Israel se queda solo mientras crece el apoyo global al Estado palestino

Reino Unido, Canadá, Australia y Portugal reconocen el Estado palestino y siguen el paso iniciado por España, mientras Netanyahu redobla su ofensiva y amenaza con nuevas anexiones en Cisjordania

22 de Septiembre de 2025
Actualizado a las 18:15h
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Reconociento Estado Palestino

La oleada de reconocimientos al Estado palestino por parte de potencias occidentales marca un punto de inflexión diplomático. Mientras el mundo gira hacia una solución política al conflicto, el Gobierno de Netanyahu profundiza su deriva expansionista y desoye el clamor global por el fin de la violencia.

El giro internacional empieza en Madrid

La decisión del Gobierno español de reconocer oficialmente al Estado palestino no fue solo un gesto simbólico. Ha tenido un efecto inmediato y multiplicador. Reino Unido, Canadá, Australia y Portugal se han sumado ya a esta posición, rompiendo con una inercia que durante décadas permitió al Gobierno israelí actuar sin consecuencias reales en el tablero internacional.

El paso dado por España ha puesto fin al pretexto de la neutralidad occidental. No es irrelevante que esta iniciativa llegue en vísperas de la cumbre en Naciones Unidas donde se abordará, por primera vez en años, una posible solución política concreta al conflicto basada en los dos Estados. Tampoco lo es que países con trayectoria atlantista, antiguos socios estratégicos de Israel, hayan virado sus posiciones.

El reconocimiento del Estado palestino por parte de Reino Unido, antigua potencia colonial en la región, representa además un gesto de rectificación histórica. La Declaración Balfour de 1917, que avaló la creación de un “hogar nacional judío” sin prever derechos ni protección para la población palestina, es todavía hoy uno de los documentos más citados por quienes justifican el actual statu quo de ocupación.

La respuesta de Netanyahu: más asentamientos, más amenazas

Lejos de leer este viraje como una oportunidad para reorientar su estrategia, el Gobierno de Benjamín Netanyahu ha optado por la vía contraria: amenazas, bloqueos diplomáticos y una nueva escalada retórica. El primer ministro israelí ha vuelto a negar, con una contundencia ya habitual, cualquier posibilidad de Estado palestino al oeste del río Jordán.

Más allá de las declaraciones, los hechos son más elocuentes. En paralelo al anuncio de los nuevos reconocimientos, su Ejecutivo ha aprobado en Consejo de Ministros una propuesta para anexionar más del 80% de Cisjordania, consolidando legalmente una ocupación que ya es una realidad sobre el terreno desde hace años.

La acusación de que los países que reconocen a Palestina “dan alas al terrorismo” no solo es ofensiva. Revela el callejón sin salida en el que se ha instalado un Gobierno incapaz de ofrecer una solución política y volcado en justificarlo todo en nombre de la seguridad nacional.

La fractura con Occidente ya es visible

Si bien Estados Unidos mantiene su apoyo incondicional a Tel Aviv, la imagen de aislamiento de Israel es hoy mucho más evidente que hace apenas unos meses. Las diferencias en el seno del G7, el cambio de postura de aliados históricos y las múltiples voces críticas dentro del propio judaísmo internacional, incluidos sectores de la diáspora, han erosionado el relato único que Netanyahu se empeña en sostener.

A la presión diplomática se suma la creciente incomodidad de las instituciones multilaterales. Pese a los intentos de Washington de bloquear la presencia palestina en el foro de Naciones Unidas, la Asamblea General forzó un mecanismo para que su delegación pueda intervenir por videoconferencia. La diplomacia del veto pierde fuerza ante el peso de la legitimidad internacional.

Por primera vez en años, el discurso oficial de Israel ha dejado de ser hegemónico en los grandes foros. Ya no se trata solo de cifras —más de 60.000 muertos civiles en Gaza desde el 7 de octubre, la mayoría mujeres y menores—, sino de un cambio estructural en la percepción global del conflicto. Las imágenes de hospitales arrasados, escuelas destruidas y barrios convertidos en escombros han dejado de ser soportables incluso para quienes antes callaban.

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