Es algo inusual en mí, muy raro en verdad, que me falten las palabras. Pero eso es exactamente lo que me sucedió la noche del pasado jueves seis de noviembre. Estaba en la librería La Imprenta, calle Monteleón número 6, Mad Madrid City, con motivo de una cena que había organizado el casi inverosímil (por lo excelente) editor Miguel Ángel Vázquez en honor de uno de sus autores: Gonzalo Escarpa, a quien desde hace muchos años en mis artículos llamo siempre Scarpa, con la S líquida y suprimiendo la vocal, pero esta vez, como puede verse en el título de este texto, he decidido no hacerlo. Porque me dejó sin palabras: se merece esa E extra.
La cena fue una absoluta maravilla, quince o dieciséis personas compartiendo mesa para escuchar en primer lugar a Pablo Rosal, enciclopedia tetera viviente, luego conversación distendida entre todos mientras comíamos, aunque no nos conociésemos, o sí, y cuando el editor decidió que el ambiente ya se había caldeado lo suficiente, había comenzado a hervir el agua, pidió a Gonzalo Escarpa que comenzase a leer los poemas de su libro QUIERO DECIR.

He escuchado a Gonzalo Escarpa recitar muchas veces, siempre es brillante. Como actor y showman es genial. Pero, confieso, jamás me había robado el corazón y la cabeza por completo, y al mismo tiempo, ningún poema suyo.
Hasta esa noche, en la que me quedé sin palabras. Volví a ser un niño tímido (si es que alguna vez lo he sido). Levantaba la mano, no muy arriba, sólo para que se me viera un poco, a ver si Gonzalo me decía que podía hablar; porque la conversación seguía y no me parecía adecuado intentar imponer mi voz por encima de las otras. Tocaba que mi voz fuera pura humildad. Cuando por fin Gonzalo Escarpa me señaló, y todos se callaron, abrí la boca, y me sorprendió ver que apenas me llegaba el aire a la garganta, que me iba a costar. Pero aun desde ese apenas, logré decir que acababa de descubrir que mi viejo amigo se ha convertido en un gran poeta. Hasta esa noche, la noche de la cena, lo había considerado un poeta bueno, incluso muy bueno, pero no un gran poeta. Y en parte, creo, se debe a la excelente idea del editor de mezclar en su poemario dos libros, el que le da título en la actualidad y Un hombre frente al mar.
Ya he dicho lo que opino del resultado y esta vez no me faltan las palabras, pero tampoco QUIERO DECIR nada más.
Gonzalo Escarpa, Gran Poeta.
Lástima no ser los Beatles, y que esto no sea una canción titulada QUÉ CENA MÁS DIVINA LA DE AQUEL DÍA, para que quedase inmortalizada y la bailasen los niños, y las niñas, y las águilas y las ratas, los vecinos de Malasaña, las estatuas, los semáforos… y hasta las obras interminables que rompen la ciudad (aunque menos de noche que de día).
Excelsior.