Sudán: el conflicto olvidado que arrastra a millones de personas a la mayor catástrofe humanitaria del mundo

La guerra civil entre las Fuerzas Armadas Sudanesas y las Fuerzas de Apoyo Rápido ha causado decenas de miles de muertos, 12,5 millones de desplazados y señales evidentes de genocidio en Darfur, alimentada por intereses regionales y globales en disputa

08 de Noviembre de 2025
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Sudán: el conflicto olvidado que arrastra a millones de personas a la mayor catástrofe humanitaria del mundo
Un niño de tres años recibe tratamiento por desnutrición en un hospital de Omdurman, Sudán. | Foto:  Avaaz/Giles Clarke

Desde abril de 2023, Sudán vive la mayor catástrofe humanitaria jamás documentada. Lo que empezó como una pelea entre dos generales por el poder se ha convertido en una guerra devastadora que ha matado a decenas de miles de personas, ha desplazado a más de 12 millones y ha llevado al país al borde del colapso total. Hoy, más de 30 millones de sudaneses (más de la mitad de la población) necesitan ayuda humanitaria urgente para sobrevivir.

El conflicto que asola Sudán representa, según Naciones Unidas, la mayor crisis humanitaria jamás registrada. Más de 30,4 millones de personas (más de la mitad de la población del país) necesitan asistencia humanitaria urgente. Los datos de desplazamiento superan cualquier crisis contemporánea: 12,5 millones de personas han huido de sus hogares, incluidas 8,8 millones de desplazados internos y 4 millones que han cruzado las fronteras hacia países vecinos. Las estimaciones sobre el número de fallecidos varían enormemente: mientras las cifras más conservadoras hablan de entre 20.000 y 28.700 muertes por violencia directa, otras estimaciones sitúan la cifra total, incluyendo muertes por hambre y enfermedades, en hasta 150.000 personas.
La guerra enfrenta a las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF), dirigidas por el general Abdel Fattah al-Burhan, contra las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), una milicia paramilitar comandada por Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti. Lo que comenzó como una lucha de poder entre dos generales que habían colaborado en el golpe de Estado de 2021 se ha convertido en un conflicto devastador con implicaciones regionales y globales profundas.

Para entender esta guerra hay que remontarse a 2021, cuando dos militares que se habían aliado para derrocar al dictador Omar al-Bashir en 2019 volvieron a dar un golpe de Estado, esta vez contra el gobierno de transición civil. Esos dos hombres eran el general Abdel Fattah al-Burhan, jefe del ejército regular (las SAF), y Mohamed Hamdan Dagalo, apodado Hemedti, comandante de una milicia paramilitar llamada Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF).


Durante un tiempo fueron socios, pero pronto empezaron a pelearse por el control del país. La chispa definitiva saltó cuando discutieron sobre cómo integrar las milicias de Hemedti en el ejército: él quería diez años de plazo, el ejército exigía dos. Detrás de esa disputa técnica había una lucha brutal por el poder, los recursos y el futuro de Sudán. El 15 de abril de 2023, las RSF atacaron bases militares en todo el país, incluido el aeropuerto de Jartum. Comenzaba la guerra civil.

Una historia de violencia en Darfur
Las RSF son descendientes directas de las Janjaweed, milicias árabes que el régimen de al-Bashir usó para masacrar a poblaciones enteras en Darfur entre 2003 y los años siguientes, causando 300.000 muertos y acusaciones de genocidio. Ahora, dos décadas después, la historia se repite con una brutalidad renovada: las RSF están cometiendo limpieza étnica contra los pueblos masalit, fur y zaghawa, matando a hombres, niños y bebés por motivos étnicos, y violando sistemáticamente a mujeres y niñas.
En enero de 2025, Estados Unidos determinó formalmente que las RSF han cometido genocidio en Sudán.

La guerra hoy: hambre, enfermedades y muerte
La situación en Sudán es apocalíptica. Más del 70% de los hospitales han sido destruidos. Un brote de cólera ha causado más de 120.000 casos y 3.000 muertes. Entre diciembre de 2024 y mayo de 2025, más de 24 millones de personas enfrentaron inseguridad alimentaria aguda, y más de 635.000 viven en condiciones de hambruna con riesgo elevado de muerte.
En octubre de 2025, la ciudad de El Fasher, último bastión del ejército en Darfur, cayó tras 18 meses de asedio. El 28 de octubre, más de 460 pacientes y acompañantes fueron asesinados a tiros en un hospital. Imágenes satelitales de la Universidad de Yale han identificado fosas comunes recientes. Decenas de miles de personas han huido en las últimas semanas. Mientras tanto, el ejército ha recuperado gran parte de Jartum, la capital, expulsando a las RSF en marzo de 2025 tras meses de combates intensos. Pero la victoria militar en un lugar significa más destrucción en otro.

Los intereses que alimentan la guerra
Esta no es solo una guerra sudanesa. Múltiples potencias extranjeras están alimentando el conflicto con armas y dinero, cada una con sus propios intereses.
Los Emiratos Árabes Unidos respaldan a las RSF con armas, drones y apoyo logístico, violando embargos internacionales. A cambio, obtienen oro sudanés: en 2024 importaron 29 toneladas, frente a las 17 de 2023. Las RSF controlan minas de oro en Darfur, y el hermano de Hemedti es empresario en los EAU.
Egipto apoya al ejército de al-Burhan por razones de seguridad nacional: teme la inestabilidad en Sudán por su impacto en el Nilo y porque no quiere un sistema democrático en su frontera sur que pueda inspirar a egipcios descontentos.
Rusia, a través del Grupo Wagner y ahora directamente, suministra armas a ambos bandos mientras busca establecer una base naval en el Mar Rojo. Turquía proporciona drones al ejército y se ofrece como mediadora. Arabia Saudita juega un papel ambiguo, intentando mediar pero con vínculos con ambos bandos.
Todos estos actores tienen intereses estratégicos en Sudán: su oro, su posición en el Mar Rojo (por donde pasa un tercio del tráfico mundial de contenedores), sus tierras agrícolas y su papel como puente entre el mundo árabe y África subsahariana.

Intentos de paz que no llegan
Ha habido múltiples intentos de mediación, en Jeddah, en Ginebra, por parte de la Unión Africana, pero todos han fracasado. Los alto el fuego se violan al día siguiente de firmarse. Ambas partes siguen creyendo que pueden ganar militarmente. Además, cada bando ha creado su propio “gobierno civil” paralelo para ganar legitimidad internacional, pero son fachadas controladas por los militares.
El acceso humanitario se usa como arma de guerra: ambos bandos bloquean deliberadamente la ayuda para debilitar al enemigo, sin importar que millones de civiles mueran de hambre en el proceso.
El 6 de noviembre de 2025, las RSF acaban de aceptar una propuesta de alto el fuego del “Cuarteto” (EE.UU., Arabia Saudita, Egipto y EAU). El ejército aún no ha respondido.
 

¿Hay salida?
Para que haya paz en Sudán, los países que alimentan la guerra (especialmente los EAU) tendrían que dejar de enviar armas. Las mediaciones tendrían que ser más estratégicas y ofrecer una visión clara de cómo será Sudán después de la guerra. Y los civiles sudaneses, no los generales, tendrían que estar en el centro de las negociaciones.
Pero mientras los intereses externos sigan primando sobre las vidas sudanesas, mientras el oro y las bases militares sean más importantes que los millones de personas que sufren, la guerra continuará. Y Sudán seguirá siendo la mayor catástrofe humanitaria del mundo, aunque nadie hable de ella.

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