"Crecí con mi abuela, que me cuidó desde los cinco años hasta que me trasladé a Madrid, y soy heredero de su gran legado cuentista”

La nueva novela de Mohamed El Morabet, Ecos en la nieve, es una durísima historia de mujeres protagonistas en un ambiente inhóspito y hostil con un asombroso poder telúrico

20 de Diciembre de 2025
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El escritor marroquí de Alhucemas Mohamed El Morabet. Foto Javier Arias.
El escritor marroquí de Alhucemas Mohamed El Morabet. Foto: Javier Arias.

 

Estamos ante una novela impactante de principio a fin, que te encoge el corazón, te sobrecoge a cada vuelta de página. Sus protagonistas y el ambiente hostil y violento en el que transcurre la acción otorgan un irrespirable clima que provocan en el lector un continuo desasosiego que entronca directamente con la historia desgarrada de la mujer protagonista. Para ello, la insistencia descriptiva del narrador, a modo de entomólogo de un perfeccionismo casi obsesivo, añade tanta cercanía y credibilidad que la simbiosis con los hechos narrados culminan en un ensamblaje de milimétrica precisión.

¿Dónde surgió el germen primigenio de estos Ecos en la nieve?

Hace más de diez años vi un reportaje en la televisión. El recuerdo de lo que pasaba sigue siendo difuso para mí, pero me acuerdo de forma nítida de que el escenario era inhóspito y que había nieve. Luego alguien abría un baúl y sacaba un trapo ensangrentado. Esta imagen me impactó aunque enseguida la olvidé, pero justo cuando publiqué El invierno de los jilgueros, volvió a mi mente y, poco a poco, su presencia empezó a ser insistente. Entonces le presté atención a ese recuerdo ya que intuía que allí podría haber una historia. Así que empecé a trabajar hasta que se fue moldeando Ecos en la nieve

El ambiente inhóspito, sórdido y atosigante donde transcurre la acción, una choza en pleno invierno nevado en lo alto de una montaña, recuerda mucho a algunas imágenes de obras de Cormac McCarthy, por ejemplo. Seres al límite en medio de una naturaleza implacable. ¿Por qué quiso que este fuese el ambiente para recrear la historia de la mujer protagonista, que ya de por sí es extremadamente dura?

Gracias por ver en Ecos en la nieve reminiscencias de Cormac McCarthy, y en especial de su novela La carretera. Es una novela que admiro mucho y que he estudiado a fondo. El ánimo claustrofóbico de Ecos en la nieve le debe mucho al ánimo apocalíptico que tan bien sabía imprimir McCarthy a sus novelas. Aunque también hay algo de Jack London y de Miguel Delibes en relación al ambiente y al paisaje de la novela. Necesitaba de alguna forma que la naturaleza jugara un papel esencial, que encarnara la búsqueda de la esperanza. La historia de la protagonista es dura y terrible, pero a su vez la naturaleza podía mitigar esa dureza imponiendo un poco de belleza. Aunque también debo confesar que me gusta profundizar en temas nuevos para escribir y tratar con nuevas experiencias y escenarios. Y esta choza era el sitio ideal desde el que podía reflejar lo que quería contar.

Estamos ante una novela acaparada por el sentir femenino en su máxima expresión, que además es contada por la protagonista dirigiéndose a su vientre, donde espera un futuro bebé. ¿Es esta una forma clara de dotarla de verosimilitud?

No sabría decirte, la verdad. Me costó trabajo y tiempo encontrar la forma final para contar la historia. Lo que sí puedo decirte es que, para darle verosimilitud, he leído mucha literatura escrita por mujeres, especialmente la que trata el dolor y el cuerpo, dos cuestiones que creo que son pilares de la novela. En este sentido me ayudó mucho haber encontrado un libro que me acompañó durante todo el proceso de escritura y es: Rojo-Dolor. Antología de mujeres poetas en torno al dolor. En el prólogo firmado por la antóloga Ana Castro podemos leer estas palabras que, desde que las leí, las tuve muy presentes: “El dolor no es bello, es atroz. Nos enfrenta a nuestra propia condición humana, a la finitud, y solo entonces somos capaces de atisbar que, tras todo el horror, hay algo de luz.”

Los visitantes que recibe la mujer en la choza (pájaros, insectos, algún humano agresivo y despreciable…) sirven para añadir más carga emotiva al transcurso de la novela. ¿Necesitaba hacer partícipe al lector en primera persona de esta situación irrespirable?

Sí, desde luego. Quería que el lector se impregnara del ambiente, que se situara en el escenario, que pudiera sentir el frío y el dolor de los huesos de la protagonista, incluso sentir el hambre y la sed de la mujer. Y una vez que el lector estuviese envuelto en el paisaje y atrapado de lleno por las vivencias de la protagonista, sólo le quedara la opción de ser partícipe de esa realidad para poder escapar. En este sentido, tuve muy presente que era necesaria una inmersión abrupta y cruda en el ambiente, de ahí que la novela sea casi en su totalidad descriptiva. El recurso de la descripción permitía sumergirse casi sin aire en la historia.  

“Necesitaba de alguna forma que la naturaleza jugara un papel esencial, que encarnara la búsqueda de la esperanza”

La acción de toda la novela se circunscribe al interior de una miserable cabaña, constituyéndose en un elemento central más de la historia. Todo ello mientras un misterio en torno tanto a la mujer protagonista como a la cabaña acrecienta el ambiente tenso. ¿Qué busca con ello?

Ese misterio al que aludes se mantiene porque la información está dosificada. Se va informando sobre la vida de la mujer a cuenta gotas. Necesitaba que cualquier lectora o lector centrara la atención no en quién es esa mujer, por eso no le puse nombre, sino en cómo ha llegado hasta la choza en lo alto de la montaña, cómo va a resolver las dificultades a las que se enfrenta y cómo puede salir de la situación que está atravesando. 

El ritmo es pausado en todo momento, llegando a ser minimalista, centrado en lo acústico y lo visual. Qué duda cabe que el lirismo del estilo también suma, pese a que no hay apenas reflexiones sino solo descripciones. ¿Todo ello lo tenía previsto previamente o fue surgiendo conforme iba escribiendo la novela?

Previamente tenía una idea de lo que quería narrar, pero fue el propio transcurrir de la novela, a medida que iba escribiendo, cuando vi claro qué quería transmitir. Fui descartando las reflexiones porque atenuaban la crudeza de la situación y en las descripciones encontré un gran recurso que otorgaba viveza al relato. Estuve ensayando el tono durante meses hasta que di con él. Y cuando lo encontré, no lo solté. Las decisiones ya estaban tomadas: solo descripción, pocas referencias espaciales y temporales, ausencia de nombres propios y la opción del lenguaje poético para contrarrestar la fuerza de la injusticia y de la violencia que se va narrando. Cuando decidí estos elementos, prácticamente ya solo quedaba escribir la novela.  

Una misteriosa tía de la protagonista se cuela retrospectivamente en la acción de la novela, siendo fundamental en el desenlace. ¿Hasta qué punto la tradición oral en la retransmisión de historias han influido en este enfoque?

Seguramente haya influido, al fin y al cabo, mi lengua natal es fundamentalmente oral. Yo crecí con mi abuela, que me cuidó desde los cinco años hasta que me trasladé a Madrid, y soy heredero de su gran legado cuentista. Al final, todo lo que vivimos, lo que amamos, los que nos duele, lo que verdaderamente nos importa, aunque no seamos conscientes de ello, nos moldea y moldea nuestra forma de mirar el mundo. Pero también hay un aspecto, se lo leí a Alessandro Baricco, que dice que los humanos cuando somos incapaces de nombrar algo, contamos historias, lo hacemos desde hace siglos. Podría decir que Ecos en la nieve es una historia de violencia o de maldad o de supervivencia. Desde luego hay un poco de todo eso, pero a la vez no es solo una historia de violencia, de maldad o de supervivencia. Por eso la conté, por eso sentí la necesidad de contarla. 

¿Por qué casi siempre hay tanto dolor en torno a historias protagonizadas por mujeres?

La historia que cuento en esta novela es una ficción, pero como dijo Lara Moreno que tuvo la generosidad de presentar y de conversar sobre la novela hace poco en Madrid: “Es una historia tan vieja que ocurre todos los días”, y desgraciadamente todavía sigue ocurriendo.

Ecos en la nieveMohamed El MorabetGalaxia Gutenberg144 páginas15 €
Ecos en la nieve Mohamed El Morabet Galaxia Gutenberg 144 páginas 15 €

 

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