Es lunes y tengo que elegir entre pasarme por el Café Comercial, a ver a Ezequías Blanco, o por Ámbito Cultural para escuchar a Raúl Zurita. La naturaleza elige por mí: contractura en el cuello. No me queda más remedio que quedarme en casa.
Al menos ayer domingo pude pasar por la antigua sala Mayko (ahora Komodia), en la calle General Palanca, para ver una vez más a mi muy admirada Susana Patier Cortázar. Sobre ella ya he escrito en alguna otra ocasión, que logra volverse invisible cuando está interpretando: sólo se ve algo personaje que está armando sobre el escenario. Ayer la vi conseguir el prodigio una vez más en la calidoscópica representación de Históricas Perdidas, firmada y dirigida por Francisco Javier de los Ríos, dramaturgo y director. En verano había visto también Milagros, uno de sus trabajos más conocidos.
La sala Mayko, ya para siempre en el futuro Komodia, es un lugar especialmente entrañable para mí y siempre que he tenido ocasión he apoyado sus espectáculos y filosofía. Junto a Susana Patier estaban en el escenario Salomé Peña —me encanta— y Jennifer Baldoria, impecable. La pieza de las tres mujeres políticas viendo correr y jugar a sus perros en el parque no creo que vaya a olvidarla nunca. Muy bien el texto y espléndidas las tres actrices, aunque debo volver a mencionar a Susana Patier, haciendo de dueña del perro Franco, porque se sale.

Por la noche acabé Los Esqueletos, el mejor libro de Enrique Páez en opinión de su autor y también en la mía. Casi seiscientas páginas en versión ebook. Últimamente leo en ebook, lo confieso.
El libro es una brutalidad, una barbaridad, una maravilla, un coñazo insoportable, una confesión, locura pura... Lo es todo. TODO. Cuenta Páez que mató un gato en un relato y le insultaron los lectores, cuenta Páez cómo por su culpa muere en accidente una hermana, o supuesta hermana, porque en el jaleo que es su historia con sus diez hermanos de familia acabé perdido. Cuenta y cuenta todo tipo de cosas. Y sobre todo habla de la vida y la muerte.
Páez ha decidido, y nos lo explica con pelos y señales, escaparse del mundo antes que el mundo le eche a él. Vuelve muchas veces sobre el tema de eutanasiarse cuando cumpla los ochenta años y, en la estela de Stefan Zweig, permitir que su pareja actual, la encantadora Bea, a quien conozco y a quien grabé un vídeo, le acompañe en la travesía a través de la Laguna Estigia. Son casi seiscientas páginas y hay sitio para todo. A los hermanos los mata y los resucita, se permite ser "punky perdido" hablando de Almudena Grandes y su hija y su marido, mira por encima del hombro a Sánchez Espeso o a Andrés Sorel, por citar a un par de ellos; en cualquier caso, escritores que el público menor de treinta años actual ni conoce ni ha leído. Esqueletos es un libro genial, es un libro horrible, es un libro divertido y triste y melancólico y valiente y asustado y viajero y apocalíptico y... Pero creo que sobre todo es un libro apocalíptico, y por eso he elegido la palabra para el título. Durante dos semanas no he leído otra cosa, y lo he subrayado muchísimo; con el ebook es muy fácil subrayar y tener todas las frases subrayadas al alcance de un solo golpe de vista. Y confieso, la segunda confesión en este artículo, que me alegro enormemente de haberlo leído.
“Escribir es mentir despacio” (p. 136 del ebook).
Y cincuenta páginas antes, citando a García Calvo: “enorgullécete de tu fracaso,/ que sugiere lo limpio de la empresa”.
Excélsior.
