El Valle que deja de ser Cuelgamuros: memoria, símbolos y la arquitectura de un nuevo relato democrático

El proyecto ‘La Base y la Cruz’, impulsado por un equipo multidisciplinar de arquitectos, artistas e historiadores, gana el concurso para resignificar el antiguo Valle de los Caídos. La transformación del espacio avanza como una pieza clave de la política

13 de Noviembre de 2025
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El Valle que deja de ser Cuelgamuros: memoria, símbolos y la arquitectura de un nuevo relato democrático

El Consejo de Administración del Patrimonio Nacional ha seleccionado el proyecto ‘La Base y la Cruz’ para dar forma al nuevo relato del Valle de Cuelgamuros. Con esta decisión, España cierra un ciclo histórico y abre otro, orientado a reconstruir la memoria colectiva desde el reconocimiento y la pedagogía. La resignificación no es solo una obra arquitectónica: es una declaración política y cultural sobre qué país quiere ser España.

La decisión se conoció el lunes, tras meses de deliberaciones. El proyecto ‘La Base y la Cruz’ ha sido elegido entre más de un centenar de propuestas presentadas al concurso internacional convocado por Patrimonio Nacional para la resignificación del Valle de Cuelgamuros, el enclave monumental erigido por el franquismo como mausoleo de dictador y que hoy se redefine como un espacio público de memoria democrática.

La propuesta ganadora plantea una intervención que no borra el pasado, pero lo reinterpreta desde la verdad histórica, combinando arte contemporáneo, pedagogía y arquitectura paisajística. No se trata de sustituir un símbolo por otro, sino de alterar su significado, de desplazar el eje del relato.

El lugar —monumental, cargado de verticalidad y poder— fue concebido para perpetuar una victoria y un silencio. El nuevo proyecto propone una lectura horizontal, cívica y crítica, donde la monumentalidad se atenúa y la voz de las víctimas y de la ciudadanía se sitúa en el centro del relato.

De mausoleo a espacio de conciencia

El equipo responsable del proyecto, formado por arquitectos, paisajistas, historiadores y artistas visuales, ha partido de una idea: la necesidad de devolver el espacio a la sociedad. La intervención arquitectónica se basa en tres ejes: la transparencia, la pedagogía y el silencio.

En la explanada principal, donde el franquismo inscribió su narrativa de redención nacional, se proyecta una gran base interpretativa, un recorrido que articula la información histórica, los testimonios y la reflexión colectiva sobre el significado del lugar.

La cruz, que sigue dominando el paisaje, no será eliminada, pero sí reinterpretada. El proyecto prevé la instalación de un sistema lumínico y simbólico que altere su lectura visual, de modo que deje de ser una exaltación y pase a entenderse como parte de la historia de un país que ha afrontado su pasado.
La idea, según explican sus autores, es “transformar la verticalidad del poder en una verticalidad de memoria”.

El recinto funerario, donde descansaron los restos de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera, convertidos durante décadas en centro de peregrinación ideológica, se integrará en un Centro Nacional de Memoria Democrática, con espacios para la documentación, la investigación y la divulgación.

El significado político de un cambio de época

La resignificación del Valle de Cuelgamuros culmina una política de Estado iniciada hace casi dos décadas, que avanzó con pasos irregulares entre tensiones políticas y resistencias institucionales.
El traslado de los restos del dictador en 2019, la exhumación de Primo de Rivera en 2023 y la conversión legal del enclave en un espacio público de memoria marcaron las fases previas de un proceso que hoy adquiere su dimensión simbólica más profunda.

Con la elección de ‘La Base y la Cruz’, el Gobierno avanza en el desarrollo del Plan de Memoria Democrática, una hoja de ruta que vincula patrimonio, educación y justicia histórica. El Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática, junto con Patrimonio Nacional, han articulado un procedimiento que busca equilibrar el rigor histórico con la sensibilidad artística, sin concesiones a la nostalgia ni a la negación.

El proyecto, según fuentes del Ejecutivo, se someterá a consulta pública antes de iniciar las obras, previstas para el segundo semestre de 2026. El objetivo es que el espacio esté plenamente operativo en 2028, coincidiendo con el centenario del inicio de la dictadura de Primo de Rivera, un contexto que se aprovechará para articular una programación pedagógica de alcance internacional.

La presidenta de Patrimonio Nacional, Ana de la Cueva, destacó tras el fallo que el proyecto “asume con valentía el desafío de transformar un lugar que fue símbolo de opresión en un espacio de ciudadanía”.

Una pedagogía de la memoria

El proyecto no pretende convertir el Valle en un museo del dolor, sino en un espacio de aprendizaje colectivo. Habrá zonas dedicadas a la investigación sobre la represión franquista, archivos digitalizados y programas educativos dirigidos a centros escolares y universidades.
Se proyecta también un Centro de Documentación y Memoria, con una línea expositiva permanente y otra itinerante, enfocada en los relatos de las víctimas y en las políticas de memoria comparadas.

Fuentes del Ministerio subrayan que el enfoque “prioriza el conocimiento frente a la conmemoración”. La intervención busca construir una relación activa con el pasado, no congelarlo.

El lenguaje arquitectónico será deliberadamente sobrio. Las intervenciones no impondrán una estética de ruptura, sino que trabajarán con los materiales y proporciones originales para alterar el sentido sin alterar la estructura. Una de las claves del proyecto es que el visitante perciba la tensión entre lo que el lugar fue y lo que significa ahora.

Los responsables del concurso destacan que “resignificar no es destruir, sino educar desde la memoria”. El recorrido propuesto invitará a transitar del monumento al testimonio, del silencio impuesto a la reflexión compartida.

Entre la memoria y el futuro

El debate sobre qué hacer con Cuelgamuros ha sido, durante años, una línea divisoria de la política española. Hoy, el consenso institucional en torno a su resignificación no borra las fracturas, pero las desplaza hacia un terreno distinto: el de la pedagogía cívica.

La nueva etapa del Valle —ahora, formalmente, Espacio de Memoria de Cuelgamuros— no busca imponer una narrativa, sino abrir un proceso de diálogo social sostenido en el tiempo.

El proyecto ‘La Base y la Cruz’ nace con vocación de permanencia y de revisión constante. Las instituciones implicadas prevén crear un consejo ciudadano de memoria, integrado por asociaciones de víctimas, universidades y organizaciones sociales, que supervise los contenidos y actividades del recinto.

La iniciativa se enmarca en un momento político en que la memoria democrática se consolida como política de Estado, frente a discursos revisionistas que tratan de diluir la responsabilidad histórica del franquismo.

La resignificación del Valle de Cuelgamuros no clausura el pasado, pero sí cambia el sentido del lugar. Lo que fue un mausoleo erigido sobre la derrota y el silencio se convierte, lentamente, en un espacio donde la verdad y el conocimiento reconstruyen lo que la historia quiso borrar.

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