la novela explora el viaje de conciencia de la protagonista, que al final es un espejo del alma humana cuando se atreve a despertar. Podría decirse que es una novela del alma: una historia que invita a mirar hacia dentro, a reconocerse y a comprender que la verdadera evolución sucede cuando nos permitimos atravesar lo que somos.

¿Tienes algún libro al que siempre vuelvas?

Sí, hay varios libros a los que vuelvo una y otra vez, aunque no siempre para leerlos de principio a fin, sino para reconectar con la energía que me transmiten. El poder del ahora, de Eckhart Tolle, es uno de ellos; cada vez que lo abro encuentro una frase que me devuelve al presente. También regreso con frecuencia a Mujeres que corren con los lobos, de Clarissa Pinkola Estés, porque me recuerda la fuerza instintiva y sanadora de lo femenino. Y El Libro Tibetano de los Muertos ocupa un lugar muy especial: me conecta con una visión más profunda del alma, del tránsito y del sentido espiritual de la existencia. Más allá de los títulos, vuelvo a los libros que me devuelven a mí misma. Aquellos que me ayudan a recordar que el camino interior no es lineal, sino un viaje de regreso constante. Me gusta leer desde la intuición, abrir un libro por donde me lleve el impulso y dejar que esa página me hable justo de lo que necesito en ese momento.

¿Tu literatura llega igual a hombres que a mujeres? ¿Te importa eso?

No me preocupa si mi literatura llega más a hombres o a mujeres, porque lo que intento transmitir va más allá del género. Hablo de procesos humanos, de emociones, de conciencia y de transformación interior, temas que todos vivimos de una forma u otra. Sí es cierto que muchas mujeres se sienten identificadas con mi manera de expresarlo, quizá porque mi lenguaje nace desde lo femenino, pero eso no significa que no resuene también en lo masculino. De hecho, creo que todos tenemos dentro una parte femenina y una parte masculina, y cuando un texto toca lo esencial, puede despertar algo en ambas. Me interesa más llegar al ser que hay detrás del género: a esa parte de nosotros que busca comprender, sanar y evolucionar. Si mi libro logra abrir esa puerta, entonces ya habrá cumplido su propósito.

¿Qué le dirías a una joven lectora que se acerque a El despertar de Sofía?

Le diría que se acerque a El despertar de Sofía sin expectativas, con el corazón abierto y la mente dispuesta a dejarse sorprender. No es un libro para entender, sino para sentir. Es una historia que invita a escucharse, a observar lo que se mueve por dentro mientras se lee. Cada palabra está escrita desde un lugar honesto y consciente, con la intención de acompañar al lector —y en especial a las mujeres jóvenes— en ese momento vital en el que una empieza a despertar a su propia verdad. A una joven lectora le diría que no hay prisa por llegar a ningún sitio, que el camino del crecimiento no es lineal ni perfecto. Que Sofía no es una heroína, sino un reflejo de cualquiera de nosotras cuando decide mirar dentro y reconciliarse con su historia. Que se permita cuestionarse, emocionarse, inspirarse o incluso enfadarse, porque todo forma parte del proceso de despertar. Y sobre todo, le diría que confíe en su camino, aunque no lo entienda del todo. Que sepa que cada experiencia tiene un propósito, incluso cuando aún no lo ve con claridad. Y que no tiene por qué hacerlo sola: dejarse acompañar por terapeutas, guías o personas que puedan sostener ese proceso puede marcar una gran diferencia. El acompañamiento adecuado no quita poder, lo potencia. Si el libro logra recordarle eso —que dentro de ella hay una sabiduría que la guía, pero que también está bien dejarse cuidar y acompañar— entonces el mensaje de Sofía habrá cumplido su misión: recordarnos que el verdadero despertar comienza cuando nos permitimos ser, sentir y compartir el camino.

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